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“España tiene unos cementerios maravillosos”: el necroturismo como forma de redescubrir Lleida, Madrid o Santander

Las experiencias en camposantos mediante diferentes iniciativas adquieren notoriedad y le quitan a la muerte la losa de lo macabro

Cementario Skogskyrkogården en Estocolmo
Jaime Lorite Chinchón

El pueblo de Montornès de Segarra, en Lleida, solo cuenta con 96 habitantes. También tiene uno de los cementerios más bonitos de España, un recinto de estilo modernista del siglo XIX situado en una colina, con espacio reservado para todos ellos. Su alcalde, el socialista Dionís Oña, cuando recogió el pasado 19 de junio en Madrid el segundo premio en la categoría de mejor cementerio dentro del Concurso de Cementerios de España (organizado por Enalta y celebrado en la sede de Fundación Mapfre), se felicitaba por la hazaña: “Hemos tocado el cielo sin ocupar aún nuestra parcela”. Completaban el podio, en lo más alto, la necrópolis de Las Ruedas, en Padilla de Duero (Valladolid), y en el tercer puesto el Cementerio Jardín de Alcalá de Henares (Madrid).

Cementerio de Montornès de Segarra (Lleida).

María Bolado, la directora del cementerio de Ciriego, en Santander, que se alzó con el primer premio en la categoría de mejor monumento, tampoco podía ocultar su emoción después de tres años presentándose: “Yo he llorado muchísimo, pero cuando te dan este premio ves que merece la pena y que hay que seguir. Para los enamorados de los cementerios, como soy yo, es muy importante lo que estamos haciendo”, decía a ICON Design tras el evento. El valor total de los premios, con cinco categorías –mejor cementerio, monumento, historia, actividad de puertas abiertas e iniciativa medioambiental–, ascendía a 7.000 euros y se entregaban mediante votación popular, tras una criba de un jurado profesional que dejaba tres finalistas por apartado. A esta novena edición se han presentado 74 camposantos, el récord, según María Vicioso, jefa de área de clientes y marca de Enalta. “España tiene unos cementerios maravillosos”, reivindica. “Nosotros, como empresa de servicios funerarios, lo que queremos es acercarnos a la sociedad y normalizar este concepto de la muerte, entendiendo que los cementerios tienen un valor cultural muy alto”.

Iglesia del cementerio de Ciriego (Santander).

Principalmente, se presentan al concurso cementerios de municipios pequeños. En los años anteriores se podía consultar en directo cómo evolucionaban las votaciones, efectuadas a través de la web de Adiós, la revista de Enalta. Pero en esta edición, donde igualmente ha habido récord de votos, han optado por ocultar los resultados hasta el final. ¿Había tensiones por el concurso entre los pueblos, como en una especie de Grand Prix necrofílico? “¡Trifulcas graves no, afortunadamente!”, responde Vicioso. “Pero al final esto depende del ayuntamiento que más se mueve, que más patrocine y más potencie con su municipio en prensa y redes”. Aunque no hay registros que permitan saber con certeza cuántas personas visitan cementerios al año en España ni, en particular, cuántas de ellas lo hacen recreativamente, la portavoz cree que en nuestro país se va asentando una dimensión turística que existe desde hace tiempo en otros lugares de Europa. Igual que los cementerios de Montmartre y Père-Lachaise son enclaves imprescindibles en cualquier guía de París, lo son los de La Almudena y San Isidro en Madrid o el de Montjuïc en Barcelona.

Un síntoma sí puede apreciarse en la proliferación de literatura necroturística. Por ejemplo, el pasado año la escritora Marta Sanmamed, especializada en historia y arte funerario, publicó De tumba en tumba: Ruta misteriosa por los cementerios de España (Almuzara). “Hablar de turismo siempre me ha chirriado, fíjate. Es otro tipo de viaje. Son grandes museos, las mejores obras de Mariano Benlliure están en los cementerios”, cree la autora, que en su libro recoge historias como la del único enterrado de pie en España, un joven del que se dice que en 1869 falleció de tristeza poco después de la muerte de su amada y pidió ser enterrado en vertical junto a su tumba, en el cementerio riojano de Alfaro, para velarla eternamente. “Paseando, siempre hay algo de lo que tirar del hilo. Un epitafio, un símbolo, algo de la masonería… Y, sobre todo, tienes la sensación de que estamos aquí de paso, de que tener la muerte presente te ayuda a vivir de una manera más intensa. Tú ves un cementerio y se te quitan las tonterías”.

