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Anu Bradford, jurista: “El mayor arancel de todos es la incertidumbre”

La catedrática de Derecho finlandesa-estadounidense alerta sobre el auge del autoritarismo digital en EE UU. Como defensora de la regulación europea como modelo democrático, pide a la UE que resista a la presión externa e interna

Anu Bradford en su casa de Nueva York el pasado 18 de junio.
Ana Vidal Egea

La mayor preocupación de la académica finlandesa-estadounidense Anu Bradford (Tampere, Finlandia, 1975), es el empeño actual de EE UU por imponer su modelo a Europa. La catedrática de Derecho y Organizaciones Internacionales en la Universidad de Columbia es conocida por publicar en 2020 The Brussels Effect: How the European Union Rules the World (El efecto Bruselas: de cómo la UE pone las reglas que mandan en el mundo, sin traducir al español), donde defendía que la UE tiene la capacidad de crear un marco regulador para el mundo. Cinco años después, Bradford implora que la UE no ceda ante la acuciante presión de EE UU ni ante la presión interna, que también ha aumentado.

La encontramos semanas antes de mudarse a un apartamento más pequeño. Hay algunas cajas a la entrada del grandioso dúplex de cinco habitaciones que mira al Central Park donde actualmente vive con sus tres hijos y su marido, el también académico Travis Bradford, que se muestra tan simpático y solícito como ella. Conversamos sobre Imperios digitales (Shackleton, 2024), su primer libro traducido al español, donde explica que la nueva batalla geopolítica mundial va de la mano de la pugna por el control de la tecnología.

Pregunta. ¿Cree que hay una estrategia tras los cambios arancelarios de Trump o actúa guiado por impulsos infantiles?

Respuesta. No lo creo, es una estrategia autodestructiva. No hay forma de convertir a EE UU en una superpotencia manufacturera, no puede hacer lo que hace China: es prohibitivo para las empresas estadounidenses, es caro para los consumidores y para los negocios que dependen de importaciones y materias primas del extranjero, no tiene ningún sentido económico. Es preocupante que Trump no solo ataque a adversarios, sino también a aliados: Canadá, México, la UE… Está rompiendo alianzas y erosionando la confianza sobre la que se basan los acuerdos políticos y económicos. El mayor arancel de todos es la incertidumbre. Ninguna empresa puede hacer inversiones sin saber cuáles serán los aranceles el mes que viene.

P. ¿Qué papel juegan las grandes empresas tecnológicas en esas políticas?

R. Zuckerberg no se despierta preguntándose qué puede hacer por la democracia. No creo que las empresas tecnológicas sean inherentemente malignas, pero tienen tanto poder que no son capaces de gestionarlo de forma responsable. No es que quieran destruir la sociedad, es que no les importa lo suficiente como para establecer límites que eviten que eso ocurra. Y como su motivación es el beneficio, no responden al interés público. La Administración de Trump tampoco está interesada en el interés público y, con EE UU fuera de la conversación, es más difícil crear marcos globales de regulación.

P. Acuñó el término “Efecto Bruselas”. Con Trump, ¿sigue teniendo fuerza?

R. Hoy hay mucho más conflicto geopolítico, por lo que el poder de Europa debe volverse más evidente. El “Efecto Bruselas” tiene en la Administración de Trump una amenaza externa ya que están empujando deliberadamente contra esas regulaciones, con ayuda de las grandes empresas tecnológicas. Es fundamental que los europeos no cedan; si empiezan a hacer concesiones, la extorsión solo volverá con más fuerza: les pedirán que dejen en paz a Google, luego a Meta, a X…, y luego que abandonen la ley de regulación de la IA. También existe una amenaza interna: los propios europeos están empezando a cuestionar su sistema regulatorio.

P. Por esa falsa creencia de que la regulación limita la innovación.

R. Ahora en Europa son conscientes de que dependen de la tecnología china y estadounidense, y de que no se trata solo de derechos digitales, sino de disponer de capacidades. Y eso es un terreno fértil para el discurso antirregulación, que se basa en que la regulación frena el desarrollo. Es una narrativa que rechazo, es una falsa dicotomía. Se puede crecer, innovar y proteger los derechos de los ciudadanos al mismo tiempo.

P. ¿Qué se puede hacer en Europa para acelerar el desarrollo tecnológico?

R. Es necesario integrar el mercado digital europeo, crear una unión de los mercados de capitales. Necesitamos repensar nuestras leyes: en Europa hay mucho dinero en fondos de pensiones, deberíamos poder invertirlo. Europa tiene leyes de quiebra muy estrictas, lo que hace que fracasar resulte muy costoso, la cultura estadounidense es más tolerante con el fracaso. Y por último, los europeos también tienen que mejorar su capacidad para atraer talento global. EE UU ha sido muy eficaz atrayendo inmigrantes.

P. Pero eso era antes de que se aprobara la política migratoria actual.

R. Una gran oportunidad para que Europa saque la alfombra roja a todos esos científicos y empresarios extranjeros.

P. La tensión en la frontera de Finlandia y Rusia evidencia que la seguridad de Europa no puede seguir dependiendo de EE UU.

R. Uno de los peores momentos del Gobierno de Trump fue su reunión con Zelenski. Por eso la defensa de Europa no puede seguir dependiendo de EE UU. Trump ha dejado claro que si algo ocurriera en la frontera entre Finlandia y Rusia, no sería su guerra. Y una invasión así supondría el fin de la UE. Europa tenía que haber empezado a construir su propia defensa hace 20 años. Tiene que cambiar radicalmente y tener más ambición, ya no hay excusas.

P. Pero es difícil para Europa buscar aliados éticos y confiables.

R. No tiene muchas alternativas. China, EE UU e Israel son opciones antiéticas, poco fiables o políticamente arriesgadas. También están Japón o Corea del Sur, lo importante es encontrar otras fuentes de suministro mientras avanza hacia la autosuficiencia. Europa no puede estar en vilo cada cuatro años viendo cómo se perfila su futuro según quién gane las presidenciales en EE UU.

P. Advierte que la guerra tecnológica no es solo económica, sino también ideológica. Lo ideal es que se siguiera el modelo europeo para salvar la democracia, pero se tiende hacia el modelo autoritario chino o el estadounidense basado en el mercado.

R. China está ganando influencia, y muchos países en desarrollo están adoptando su modelo de autoritarismo digital. Ofrece una vía de desarrollo digital, especialmente en América Latina y África. No se les puede culpar por querer acceder a las redes digitales que China está construyendo para ellos.

P. Es lo que el Gobierno de China denominó como la Ruta de la Seda Digital.

R. China está construyendo estas ciudades inteligentes y seguras, instalando cámaras de vigilancia e infraestructuras. Europeos y estadounidenses no son capaces de ofrecer una alternativa. Y voy a hacer una afirmación que descontextualizada podría sonar muy mal: China le ha mostrado al mundo que la libertad no es necesaria para la innovación. Están impulsando una economía tecnológica sin ser una sociedad libre.

P. EE UU empieza a seguir ese modelo.

R. EE UU se mueve hacia el autoritarismo, algo peligroso que prueba el atractivo del modelo chino en países democráticos.

P. Pero cómo frenar a Trump, que es inmoral e irracional.

R. Todavía tenemos tribunales independientes, a diferencia de China, donde estos casos se litigan de forma autónoma. Trump cuenta con el respaldo del Supremo, y por eso no estoy convencida de que el rechazo existente sea suficiente. Necesitamos a la sociedad civil, al mundo académico, a todos los sectores sociales defendiendo lo que son libertades fundamentales en este país. La pregunta es cuán sólida será esa resistencia

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
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