“Los hombres de verdad comen carne”: la relación entre el machismo y el consumo de animales
La serie ‘La bestia en mí’ y la película ‘Eden’ han coincidido con protagonistas masculinos que muestran su virilidad devorando carne. No es un mito nuevo, pero las redes sociales lo están resucitando


“Donde hay (ansiosa) virilidad encontraremos a alguien comiendo carne”, escribe en La política sexual de la carne (Ochodoscuatro Ediciones, 2016) Carol J. Adams. Su teoría implica que comer carne es un acto masculino asociado con la virilidad; que los hombres tienen derecho a consumirla y que de hecho la necesitan.Algo que parece confirmar una de las escenas más impactantes de la miniserie de Netflix La bestia en mí , aquella en la que Nile Jarvis, el personaje al que da vida Matthew Rhys, devora un pollo entero. Una imagen con la que la serie informa al espectador de la violencia que encierra ese personaje.
Hay otra escena clásica en infinidad de películas familiares y, que parece confirmar la vida real: si bien las labores en la cocina han estado históricamente asociadas a la mujer, es el hombre quien se pone frente a la parrilla cuando hay que asar enormes chuletones. Es el hombre quien aparenta saber cómo manejar la carne. Aunque nunca haya visto una vaca.
Porque, como explica Fernando Herranz Velázquez, doctor en Estudios de Género y componente del Observatorio de las Masculinidades de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), la carne juega un papel fundamental en la construcción cultural. “Está muy relacionada con cómo se construye la masculinidad y cómo el patriarcado establece los parámetros. Se hace una asociación de la carne con la masculinidad haciendo una especie de interpretación de nuestro pasado homínido”, explica a ICON.

Precisamente al pasado alude Lucía Jiménez, sexóloga de Diversual, que comenta que para comer carne es necesario ejercer de forma inevitable un dominio sobre los otros, algo que encaja con los valores clásicos de la masculinidad. “Durante siglos comer carne fue un privilegio, debido a su alto coste y escasez, y la caza se asociaba a clases aristócratas o a la guerra. Por ello el acceso a la carne determinaba un estatus de poder que de alguna manera, se sigue performando en la actualidad”, asegura.
Para algunos hombres, comer carne es una forma de demostrar virilidad y poder. Carol J. Adams asegura que los productos de los animales cazados y posteriormente descuartizados ofrecen también un imaginario sobre ferocidad, el imperativo territorial, la caza, el comportamiento agresivo, la vitalidad y la virilidad de comer animales. “Los animales carnívoros proporcionan un paradigma para el comportamiento masculino. A través del simbolismo basado en matar animales, nos encontramos con imágenes políticamente cargadas de absorción, control, dominio y la necesidad de violencia. Este mensaje de dominación masculina es transmitido a través del consumo de carne, tanto en su simbolismo como en su realidad”, explica en La política sexual de la carne.

