¿Está esta casa diseñada para llevar al límite a sus habitantes?
El programa que profetizó en el año 2000 cómo iban a caer las barreras de la intimidad en el siglo XXI ha cambiado de casa y volverá este otoño con un elemento inalterable: un hogar lleno de cámaras


“Una casa completamente renovada con más de 1.200 metros cuadrados”. Hasta aquí, la oferta parece un sueño. Sigue así: “Más de 615 metros cuadrados de decorado y casi 300 de pantalla, 70 cámaras, 118 micrófonos de ambiente, 20 micrófonos inalámbricos y 25 altavoces. Además, la casa está iluminada por más de 250 focos”. Esto ya es otra cosa. Al entrar en el enorme apartamento que ponía en alquiler el personaje de Carmen Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios –todo decorado, puro artificio, colores chillones y sin paredes–, Rossy de Palma se quejaba con cierto guiño al espectador: “Yo lo que quiero es una casa. Y esto no es una casa casa”. Esta que nos ocupa, tampoco.
Se trata de una casa televisiva, concretamente la de la última edición de Gran Hermano, según la descripción publicada en la web de Telecinco. Una casa construida no tanto para los que están dentro, sino para los que miran desde fuera. Lo cual no es ninguna locura: desde hace mucho tiempo, hay restaurantes, parques y hoteles pensados para ser fotografiados antes que para ser paseados, disfrutados o vividos. La instagramización de la sociedad, lo llaman. Pero hace 25 años el formato Gran Hermano vio venir de alguna manera que esa mirada ajena sobre la cotidianidad de las cosas iba a cambiar los lugares y también la televisión. Hoy el público ha normalizado que haya unas personas encerradas a las que podemos mirar sin discreción y también ha normalizado los extraños lugares en los que viven.
Nos hemos acostumbrado a mirar. Las realidades alteradas que la televisión convierte en pasto para tramas apasionantes nos han llevado a mansiones ostentosas que siempre están iluminadas para las cámaras (en formatos como los Las Kardashian o la saga Real Housewives), playas paradisíacas que a la vez son una trampa emocional (Supervivientes o La isla de las tentaciones), academias gigantescas para sonrisas y lágrimas (Operación Triunfo) y casas, todo tipo de casas. Casas que los concursantes debían construir (La casa de tu vida), casas en el campo (La granja, Acorralados, Campamento de verano), supuestos hoteles (Hotel Glam) y supuestos castillos (El castillo de las mentes prodigiosas).


Algunos programas llevaron el encierro hasta el extremo. En El Bus los concursantes estaban encerrados en un autobús y compartían una sola cama. En Unan1mous, estaban encerrados en un búnker. El caso más extremo es tal vez El marco, que se emitió sin éxito en Antena 3 y cuyo espacio lo delimitaba el plano, o sea, la propia mirada del espectador: sus concursantes tenían prohibido abandonar el encuadre de la cámara, que abarcaba unos 20 metros cuadrados. Hoy la locura no parece tal: hay más de 1,2 millones de pisos en España que miden menos de 15 metros cuadrados. Si los realities de convivencia se adelantaron a Instagram, los de convivencia extrema se adelantaron a la crisis de la vivienda.
De toda esa variedad de hogares-plató, la casa de Gran Hermano ha sido la más duradera y la que más ha calado entre el público. Y, con la noticia de que acaba de ser trasladada de su histórico emplazamiento en Guadalix de la Sierra (cuyo ayuntamiento quiere convertir en museo), promete seguir dando audiencia durante unos cuantos años más. A medio camino entre una residencia y un plató, es fácil que el espectador llegue a una conclusión cuando se enfrenta a ella: es una casa creada para despertar reacciones en sus concursantes y, por lo tanto, tramas que enganchen a los espectadores.
“La casa de Gran Hermano es un espacio creado para las emociones y lógicamente el diseño y la estructura también está a su servicio", confirma Carlos Otero, que fue redactor en Gran Hermano durante cinco ediciones y ha impartido cursos de redacción en reality shows. Como ejemplo, habla de uno de sus elementos más reconocibles: el jacuzzi. “Los jacuzzis no solo son opciones de confort, también son una invitación al placer”.


Hay más elementos que llaman la atención de cualquier espectador avezado. Las estancias gigantes y abiertas no solo son propicias para el tiro de cámara, sino que hacen que sea muy difícil que alguien halle una esquina o refugio para evadirse. La presencia de dos dormitorios enormes que los concursantes deben compartir es el perfecto caldo de cultivo para el desencadenante del drama en todas los ediciones: la inevitable creación de dos bloques enfrentados. Que solo haya un sofá curvo donde todos los concursantes tienen que verse las caras sí o sí es ideal para la confrontación. Y la iluminación de plató y la presencia de colores chillones (no es constante en todas las ediciones, pero sí muy habitual en las últimas), perfecta para que siempre exista cierta posibilidad de crispación.
Agus Cantero, director creativo de Banijay Iberia y diseñador de las últimas casas de Gran Hermano, explica que para el diseño se tienen en cuenta, sobre todo, “los movimientos naturales de los concursantes en la convivencia y las dinámicas propias del concurso, como dónde está situada la puerta de entrada, por dónde acceden a la nave de pruebas o a la sala de expulsión”. El salón, donde se desarrollan las conexiones más importantes con el plató principal y tienen lugar nominaciones, expulsiones y debates encendidos, es el lugar donde se se hace más obvio el hecho de que estamos, también, en un plató. “Hay que sentar a un gran número de personas, retratar esa escena en plano general y disponer de un plano corto de cada uno de ellos. Y todos tienen que estar bien compuestos e iluminados, ya que este diseño se repite durante toda la edición. Como norma general, al contrario que la mayoría de nuestras casas, el sofá no puede estar pegado a una pared. El plano corto de una persona sentada ahí sería angosto y pobre, muy lejos de un programa de prime time. Por ello creamos espacios amplios y ricos tras ese sofá, intentando ubicar el resto de la casa en el general, y que tengamos fondos desenfocados, abstractos y con profundidad en el plano corto".
(Como anécdota: los sofás sí estaban pegados a la pared en la primera edición. Enfrentarse hoy a aquellas imágenes de hace un cuarto de siglo remite más a un vídeo doméstico en un piso de estudiantes que a un espectáculo que alcanzaba un 70% de share).

