Matthew Desmond, sociólogo: “Preguntémonos si las compañías a las que damos nuestro dinero se están aprovechando de sus trabajadores”
El ensayista norteamericano sostiene que la pobreza de EE UU se puede erradicar, basta con el 1% del PIB. Pero advierte de que la política de Trump va por otro lado y perjudica a los vulnerables


Matthew Desmond es uno de los sociólogos más respetados de Estados Unidos. También es un hombre de acción: para escribir Desahuciadas, que le valió en 2017 un pulitzer, vivió en un parque de caravanas de Milwaukee, compartió años de penurias con inquilinos en apuros y caseros desalmados en la línea de frente de la miseria estadounidense y tomó unas 4.000 páginas de notas que luego convirtió en un poderoso libro.
Desmond (San José, 1979) nos recibió a finales de marzo en su despacho de la Universidad de Princeton tres semanas después de conquistar un espacio habitualmente no reservado a profesores como él: The Daily Show, el famoso programa de humor político de Jon Stewart. El cómico lo llamó para hablar del ensayo que Desmond, dos años después de hacerlo en inglés, publica ahora en español: Pobreza Made in USA (traducido por Alicia Martorell y Ángela Blum y, como el anterior, editado por Capitán Swing). A diferencia del anterior, tiene algo de panfleto, de “llamada a la acción”, dice. En él, su autor se pregunta por qué el índice de pobreza de EE UU, el país más rico del mundo, es mayor que el de cualquier otra democracia avanzada.
Pregunta. ¿Por qué?
Respuesta. Porque muchos nos beneficiamos de ello. Consumimos los bienes que producen los trabajadores pobres. La mitad de los estadounidenses invierte en Bolsa, donde ganan dinero a costa del sacrificio ajeno. Gozamos de un Estado de bienestar desequilibrado, las familias que menos necesitan son las que más exenciones fiscales disfrutan. Nos esforzamos más por proteger las grandes fortunas que por combatir la pobreza, y seguimos siendo una sociedad muy segregada: construimos muros alrededor de nuestras comunidades, para que la miseria se concentre donde no podamos verla.
P. Así que esta historia no va sobre echarle la culpa al 1%, sino al 90%…
R. Más bien al 70% u 80%. La responsabilidad no es solo de los más ricos que tú. Debemos tener una conversación sobre el 1%, pero eso no exonera al 10% o 20%. En la pandemia, este país compró unas 300.000 lanchas rápidas; no solo fueron los multimillonarios.
P. Hay una cifra asombrosa en el libro: bastarían 177.000 millones de dólares para acabar con la pobreza en Estados Unidos.
R. No parece mucho dinero…
P. Especialmente ahora que la conversación pública la dominan Trump y sus oligarcas, hablando con obscenidad de miles de millones y billones de dólares.
R. Es menos del 1% de nuestro PIB. Hay un estudio que demuestra que si el 1% de los que más ingresan pagaran todos sus impuestos sobre la renta, obtendríamos unos 175.000 millones más al año, casi lo que necesitamos. Los estadounidenses creemos que no podemos resolver ese problema, cuando está claro que es posible. Bastaría una reforma fiscal sensata. El problema es que a quienes nos beneficiamos de ellas, esas exenciones nos gustan.
P. Defiende que nos convirtamos en abolicionistas de la pobreza. ¿Cuál sería el manual básico y qué hace usted para cumplirlo?
R. Si nos beneficiamos de un sistema tributario desequilibrado, deberíamos intentar desinvertir en él. En EE UU, deducimos los intereses de la hipoteca de nuestra vivienda. La mayor parte de este beneficio va a familias con ingresos de más de 100.000 dólares al año. El 84% beneficia a personas blancas. Yo entro en ese grupo, y esa exención me parece imposible de justificar. ¿Y qué hago? Calculo lo que recibo y lo dono a un refugio local para personas sin hogar o de defensa contra los desahucios. No basta con no invertir en empresas de armas o de combustibles fósiles. Debemos empezar a preguntarnos si las compañías a las que damos nuestro dinero se están aprovechando de sus trabajadores. Dejar de lucrarnos a costa de quienes viven en la pobreza, que nos traen la comida o los paquetes de Amazon. Y combatir la segregación; permitir que se construyan viviendas de protección oficial en nuestros barrios acomodados.