Lápida de Greta Garbo en el Skogskyrkogarden, cementerio de Estocolmo declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El best-seller del subgénero es, en cualquier caso, Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios (Anagrama), de la argentina Mariana Enríquez, publicado en 2013 y ampliado de forma significativa en 2021. En él, Enríquez cuenta cómo un encuentro sexual en el cementerio de Staglieno, en Génova, detonó su pasión por los camposantos cuando era una veinteañera. Los puntos españoles de su ruta internacional son San Sebastián (cementerio de los ingleses, Igeldo y Polloe) y Barcelona (cementerio del Poblenou).

La compañía El Conde de Torrefiel ofreció asimismo este año por tiempo limitado una experiencia sonora interactiva para pasear en solitario entre tumbas. “El cementerio es una ciudad como otra cualquiera: hay barrios céntricos y hay extrarradio, hay barrios ricos y barrios pobres, hay personas importantes y personas sin nombre. La ciudad dormitorio también se levanta gracias a la piedra y al cemento. Se construye en calles asfaltadas, en edificios y zonas verdes. Es el doble negativo de una comunidad. El dopplegänger de la ciudad de los vivos”, describían en su página. Durante aproximadamente tres cuartos de hora, al oyente se le invitaba a deambular, pararse frente a lápidas, escuchar el ruido de un estadio de fútbol para imaginar cómo sonaría el cementerio si su población se expresase o escribir un epitafio propio en un papel para después quemarlo.

Cementerio de Poblenou (Barcelona).

“Profanadores de tumbas, de buen rollo”

El acto de entrega de premios del Concurso de Cementerios de España fue elegante y formal, si bien no faltaron las pinceladas de humor negro a cargo de algunos galardonados o de su presentador, el gaditano José Yélamo. Por ejemplo, a propósito del doble reconocimiento a sus vecinos del Cementerio Mancomunado de la Bahía de Cádiz (segundo mejor monumento y tercera mejor actividad de puertas abiertas), en Chiclana, Yélamo animaba a visitar el recinto y después comer “una doradita”. El conjunto alberga en su interior tumbas púnicas de los siglos V y VI antes de Cristo.

El gran triunfador de la jornada, el arqueólogo Carlos Sanz Mínguez, director del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg y propietario de una parte de la necrópolis de Las Ruedas, en el municipio vallisoletano de Padilla de Duero, obtuvo el premio a mejor cementerio y el segundo premio a mejor historia. Se trata de un impresionante espacio sepulcral de origen prerromano, concretamente correspondiente al pueblo de etnia celta de los vacceos. Dado que una de las condiciones para competir en el concurso era que el cementerio siguiese en activo, Sanz relata que habilitaron una pequeña zona para enterrar nuevos restos incinerados de personas y de mascotas. Declarada Bien de Interés Cultural, la necrópolis de la antigua ciudad vaccea de Pintia abarca seis hectáreas, que se estima que acogen a unos 120.000 muertos, 24 generaciones de vacceos y de romanos. Es el único cementerio excavado de las cincuenta ciudades vacceas conocidas y Sanz lleva trabajando en él desde 1979, el año en que se descubrió.

Cementerio de Las Ruedas (Padilla de Duero, Valladolid).

