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Rafael Ulecia: “Tengo miedo a componer, es como sumergirte mar adentro”

Es uno de los nuevos guitarristas flamencos más prometedores y auténticos quizás gracias a su heterodoxo origen: es catalán, hijo de riojano y de madre peruana. Pero también es mucho más

Rafael Ulecia posa para ICON con su guitarra en casa de su padre, en la sierra de Collserola.

No hace fala pedirle que toque algo. Cuando Rafael Ulecia (Barcelona, 30 años) coge la guitarra, ya no la suelta más. De pie, apoyado, sentado, los acordes se suceden, los dedos veloces, los ojos verde miel concentrados, un pañuelo al cuello y el pelo rizado a lo Camarón. “Esto es Tomatito por bulería y lo de antes, Pepe Habichuela”, dice sonriendo. En sus conciertos hay más modernos que gitanos. Él es payo y su contexto, cuando menos atípico: padre logroñés y madre peruana.

Fue el primero, apasionado de la guitarra flamenca, que se mudó a Sevilla de joven y vivió la época dorada de este género, los años setenta, junto a nombres míticos como Farruco o Chocolate, quien despertó en él una vocación que marcaría el rumbo de su vida artística. A los ocho años Ulecia ingresó en el Conservatori del Liceu de Barcelona. “Tenía un profesor que enseñaba en una tienda de música que había frente a mi casa. Un día me tomó de la mano, cruzó conmigo la calle y tocó el timbre de mis padres para pedirles seriamente que me llevaran al conservatorio”, recuerda.

Completó sus estudios de guitarra clásica con jazz, música moderna y una perspectiva más contemporánea e internacional en Berklee College of Music, Boston. Tras más de 15 años sobre los escenarios (ha actuado en el Palau, Primavera Sound, Razzmatazz, White Summer, Cinema Brava, Soho House o La Pedrera), en 2019 decidió buscar su camino en solitario como guitarrista flamenco. Actualmente está inmerso en su primer álbum, Nuevo Amanecer, que presentó en marzo en Pasaje Montoya de Barcelona.

Rafael Ulecia posa para ICON con su guitarra en casa de su padre, en la sierra de Collserola.

Su propuesta, arraigada en la tradición, se expresa desde una mirada contemporánea. En medio del resurgir del flamenco en la escena musical actual, parece que atrapa su autenticidad y su sensibilidad, un enfoque fresco y personal, entre lo ortodoxo y lo emergente. “Paco de Lucía, Niño Miguel, Sabicas, Moraíto Chico, estos son mis ídolos y estoy orgulloso. Me inspira el mar, el campo, el cielo cuando se pone azul oscuro y sale la luna creciente muy fina, como en el cuento de Las mil y una noches, los recuerdos de niño en Sanlúcar de Barrameda, el olor de una copa de manzanilla, las noches de verano en las que después de cenar mi padre sacaba la guitarra y cantaba la canción de Érase una vez una mariposa blanca..., de Lole y Manuel... Y también los caballos, que han sido un elemento fundamental en mi infancia, ya que mi padre fue rejoneador y cada fin de semana íbamos al picadero, sin fallo. Para mí, además, son una figura muy representativa de lo que identifico como flamenco, por la poderosa estampa que tienen, su manera de moverse, sus quiebres, su temperamento, a la vez su dulzura...”, cuenta.

Le gusta que le pregunten por su guitarra. “Es una pieza hecha por Hermanos Conde en 1980, blanca, de ciprés. No para de mejorar con el tiempo”, asegura. “En el disco hay rumbas, bulerías, tangos, tira hacia los palos más festeros, se escribe así, sin i. Una mezcla entre pura juerga y otros temas más solemnes. Lo primero ha sido una soleá, y lo siguiente, una sevillana. Es un momento dulce para el flamenco pero yo simplemente trato de emocionar con honestidad y belleza, volver a la música, y al arte en general, con contenido. Desde el corazón y el oído, si algo me pellizca lo incluyo y si no, lo descarto. Componer y también grabar, donde se plasma la interpretación, es una búsqueda muy profunda dentro de uno mismo en la que intentas traducir en notas tus emociones y paisajes. Yo le tengo miedo a componer. Ese compromiso con la búsqueda personal lo hace a veces muy difícil. Se siente como si te sumergieras mar adentro y a medida que vas más abajo, mas vértigo te da y más ganas tienes de subir y escabullirte. Pero cuando sales del agua con una buena perla gorda, esa sensación no tiene precio”. Viene de tocar en una corrida de toros en Béziers, Francia, y en octubre prepara el próximo lanzamiento de single, que será en el Tablao de Carmen.

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