P. Teniendo en cuenta que Trump empezó en el negocio inmobiliario, y que se lucró echando a inquilinos pobres de sus casas… ¿Qué espera de su segunda Administración?
R. Todo indica que los recortes que propone recaerán sobre los más vulnerables para financiar una extensión de las exenciones fiscales, y que la mitad de esos beneficios irán al 5% más rico, a quienes ganan más de 300.000 dólares al año. No parece que tengan ningún plan para ayudar a los más desfavorecidos, entre ellos, a muchos de los votantes que lo apoyaron con este mensaje de populismo económico.
P. Desahuciadas puede leerse como una novela sobre la cara B del sueño americano. Vivir en esta supuesta tierra de oportunidades es darse cuenta de cuán fácil es ascender como caer estrepitosamente.
R. La pobreza es como un círculo vicioso, a un problema le sucede otro. Un desahucio te lleva a mudarte a un barrio peor, a perder tu trabajo… y puede acabar creando problemas de salud mental a largo plazo. Algo tan inocente como atrasarte en el alquiler puede empujarte a una espiral descendente.
“La mitad de los estadounidenses invierte en Bolsa, donde gana dinero a costa del sacrificio ajeno”
P. ¿Dónde ve la resistencia a Trump hoy?
R. Sigo con interés los mítines de Bernie [Sanders] y AOC [Alexandria Ocasio-Cortez]. Me interesa su mensaje contra la oligarquía y en favor de la clase trabajadora.
P. Entretanto, el hombre más rico del mundo, Elon Musk, blande una motosierra. ¿Cómo están afectando las acciones de su Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) a la lucha contra la pobreza?
R. Ya en su primer mandato, Trump persiguió recortar las ayudas de comida entre un 25% y un 30% en 10 años; son recortes enormes. También propuso rebajar la asignación a Medicaid y las protecciones laborales, y limitó el pago de horas extras y las ayudas para niños con discapacidad. Muchos de los recortes de DOGE están siendo asumidos por las familias más vulnerables.
P. Una de las frases fetiche de Trump habla de una Administración llena de “fraude, despilfarro y abuso”. Sorprende leer en su libro que mucho del dinero destinado a aliviar la pobreza ni siquiera se reclama.
R. Se dice que la gente no lo pide por una especie de estigma, les avergüenza reconocer que son pobres, pero el motivo es la ineficiencia de la burocracia. Por ejemplo, para obtener cupones de alimentos en California hay que responder unas 260 preguntas…
P. Leo una frase que subrayé en su libro: “La complejidad es el refugio del poder”.
R. Es así. Los poderosos se sirven de ella para hacernos creer que los problemas, como la pobreza, son difíciles de resolver, y por eso crean comités y complican las cosas.
P. Desde una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos… ¿Diría que instituciones como esta están demostrando poca valentía ante los ataques de Trump?
R. Opinar sobre eso está un poco fuera de mi alcance. Sí, puedo decirle que he estado pensando que las élites liberales, incluyendo el Partido Demócrata, necesitan defender su existencia. Y creo que la Universidad puede reivindicar con contundencia todo lo que ha hecho por EE UU.
P. ¿Usted siente miedo?
R. Hay algo raro en esto de dedicarse a la pobreza. Ahora estoy con mi próximo libro, un proyecto con trabajo de campo. Paso tiempo con personas en dificultades. Sigo con atención la política y estoy profundamente preocupado, pero el asunto en el que trabajo va más allá de la coyuntura.
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