La película Edén también cuenta con una escena en la que la cámara se recrea en la manera en la que Jude Law, que interpreta a un hombre que dejó hace tiempo atrás la civilización, devora un muslo de pollo con ansia ante la atenta mirada de su pareja que, pese a ser vegetariana, no le observa ni mucho menos con el horror que sí muestran quienes ven a la protagonista del libro Canina (Blackie Books, 2022), de Rachel Yoder, comer carne… si bien es cierto que en su caso, era cruda.
La política de la carne
Cuando el Ministro Garzón indicó que reducir el consumo de carne era una estrategia refrendada por la evidencia científica para garantizar una mejor salud del planeta y de sus habitantes, las redes sociales se llenaron de imágenes de hombres furiosos (algunos con cargos políticos) que reaccionaban a sus palabras mostrando con orgullo como cocinaban o comían trozos de carne, como si sugerir reducir el consumo de carne fuese un ataque a su mismísima hombría.
*Garzón recomienda reducir el consumo de carne, como dice la OMS y el colectivo cientifico*
— Yogulado (@Supertramp9713) July 8, 2021
El resto de políticos para desacreditarle: pic.twitter.com/nAcE3gbACM
En 2021, un artículo del Daily Mail indicó que Joe Biden planeaba limitar el consumo de carne de vaca a 1,8 kg al año por persona para cumplir con los objetivos ambientales. Aunque Fox News lo desmintió, la noticia se viralizó con especial ahínco en la extrema derecha de Estados Unidos, que se lamentó de que los demócratas querían “quitarles las hamburguesas”.
Desde Jordan Peterson hasta Andrew Tate -defensor de la lion diet, que consiste en consumir casi exclusivamente carne, sal y agua- abogan por dietas carnívoras que transmiten un mensaje claro: los hombres de verdad comen carne. Nuria Alabao, autora de Ínceles, gymbros, criptobros y otras especies antifeministas (Escritos Contextatarios, 2025) explica a ICON que para la extrema derecha contemporánea el consumo de carne es símbolo de resistencia cultural frente a lo que denominan “agenda woke”. “Vinculan el vegetarianismo y el ecologismo con las élites urbanas e instruidas que supuestamente ignoran las preocupaciones de la gente común. El consumo de carne se presenta así como gesto provocador y afirmación identitaria frente a un campo progresista percibido como homogéneo —feminismo, derechos LGTBIQA+, ecologismo— que se opondría a la masculinidad tradicional”, asegura.
Alabao añade que tal identificación tiene una dimensión estratégica en la economía de la atención digital: las publicaciones provocadoras sobre consumo de carne generan reacciones de respuesta que amplifican su alcance en redes sociales, lo que permite posicionar a estos influencers como adalides de la rebeldía anti establishment. “Este mecanismo les permite capitalizar políticamente la desafección, representándose como voz de los descontentos contra lo políticamente correcto. Es fundamental señalar que esta asociación podría darse de otra manera. Por ejemplo, Adolf Hitler era vegetariano, lo que demuestra que el vínculo entre ideología de extrema derecha y exhibición del consumo de carne es propio de nuestro momento político”, añade.
“Adolf Hitler era vegetariano, lo que demuestra que el vínculo entre ideología de extrema derecha y exhibición del consumo de carne es propio de nuestro momento político”
El informe The Green Revolution 2025 de Lantern indica que en la actualidad, el 14,6% de las mujeres adultas en España son vegetarianas (el porcentaje en 2023 era del 13,2%), mientras que los hombres vegetarianos se reducen del 9,7% en 2023 al 7,5% en 2025. Carol J. Adams recuerda que las mujeres son más propensas a comer lo que se considera “alimentos de segunda clase” en la cultura patriarcal: vegetales, frutas y semillas en lugar de carne. “El sexismo en el consumo de carne recapitula las diferencias de clase con un giro añadido: una mitología impregna todas las clases, según la cual la carne es un alimento masculino y el consumo de carne es una actividad masculina”, escribe.
Antonio Lewis, coautor de Yo no soy tu cuñao: El Método Alpha 50: Recupera tu fuerza, confianza y vitalidad a partir de los 40 (Kailas Editorial, 2025), considera absurdo creer que la dieta vegetal resta energía o carácter. “Culturalmente hemos cargado a la carne con un simbolismo muy potente: fuerza, poder, abundancia. Y eso tiene más que ver con la historia y con el imaginario colectivo que con la ciencia. Al final, lo importante no es si la proteína viene de un filete o de unos garbanzos, sino cuánta necesitas, cómo la combinas y cómo la integras en tu día a día”, indica. “Puedes ponerte fuerte comiendo carne o tofu. Solo que el filete, en muchos casos, te lo pone un poco más fácil”, matiza.
Como indica Fernando Fernández, al hablar de por qué son tan habituales las burlas al veganismo hay que tener en cuenta que se trata de una conciencia ecosocial que rompe el statu quo del sistema. “Quienes se oponen creen que un hombre vegano o vegetariano rompe los esquemas de la masculinidad y por lo tanto, es un elemento subversivo al que expulsar de esa dinámica. Se erigen contra sus discursos porque rompen las dinámicas de poder y dominación que están establecidas en el patriarcado”, asegura.
¿Es sexy comer carne?
Teniendo en cuenta el papel que tiene la carne en la dieta de los hombres de derechas, no es de extrañar que Evie, que se presenta como una publicación contra el feminismo, haya publicado artículos como Eating Meat Makes You Sexy: Women Prefer Men Who Eat Meat Over Vegetarians, According To Study (Comer carne te hace sexy: las mujeres prefieren a los hombres que comen carne que a los vegetarianos, según un estudio). Alabao recalca que la sexualización del consumo de carne quedaría conectado en su imaginario con una asociación de la virilidad, con la fuerza, el apetito y cierta “animalidad”. “Esta imagen del hombre que come carne con voracidad evoca construcciones míticas del varón cazador-proveedor, figura importante en las narrativas evolutivas que la manosfera moviliza constantemente. Además, en el imaginario heteronormativo de la manosfera, esta voracidad alimentaria funciona como metonimia de otros apetitos —particularmente el sexual— y señala una masculinidad desinhibida que no se doblega ante normas civilizatorias percibidas como feminizantes”, comenta a ICON. “Se trata de una estética de la masculinidad tosca, directa, sin refinamientos, que se presenta como auténtica frente a versiones de masculinidad consideradas excesivamente domesticadas o blandas”, indica. El viejo mito de que los hombres de verdad comen carne. Hijo, a su vez, del viejo mito de que existen hombres de verdad y hombres de mentira.
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