Lisa Randall, la física teórica que suena para el Nobel y escribió una ópera sobre la quinta dimensión
La estadounidense, catedrática en Harvard e investigadora de otras dimensiones, es una de las científicas que ha alzado su voz contra los recortes de Trump


Las ideas de la física teórica Lisa Randall (Nueva York, Estados Unidos, 63 años), especializada en física de partículas, gravedad y dimensiones adicionales, han tenido un gran impacto en la cosmología moderna. Antes de incorporarse como profesora a Harvard —la universidad donde cursó su doctorado y donde ha pasado los últimos 25 años dando clases como catedrática— presentó públicamente en 1999 el modelo Randall-Sundrum junto al científico indio-americano Raman Sundrum. El modelo alcanzó mucha popularidad al proponer la existencia de dimensiones extra (además de las tres espaciales y la temporal que conocemos) para explicar por qué la gravedad es tan débil comparada con otras fuerzas, algo que la teoría de la relatividad general de Einstein no había podido explicar.
En este sentido, su teoría complementaba la de Einstein, basándose en los principios de la mecánica cuántica. Lo interesante es que tanto Einstein como Randall tenían casi la misma edad cuando desarrollaron sus teorías —36 y 37 años, respectivamente—. Hoy día, Lisa Randall sigue estando en las quinielas de quienes podrían ganar el Premio Nobel de Física y sus hipótesis siguen siendo relevantes, como la que desarrolla en su libro La materia oscura y los dinosaurios (2016), donde sugiere que la materia oscura podría haber sido el desencadenante del cataclismo que extinguió a los dinosaurios.
En la actualidad le preocupa cómo la presidencia de Trump puede afectar a la investigación, y ha sido una de las científicas que ha alzado la voz en protestas contra los recortes. La universidad donde enseña, Harvard, ha perdido recientemente 450 millones de dólares de subvenciones además de los 2.200 millones de dólares que el Gobierno ya le había congelado.
Es “ambiciosa, entusiasta y enérgica, con un sexto sentido para identificar líneas de investigación capaces de generar descubrimientos importantes, y al mismo tiempo cautelosa y meticulosa con el proceso”, explica por correo electrónico Raman Sundrum, el que fue compañero de su teoría más importante hasta la fecha, que considera a Randall “un torbellino de instinto, rapidez y audacia”. Algo que corroboraba el físico Andrea Karch a la revista Scientific American: “Cuando dice cosas no tienen sentido, y al principio pienso: está loca. Pero no digo nada, porque casi siempre tiene razón. Lisa simplemente sabe la respuesta”.
El padre de Randall era comercial en una empresa de ingeniería y su madre, maestra de primaria. Lisa creció siendo la mediana de tres hermanas en una época donde la educación en Nueva York no era la mejor. “Tenía que tomarme en serio cualquier oportunidad que tuviera, no di nada por sentado”, aclara por videoconferencia pasadas las nueve de la noche, después de un día ajetreado de reuniones, seminarios y varios proyectos que dirige en paralelo. Con una carrera brillante, habiéndose convertido en la primera mujer física teórica en obtener la titularidad en el MIT y en Harvard, y desde la cúspide de la ciencia, se muestra humilde, cercana y paciente. No hay arrogancia, prejuicio o desdén en sus respuestas. De hecho, una de las grandes aportaciones de Randall ha sido no solo desarrollar ideas complejas que la sitúan entre los científicos más influyentes del siglo XXI, sino hacer el esfuerzo colosal —que también requiere de talento— de adaptarlas a un formato divulgativo en sus libros para que cualquier lector no familiarizado con las formulaciones científicas pueda entender la escala de lo que se está descubriendo y teorizando sin sentirse rezagado. Como por ejemplo, qué supone el monumental descubrimiento del bosón de Higgs, conocido como “la partícula de Dios”.
