Sin pilares y con la entrada en el techo: la peculiar casa que flota muy cerca de Barcelona
Casa Magarola, de 175 metros cuadrados, se encuentra Sant Cugat del Vallès y está construida en cuesta sobre finas pantallas de hormigón


“Apenas roza el suelo”, cuenta Raúl Sánchez sobre su última creación, Casa Magarola, una vivienda de 175 metros cuadrados en el término municipal de Sant Cugat del Vallès, a escasa distancia del centro de Barcelona. El edificio “flota” sobre finas pantallas de hormigón, evitando así perforar en exceso la roca de pizarra que cubre el grueso de la parcela. “No tiene pilares ni estructura aparente”, explica el arquitecto, “solo ese par de patas que le sirven de tenue anclaje y que acaban de apoyar la casa sobre su trasero”.

A Sánchez le entusiasma diseñar edificios que “dialoguen con el paisaje desde la naturalidad y la falta de estridencia, sin apenas dejar huella”. Magarola lo hace. Todo en ella responde a la voluntad de minimizar su impacto, de “encogerse” en apariencia para poder crecer entre resquicios, de coexistir adaptándose como un sinuoso guante a la ladera de roca que le sirve de anfitrión.
De ahí lo peculiar que resulta. Para empezar, se accede a ella desde un nivel superior en el que la vivienda “se presenta como un cuerpo hermético y regular”. De ese acceso parte una escalera volada que desembarca en la planta principal, “una gran terraza comunicada con la generosa cocina mediante un balcón con cuatro ventanas correderas”. Las ramas de los árboles “acarician las fachadas” contribuyendo a ese diálogo fluido entre la casa y su entorno inmediato: “En cada rincón, en cada esquina, se va revelando el paisaje del valle circundante y la cercana sierra de Collserola”, cuenta Sánchez. El edificio transmite, en su opinión, “una familiaridad distante inspirada en la obra de Miguel Ángel, una sutil extrañeza”, como si la formas de siempre se pusiesen esta vez al servicio de una lógica insólita.

Funambulismo sobre roca
Construir en cuesta, según argumenta Sánchez, ha supuesto mucho más que un reto técnico: “Las peculiaridades de la parcela y la rotundidad del paisaje en que se ubica me han obligado a un ejercicio de pensamiento lateral que creo que ha acabado resultando muy fértil. Hablamos de una pendiente extrema, que alcanza en algunos tramos el 100%. ¿Cómo construyo una casa en un espacio así sin recurrir a la cirugía intrusiva, sin aplanar el terreno? ¿Cómo la sujeto?”.
Los clientes llegaron a su estudio (Raúl Sánchez Architects, con sede en el barrio barcelonés de Poblenou) siendo conscientes de las dificultades del encargo y sin apenas ideas preconcebidas: “También tenían un presupuesto algo limitado, pero suficiente. En general, se dejaron guiar. Mi primer boceto no era lo que esperaban, pero les gustó. Como suelo hacer con mis clientes, tuve una larga conversación preliminar con ellos para que me explicasen cuáles eran sus prioridades, cómo querían vivir, y a partir de ahí hice un primer diagnóstico y les pedí que se pusiesen en mis manos y me dejasen dibujar”.

Sánchez, nacido en Linares en 1978, es un hombre culto, lector voraz y tan aficionado a las bellas artes como al cine. Entre sus películas de cabecera figura Apocalypse Now, ese lúgubre delirio de Francis Ford Coppola en que Marlon Brando, el soldado poeta, pregunta a Martin Sheen, el hombre enviado a ejecutarle, qué le parecen su método y este responde: “Con el debido respeto, mi coronel, en el tiempo que llevo con usted, no he visto nada parecido a un método”.
Como el coronel Kurtz, Sánchez asegura no tener un método: “Procuro inventar. Cada nuevo proyecto implica una serie de condicionantes y exigencias previas que para mí suponen una oportunidad y una fuente de inspiración. Intento no repetir patrones, buscar soluciones frescas. Pero tampoco me obsesiono con una persecución de la originalidad absoluta, que resultaría estéril. Cada vez estoy más convencido de que solo si no conoces la historia puedes creer que estás haciendo algo radicalmente nuevo. Si la conoces, aspiras más bien a marcar la diferencia con la atención al detalle y la sensibilidad para captar matices”.