“A veces en las visitas guiadas digo que los arqueólogos somos profanadores de tumbas, de buen rollo, porque nos mueve el conocimiento y también el respeto”, dice Carlos Sanz Mínguez, profesor de la Universidad de Valladolid, a ICON Design. “Qué mejor para un cementerio que seguir siéndolo, recuperar ese espacio de memoria. Al año próximo vamos a situar en un columbario todos los restos que hemos ido expoliando de aquellos vacceos y romanos que buscaban su último cobijo allí, con unas placas de reconocimiento. Estarán no en los laboratorios donde los estamos estudiando, sino ya dispuestos de nuevo para dejar memoria también y celebrar. Igual que el 1 de noviembre llevamos al cementerio de Padilla las flores a nuestros muertos, pues que estos otros también tengan sus flores y su memorial vacceorromano, porque nos precedieron, son nuestros antepasados y representan un regalo cultural”.

Otra propuesta reconocida fue la de Ripoll (segundo premio en iniciativa medioambiental), que acoge un proyecto de creación de hábitat para combatir el declive de las mariposas en Cataluña mediante plantas autóctonas. El cementerio, en definitiva, como reserva de nueva vida. María Bolado, la directora del cementerio municipal cántabro de Ciriego, cuenta que llegaron a acoger una visita nocturna de hasta 700 personas. “Es una visita al año donde juntamos todo tipo de arte. Bailarines, pintores, escultores, músicos, fotógrafos… Que juntemos a tantas personas en una ciudad pequeña como Santander dice mucho del interés que estamos levantando”. Inaugurado en 1883, alberga el monumento ganador de esta edición, el Panteón de la Familia Pardo (1917), de Javier González Riancho, arquitecto que también proyectó el Palacio de la Magdalena o El Promontorio.

Panteón de la familia Pardo, del arquitecto Javier González Riancho y construido por Diego Casanueva, ubicado en el cementerio municipal cántabro de Ciriego.

Bolado comparte la visión de los cementerios como “museos al aire libre y bibliotecas de piedra”. No obstante, cabe preguntarse si ese carácter cultural y retrospectivo cada vez mayor que la sociedad les está otorgando puede estar relacionado con que mucha gente ya no lo vea como un destino, por lo que la directora llama “la moda de la incineración”. “Se recuperan más nichos, así que no vamos a tener nunca problemas de espacio. Pero creo que hay que reinventarse y dar una vuelta a las cenizas, que no tan alegremente te las puedas llevar y hacer lo que quieras con ellas. No dejan de ser un resto humano y deben reposar en el sitio adecuado, que es un cementerio”, opina. María Vicioso, portavoz de Enalta, reconoce que es claramente la opción predilecta: “A nivel interno, con los servicios que podemos realizar al año, más de un 70% eligen como destino final la incineración. Está, por un lado, que es muchísimo más económico que una inhumación o un entierro convencional. Por otro lado está el valor conceptual, como que la incineración sea algo que respete más el medio ambiente”.

Cementerio de La Almudena (Madrid).

A la escritora Marta Sanmamed le gusta ver a los enterradores como una suerte de sherpas, tanto por las curiosidades o detalles que pueden revelar sobre un cementerio como por su conocimiento del mapa cuando uno, por ejemplo, se desorienta en las 120 hectáreas de La Almudena, el cementerio más grande de la Europa occidental. Con casi cinco millones de personas enterradas, tiene una población de muertos mayor que la de vivos censados en la ciudad de Madrid. “Tengo ahí enterrada a mi familia, así que voy a visitarlo a menudo. Pero es verdad que eso de pasear libremente sabiendo que me voy a perder es un riesgo asumido”, admite. Con su propia línea de autobús dentro del cementerio, que cuenta con hasta 12 paradas, La Almudena tiene grandes avenidas, un extraordinario patrimonio artístico, zonas verdes, vecinos silenciosos y una colonia de gatos. Hay hasta quien se anima a hacer deporte. El sueño del turista.

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Sobre la firma

Jaime Lorite Chinchón
Colaborador de ICON desde 2019. Periodista cultural, también ha escrito para la sección de Cultura, El País Semanal, la revista Fotogramas o Ctxt. Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, también cursó Crítica Cinematográfica en la Escuela de Escritores y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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