A lo largo de su carrera, Randall ha escrito cuatro libros, todos ellos traducidos al español por la editorial Acantilado y editados por el novelista Cormarc McCarthy, un gran aficionado a la ciencia, que acabó convirtiéndose en su amigo. Su obra debut, Universos ocultos: un viaje a las dimensiones extras del cosmos, fue considerada una de las 100 mejores de 2005 por The New York Times y en 2007 Randall se situó entre las 100 personas más influyentes del mundo de la lista de la revista Time.
Poco después, en 2009, sorprendió con un giro artístico que la convierte en una científica con una voz sorprendentemente poética. Aceptó el reto de un profesor de composición electroacústica, Hèctor Parra, y escribió un libreto de ópera, Hypermusic: Prologue, donde los protagonistas se introducen en la quinta dimensión. “—¿Este paisaje…? / ¿Este escenario de nuestro ser? / ¿Dónde está? /¿Dónde termina? / Las estructuras sostienen la existencia / ¿Puedo encontrarlas? / [¿O son] / acertijos que nunca descifraré desde aquí? /Angustia / Distorsión. Agonía”. La ópera se estrenó en el Centro Pompidou de París y luego en el Liceo de Barcelona. “Siempre he mostrado interés por divulgar la ciencia y el arte me parece un buen canal para hacerlo”, explica Randall. Sonríe halagada ante la posibilidad de que aquella primera incursión en la escritura del libreto la pueda abocar a escribir un buen libro de poesía. “Nunca he intentado escribir un poema”, dice mientras le brillan los ojos. Parece abierta a todo, solo hay que retarla. En 2011 incluso cocomisarió (junto a Lia Halloran) una exposición en Los Ángeles sobre obras a escala, un concepto que interesa tanto a artistas como a científicos. “Me encanta pensar nuevas ideas y esforzarme al máximo por desarrollarlas”, explica enfatizando que para ser científico también hay que ser creativo.
Randall ha construido una vida independiente; nunca se ha casado, no tiene hijos, y sus inquietudes van mucho más allá de la ciencia. Surfeaba hasta que se lesionó la rodilla, bucea, le apasiona escalar. “Me encanta estar al aire libre resolviendo problemas. Es divertido; a veces hay un riesgo real, y otras veces simplemente parece arriesgado”, cuenta. Ahora, sobre todo juega al tenis y confiesa que en marzo acudió a un evento sobre aprendizaje automático, robótica y espacio, solo porque en las actividades que incluía había una clase de tenis con Toni Nadal, entrenador de Rafa Nadal entre otros. El que fuera uno de sus primeros alumnos, cuando Randall daba clases en el MIT, el húngaro Csaba Csaki, ahora profesor en Cornell University, comenta por correo electrónico que en 2024 organizó una conferencia en Vietnam a la que asistió Lisa junto a otros científicos, tras la cual el grupo viajó por el país durante una semana. Ella estuvo interesada “en comprender la historia e involucrarse en la vida cotidiana de la gente allí, además de tomar fotos excelentes”, dice Csaki.
Una de las mayores preocupaciones de la física teórica en la actualidad tiene que ver con lo que está sucediendo en la esfera sociopolítica. Ella fue una de las científicas que alzó la voz públicamente en una de las protestas celebradas en Nueva York en marzo, que bajo el lema Stand Up for Science (defiende la ciencia) denunciaba los recortes del Gobierno de Trump a la investigación científica. “Nos están haciendo retroceder. Habíamos avanzado muchísimo. ¿Por qué querríamos detener ese progreso y volver atrás? Nada es perfecto, pero tratar de destruir las cosas para mejorarlas no es una buena estrategia”, explica, y señala además que la mayoría de estudiantes de posdoctorado que trabajan con ella no son estadounidenses. “Los científicos hacemos control de enfermedades, desarrollamos medicinas… Es una completa imprudencia intervenir en este mundo como lo están haciendo”.
El propósito de Randall parece girar en torno al entendimiento y al progreso. Por eso, estar convencida de que no hay nada después de la muerte, de que la física cuántica ha dado falsas esperanzas y de que podemos trazar el desarrollo de la existencia no detiene su curiosidad. Le interesa seguir estudiando la supersimetría, las extradimensiones, la materia oscura; el porqué y el cómo evoluciona la vida.
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