Por supuesto, Sánchez no es el primer arquitecto que diseña un edificio en cuesta intentando minimizar su impacto. Pero sí el primero que lo hace en esa cuesta en concreto, sobre ese lecho de roca, y para una pareja de clientes “a los que entusiasma vivir en contacto con la naturaleza y para los que la cocina es el espacio más importante de la vivienda, porque es ahí donde reciben a sus amigos y donde realizan los principales rituales de su vida cotidiana”. Con esas variables en mente, Sánchez se puso mano a la obra y la Casa Magarola empezó a recorrer el sendero que conduce de la abstracción a la materia.
Así, fue cobrando forma esa planta inferior de fachada acristalada cuyo bloque central hospeda escalera, baño y despensa y deja fluir a su alrededor cocina, salón y mirador abiertos al valle. También la sorprendente escalera interior que se cuela por un hueco circular para atravesar a continuación un torreón cuadrado. O los pequeños balcones que distribuyen, ya en la planta superior, los tres dormitorios con puertas correderas y el baño. El uso de la proporción áurea en planta y alzado da al conjunto, en opinión de Sánchez, “un equilibrio visual adecuado entre la sencillez y la sofisticación”. La gama cromática contribuye a ese efecto: los amarillos muy tenues de los balcones abiertos al valle conviven en tensión armónica con los tonos terrosos que predominan en el resto de espacios.

Cómplices necesarios
Para el arquitecto, lo fundamental en este proyecto, como en la mayoría de los que asume su estudio, ha sido “encontrar a unos clientes receptivos, dispuestos a hacer un acto de fe y atreverse a vivir de la manera que les he propuesto, que no resulta en absoluto convencional”. En realidad, esa es una de las constantes de su estilo, tal vez la principal, junto al compromiso de dejar la menor huella posible sobre el entorno: “Tiendo a idear espacios de planta sencilla pero vivencia compleja”.
Contra la arquitectura de fachada, él propone una arquitectura “narrativa”, basada en espacios “con personalidad”, con su propio relato, “que no se perciban de una, sino que vayan revelando su esencia paso a paso, capítulo a capítulo, a medida que la recorres, que vives en ella y que exploras sus posibilidades, como si leyeses una novela”. Si vas a vivir en una vivienda determinada una parte sustancial de tu vida, ¿por qué no dejar que te sorprenda y que estimule tu imaginación?

Sánchez asume que, más que clientes, necesita cómplices, porque “solo las personas poco convencionales están dispuestas a vivir en espacios poco convencionales” como los que él imagina y diseña. Por suerte, esas personas existen: “Tuve una etapa, en torno a 2010, en el peor momento de la crisis del mercado inmobiliario en España, en que encontrar esos espíritus afines me resultaba difícil y llegué a plantearme si mi visión de la arquitectura no era demasiado exigente y poco pragmática. Por suerte, en los últimos años, la mayoría de los clientes que acuden a mi despacho tienen una idea bastante precisa de cómo trabajo y qué pueden esperar de mí, así que no resulta difícil que se pongan en mis manos y me permitan seguir imaginando”.
Así, de un buen cliente a otro, el jienense ha ido encadenando proyectos como el “rescate” de la mini-vivienda BSP 20 del Born de Barcelona, el apartamento Tibbaut, la PSM21 House de Castelledefels, la sede en Ibiza de la cadena de ropa Polonio, la Row House de El Prat de Llobregat, las sedes de la clínica dental Impress en ciudades como Barcelona, Milán, Madrid y Valencia o el Espai Saó en La Pobla de Ciervoles. “Me gusta pensar que cada uno de esos proyectos tiene una personalidad distintiva, algún detalle que lo singulariza”, remata Sánchez, “pero en ellos se aprecian constantes como mi gusto por los estados ambiguos, la aparente sencillez formal en equilibrio con la complejidad conceptual, la capacidad de sorpresa o el uso muy meditado del color”. Características también muy perceptibles en la Magarola, la casa a la que se accede desde el techo y que serpentea sin complejos por una ladera de roca sin apenas rozar el suelo.
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