Si Alemania quiere impulsar a la UE, debe afrontar lo que hace Israel
El nuevo canciller, Friedrich Merz, ya ha dicho que bajo su mandato no detendrá a Netanyahu pese a la orden de arresto internacional


El papel principal de la Unión Europea en el mundo, opina la mayoría de los expertos, es la defensa de la ley internacional y de Naciones Unidas como el foro multinacional en el que encarar los problemas del siglo XXI, frente a los ataques y la defensa del uso de la fuerza que promueven la Administración de Trump y Vladímir Putin. Ese es el sentido de las concentraciones que se van celebrando en diversas capitales europeas (este domingo en Madrid, a las 12.00 en Callao): recordar que es la Unión, un artefacto político creado tras la II Guerra Mundial, el que puede y debe encabezar la lucha por esos objetivos políticos y que si lo hace es muy probable que muchos otros países del mundo compartan la iniciativa y la fortalezcan. El primer paso ya está dado: denunciar a Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), un movimiento que esperaban muchos otros países.
Para hacer su trabajo, la Unión Europea necesita el acuerdo interno y el liderazgo conjunto de Francia y de Alemania. Un liderazgo que bien ejercido concitaría la ayuda inmediata de otros países, desde Polonia o España a Países Bajos. Pero, si eso es así, lo primero que deben acordar Francia y Alemania es cómo hacer frente al Gobierno de Israel para impedirle, mediante todos los instrumentos que haga falta, que continúe con el despiadado ataque a los palestinos y su violación permanente del derecho internacional. El historiador israelí Ilan Pappé, crítico desde hace años con Benjamín Netanyahu, afirmó hace pocos días que “en un genocidio no hay dos bandos”.
La Corte Penal Internacional todavía no se ha pronunciado sobre la demanda presentada por Sudáfrica contra el Gobierno israelí sobre la calificación exacta de genocidio, pero cada día hay menos dudas sobre el nombre que merece la persecución que ejerce sobre la población gazatí, sometida a hambre y fuego, expulsada de sus casas y tierras, expulsada de las escuelas, privada de asistencia sanitaria y humanitaria. La Corte ya advirtió a Israel sobre la gravedad de estos hechos y reafirmó la prohibición de anexión de territorio extranjero, basada en el derecho internacional, pero aun así, la Unión Europea en cuanto tal permanece en un insoportable silencio. La sucesora de Josep Borrell como alta representante para Asuntos Exteriores, la ex primera ministra estonia Kaja Kallas, se ha limitado bochornosamente a ofrecerse al Gobierno israelí para “ayudar a distribuir la ayuda humanitaria”. Kallas se muestra hasta el momento como un ratón silencioso comparada con los esfuerzos de su antecesor para, aun sin tener el apoyo de los países miembros, recordar a Netanyahu la obligación de respetar el derecho internacional y denunciar la masacre a que se somete a los palestinos.
Lo que importa ahora es saber qué hará Alemania. El nuevo canciller, Friedrich Merz, ya ha dicho que, bajo su mandato, no detendrá a Netanyahu, pese a la orden de arresto internacional, pero eso no quiere decir que esté dispuesto a invitarle. Alemania ha sido siempre una fuerte defensora de la Corte Penal Internacional y ha sido Alemania la que ha recordado en repetidas ocasiones que los Estados pueden retirarse voluntariamente de muchos tratados internacionales, pero no del cumplimiento de la ley internacional universal. Si Alemania quiere realmente dar un nuevo impulso internacional a la Unión tendrá que afrontar la realidad de lo que está haciendo Israel. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Johann Wadephul, el primer democratacristiano en 60 años que ocupa ese cargo, normalmente reservado a liberales o verdes, pronunció con motivo del 80º aniversario de la liberación de Auschwitz un discurso en el que expresó, una vez más, su apoyo total a Israel. Solo en el último párrafo dejó abierta una pequeña puerta: “Nuestra estrecha amistad con Israel y la comprensión práctica de nuestra responsabilidad hacia él no significan que debamos observar impasibles las acciones del Gobierno israelí. Al contrario, debemos permitir que nuestra política hacia Israel se guíe por estos principios: ¿cómo podemos garantizar la seguridad de Israel a largo plazo y cómo podemos ampliar el grupo de Estados en el mundo que ven con buenos ojos a Israel? Para nosotros, la base siempre será el derecho internacional. Y eso también significa que, más pronto que tarde, debe surgir una perspectiva realista de que israelíes y palestinos convivan pacífica y prósperamente. Ambas partes deben negociar de buena fe la definición precisa de las fronteras de 1967”. Algo completamente en contradicción con la última decisión israelí de ocupar permanentemente Gaza.
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