“¡Costaban una barbaridad, pero las necesitaba!“: un ático de solo 55 metros cuadrados plagado de leyendas de la decoración
Tras una década centrada en pisos ajenos, la interiorista Marie-Anne Derville se compró este pequeño apartamento parisiense y lo ha llenado de antigüedades y joyas ‘art-déco’

Si a los decoradores se los eligiese como al Dalai Lama alguien habría llamado ya a la puerta de Marie-Anne Derville en busca de la nueva Andrée Putman, la añorada reina del revival art déco en la alta decoración. Igual de espigada que ella, esta interiorista francesa (Reims, 38 años) no solo se le da un aire y ejerce su misma profesión, sino que su padre fue amigo de su familia, comparte muchos de sus referentes y, lo que es más curioso: cuando, tras una ruptura en 2018 se puso a buscar piso en París, acabó por casualidad en uno del barrio del Marais que resultó que lo había diseñado la mismísima Putman.

Pero hasta aquí estas pruebas de la transmigración de las almas. Marie-Anne Derville no se sentía del todo cómoda en aquella casa, como tampoco lo había estado en las demás que había alquilado hasta entonces. “Viviendo en ese piso de Putman aprendí mucho de su trabajo, y las fiestas que di allí fueron grandiosas. Pero llegaba la tarde, me ponía a leer o a descansar y no conseguía relajarme. Había algo hostil, un gesto creativo tan fuerte que se me hizo pesado”. Así que poco después compró el pequeño ático de este reportaje: tras una década habitando universos ajenos y diseñándolos para sus clientes, deseaba un sitio propio en el que poder crear uno a su medida. “Es mucho más modesto, pero me ha dado mucho más espacio para expresar mis gustos. Cuando lo compré tenía una decoración de cabañita francesa que no fue ninguna tragedia cargarse”. Incluso su ubicación a un paso de la plaza de los Vosgos le va como un guante. “Como está en el límite de los distritos III, IV y XI es imposible situarlo en una casilla del mapa en concreto, un poco lo que pasa con mi perfil”, asegura Derville.

No solo es que en los veinte años que lleva en París se haya ganado la vida con cosas tan distintas como la música indie o el periodismo, ni que fuese el azar lo que, en 2014, la llevó a recalar en el mundo de la decoración cuando un amigo la animó a postularse como ayudante de Pierre Yovanovitch, el prestigioso arquitecto de interiores que se convirtió en su mentor. En el estudio que montó por su cuenta hace cuatro años, Derville trabaja en proyectos como el que está ultimando en un ático de Nueva York y hace todo lo que se le supone a una interiorista. Pero también abarca el diseño escenográfico y de exposiciones de arte o, desde el año pasado, el diseño de sus propios muebles, como los que presentará este otoño en la galería Pierre Marie Giraud de Bruselas. Los referentes que la guían en estas distintas facetas son igual de variados: según señala, el icono de la lujosa sencillez art déco, Jean-Michel Frank, es la divinidad principal de un panteón en el que otras leyendas del diseño −como la propia Putman o Eileen Grey− conviven con la fallecida socialite Carolyn Bessette, los viejos descapotables Volkswagen Golf en los que se fijó para diseñar una silla de su colección de mobiliario y, en fin, cualquier otra cosa que logre encapricharla. “Pierre y yo tenemos una palabra para referirnos al gran chic que se esconde en las cosas inesperadas: el ‘beyondismo’. Por nuestro trabajo estamos tan expuestos a la belleza sin paliativos que nos gusta ir más allá [beyond] y encontrarla también en objetos con una estética menos obvia”.







En su ático, por ejemplo, su tesoro más preciado es la pareja de columnas de mármol falso de los años cuarenta que encontró en un anticuario parisiense. “Costaban una barbaridad, pero nada más verlas supe que no podría seguir sin ellas. ¡Las necesitaba! Los pies negros de mujer que tienen en la base me recuerdan a las lámparas con brazos de La Bella y la Bestia de Cocteau. Encarnan todo lo que amo, una especie de extrañeza elegante que me fascina”. Derville las mezcla con piezas viejas y modernas sin que los 55 metros cuadrados que mide su piso se carguen de ese aire un poco viciado de las tiendas del Rastro. Según ella la clave está en la chimenea metálica, un diseño propio que encargó fabricar a los artesanos de Ateliers Bataillard y que usó de referencia para disponer el resto de los elementos de su colección: un sofá años cuarenta de André Carhlian, las mesitas de madera lacada años treinta del pintor vietnamita Thanh-Lê, una foto de Dominique Nabokov o las cerámicas de Guidette Carbonell (“en un interior debe haber un elemento central fuerte que marque el tono y le dé carácter. A partir de ahí, compones lo demás”, afirma). Las paredes las mandó pintar de un color perla rosado que va volviéndose más cálido a medida que pasa el día y, puesto que varias de las ventanas dan directamente al cielo y el suelo blanco de moqueta se confunde con los techos, la casa y los muebles parecen suspendidos en el aire. Hay quienes lo describirían como minimalista, pero la manera que tiene su dueña de entender cosas como la sencillez o lo uniforme es algo diferente de la que se suele defender desde este movimiento. “Me gustan los espacios neutrales por la simple razón de que dejan más libertad a sus ocupantes para jugar y divertirse con sus objetos y muebles. Y yo soy una coleccionista de corazón: me enamoro de sillas, sillones y sofás con los que me gusta vivir un tiempo y que luego muchas veces acabo revendiendo”.

De hecho, nuevos flechazos han ido alterando la apariencia de su piso con respecto a estas fotos. Por ejemplo, acaba de cambiar las cortinas por unas de organza en color lima que pertenecieron a Karl Lagerfeld y, del mismo modo, el bronce de un gladiador que reposa en una de sus mesitas −pieza del siglo XVII procedente de la colección de Yves Saint Laurent− pronto abandonará la casa: es un préstamo temporal de sus amigos de Galerie Kugel. “Este no es un piso diseñado por un gran arquitecto. Es un espacio en transformación donde los objetos salen y entran continuamente, cambiando su energía como en el escenario de un teatro”, concluye Derville. Igual que ella, se trata de una casa con muchas vidas pasadas.

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