Respecto a los espacios amplios y sin paredes, Cantero explica que no responden tanto a un planteamiento dramático como estético: “Los espacios pequeños son muy acogedores en nuestro hogar, pero funcionan peor a través de la óptica de una cámara de televisión”. Pese a todo, hay ocasiones en las que los concursantes, necesitados de un espacio íntimo y acogedor, se han parapetado en momentos clave y han hecho que grandes momentos del programa tuviesen lugar en los rincones más insospechados. “La trama de la famosa noche de Gran Hermano 15 entre Paula, Omar y Lucía [Omar tenía una relación con Paula, pero al entrar su expareja Lucía en la casa se dio cuenta de que la quería y abandonó a Paula, para shock de los espectadores y de Paula, a la que, como estaba mandado, el papel de víctima convirtió en ganadora] sucedió en el vestidor, pegados a la puerta de un armario. Igualmente, en un pequeño rincón del confe [confesionario] en Gran Hermano VIP 7, Adara revelaba a Benita Maestro Joao sus dudas hacia su pareja y su incipiente enamoramiento de otro concursante. Esos fueron sus refugios, y no sabemos si esas conversaciones se podrían haber producido en el sofá del salón". Carlos Otero añade que “en la última edición el cuarto de la lavandería era un lugar donde tenían lugar muchas confesiones. Con todos los espacios que tienen a su disposición encontraban intimidad en un espacio eminentemente funcional porque se sentían más apartados”.
Comportamientos inesperados como estos hacen que a veces la regla sea inversa y sean los concursantes los que dictan el diseño de la casa. Según Otero, cuando desde la dirección se constató que en el vestidor tenían lugar conversaciones cruciales para el concurso, se añadieron elementos. “Se juega en todos los sentidos: mientras solo hay una mesa de comedor que fuerza la comunión, en las últimas ediciones el vestidor contaba con sofá aparador en el que los habitantes se podían sentar para compartir confidencias”.

Cantero asegura que, lejos de lo que pueda parecer desde el sofá, se busca que la casa sea acogedora para los concursantes. “Siempre buscamos distribuciones con mucha luz natural. Casi todos los espacios dan al jardín a través de grandes cristaleras y la luz artificial va cambiando durante el día, siguiendo el ciclo solar”. ¿La explicación de que el espectador tenga interiorizada la idea de que la casa es un lugar excesivamente iluminado? La luz de plató está reservada para las galas, habitualmente las entregas que consiguen las mayores audiencias. “Cuando está terminada, decorada y lista para el arranque”, defiende Cantero, “el equipo recorre las estancias y siempre se escucha un: yo me quedaría a vivir aquí. Siempre buscamos el equilibrio entre la sensación de hogar y un programa de entretenimiento en prime time”.
Cantero también señala que la estética ultracolorida ahora tan asociada a Gran Hermano no ha estado siempre ahí. “Hemos hecho de todo. En la última edición la casa ha tenido mucho color, así como materiales y texturas más sofisticadas porque queríamos diferenciarnos de la anterior, que tuvo una estética más mediterránea, con materiales más naturales y formas más orgánicas. A esta llegamos porque veníamos de una súper colorida y geometrías básicas, inspirada en el estilo Memphis. Normalmente alternamos estilos para que el espectador note el cambio entre ediciones. La reacción al diseño de la casa de los concursantes también varía. Las casas coloridas suelen ser, en su primera impresión, las más espectaculares para ellos. Quizás les traslada a un lugar diferente y divertido”.

El confesionario es uno de los lugares clave de la casa y el único donde los concursantes pueden encontrar soledad y hablar con alguien. Cantero concede que en él sí se tiene en cuenta el aspecto psicológico. “Tiene que respirar intimidad, es su razón de ser, pero también es marca del formato. Los dos valores de plano, general y corto, tienen que ser muy reconocibles, y solo tenemos dos elementos para definirlos: el sofá y el fondo”. Cantero asegura que no han detectado patrones que definan comportamientos por el diseño. “La casa no se diseña en función de estas variables, pero sí recuerdo una anécdota divertida. Hace unos años decidimos bajar las cámaras a la altura de los ojos para alejarnos del plano tipo cámara de seguridad y ofrecer una perspectiva más realista. Fue entonces cuando Kiko Rivera protagonizó un momento muy cómico al chocarse con una de las cámaras”. Según la deontología del diseño de interiores fue una metedura de pata pero, en la jerga de un reality, eso fue un momentazo.
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