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‘Naranja Supreme’ o cómo Timothée Chalamet se convirtió en el decidido tormento (y a la vez sueño) de cualquier publicista

El actor neoyorquino cumple 30 años convertido en una estrella del ‘marketing’. Para promocionar ‘Marty Supreme’, la próxima película que podría valerle la tercera nominación al Oscar, está dispuesto a hacer de todo: de apropiarse del chillón color, a dar el salto al rap

‘Naranja Supreme’ Timothée Chalamet

El año 2023 fue el del rosa Barbie, película de Greta Gerwig. El 2024, el del verde chillón Brat, álbum de Charli XCX. Y a pocos días de que se acabe el año ya ha aparecido el color que definirá este 2025 y parte del 2026: el naranja eléctrico Marty Supreme, próxima película de Timothée Chalamet. Naranjas son los trajes conjuntados que el actor neoyorquino ha lucido con su novia, Kylie Jenner, y con su madre; los guardaespaldas que le acompañan con grandes pelotas de ping-pong como cabezas; y hasta el zepelín promocional que hace poco volaba por Los Ángeles. En gran parte todo este despliegue es gracias a Chalamet. El actor, que este sábado 27 de diciembre cumple 30 años, es mucho más que una estrella del cine: es una verdadera estrella del marketing.

“Si utilizamos un naranja básico estaríamos copiando a Barbie. ¿Y cómo conseguimos separarnos? ¡Con un naranja intenso, corroído, oxidado!”, explicaba enérgico Chalamet en un vídeo publicado hace unas semanas. Con más de 20 minutos de duración, el vídeo falsea una reunión de Chalamet con el equipo de marketing de Marty Supreme, película que podría dejarle su tercera nominación al Oscar y que en España se estrena el 30 de enero de 2026. Allí les explicaba que el naranja es el tono que escoge su personaje, jugador de ping-pong, para sus pelotas y les proponía distintos usos del color para promocionar la película. Desde teñir la estatua de la Libertad, construir un zepelín promocional o conseguir que Chalamet saliese en la mítica caja naranja de los cereales Wheaties, famosos por popularizar el lema de “el desayuno de los campeones”.

El vídeo se viralizó al instante por su tono irónico, pero con el paso del tiempo se fueron cumpliendo una a una sus peticiones. La estatua de la Libertad es el único reto que aún les queda por cumplir. Con el propio Chalamet pasa lo mismo. Aunque sus despóticas órdenes al equipo publicitario eran una farsa, en el fondo tiene una ilusión innegable por implicarse en las campañas publicitarias. “Es más que una implicación, es una forma de vida. Porque es lo que nos exige esta época. La capacidad de atención de la gente es bajísima. ¿Cómo se consigue convencerlos para ir al cine y gastarse dinero? Tengo un público, así que me dirijo a él y me entrego al 150%”, contaba hace poco el actor en la revista francesa Premiere.

Sunde J. Sastre, coordinador del máster en Entertainment Marketing de la ECAM y cofundador de la consultora CØLLAGE, remarca la importancia de estas estrategias publicitarias en una taquilla tan colapsada en la que es fácil confundir los 16 o 20 estrenos semanales, sin contar el streaming. “Timothée ha entendido la necesidad de llevar la gente a las salas y es consciente de que se puede convertir en un elemento diferenciador de cada película, más allá de su trabajo como actor”, explica. Si hace 20 años a los actores les bastaba con pasearse por más o menos festivales y hacer las entrevistas correspondientes, ahora esa estrategia se queda corta. El público, explica, demanda una relación más directa y espontánea por redes sociales.

Por eso, Sastre valora el vídeo de A24 como un ingenioso ejercicio de metapublicidad en el que Chalamet se dirige a un público joven que conoce y disfruta de los entresijos detrás de las grandes campañas de marketing. “Además se nota que Timothée, como Rosalía, se vuelca en la publicidad mucho más de lo que se le exige. Lo lleva en el ADN, tiene una sensibilidad especial y ha visto en ello una oportunidad”, añade. El actor, además, se involucra de todas las maneras posibles. En los últimos meses es difícil seguirle la pista. Todo empezó con una extraña retransmisión en Instagram en la que, rodeado de misteriosos hombres con cabeza de pelota ping-pong, anunciaba su nuevo look, completamente rapado para su rol en Dune: Parte Tres, y las ya icónicas chaquetas promocionales de Marty Supreme.

Tanto para el diseño de los hombres ping-pong, que desde entonces le acompañan a todos los eventos, como para las chaquetas, Chalamet se ha pasado meses trabajando con el diseñador Doni Nahmias y con su estilista Taylor McNeill. Todo ello, según mencionaba en una entrevista reciente con la revista Vogue, de manera autofinanciada. Las chaquetas, con el nombre del personaje y tres estrellas impresas, se han convertido en un fenómeno viral. Chalamet se las ha enviado a todas aquellas estrellas que admira, desde el futbolista Lamine Yamal al jugador de fútbol americano Tom Brady o el rapero Kid Cudi, para reforzar el eslogan de la película: Dream Big (sueña a lo grande). Siendo fiel a ese lema, el actor ha aprovechado cualquier oportunidad para hacer que el público se quede con el nombre de Marty Supreme.

Si la gente llevaba meses especulando con que se parecía al rapero EsDeekid, él se lanzaba a colaborar con él en un remix del tema 4Raws. Si a la gente le parecía poco pasear el nombre de su personaje desde un zepelín gigantesco en Los Ángeles, él se subía a lo más alto del estadio circular The Sphere, coloreado entero de naranja gracias a las luces LED, para gritar “Marty Supreme” a los cuatro vientos. En su campaña también ha habido momentos polémicos, como cuando le criticaron por la falta de humildad al reconocer que esta era su mejor interpretación y que llevaba siete años entregando papeles verdaderamente excepcionales. Pero con Chalamet se aplica más que nunca aquello de que no existe la mala publicidad.

“No quiero mirar hacia atrás y pensar que en mis proyectos decía: ‘Si queréis ver la película bien, si no, también’. No. [Si te arriesgas en la promoción] en el peor de los casos le puedes caer mal a la gente. Y en el mejor, alguien se sentirá atraído y pensará: ‘Oye, este tío verdaderamente piensa que la película que acaba de hacer merece la pena”, explicaba Chalamet en la entrevista de Vogue. En esas mismas páginas, recordaba que esta ilusión por enfocar la promoción desde un lugar propio le venía ya desde su primer papel importante en Call Me by Your Name (2017). Antes del estreno en la Berlinale, Chalamet conoció al diseñador Haider Ackermann y se enamoró de un abrigo rosa de Berluti que llevaba. Se decidió a llevarlo él mismo al gran estreno, pero su publicista no estaba nada convencido. “Me decía que me iba a cargar mi carrera antes siquiera de que empezara”, recordaba en la entrevista.

Al final llevó el abrigo rosa y el publicista no se pudo equivocar más. Frente al uniforme clásico de traje negro y gafas de sol de las estrellas que afrontan la promoción de sus películas con desdén, Chalamet entendió desde el principio que la moda era un elemento potente para dar a conocer su trabajo. Con colores chillones, arneses con lentejuelas y piezas con la espalda al aire, el actor neoyorquino ha sido siempre una de las estrellas más esperadas en las alfombras rojas. Sin embargo, no fue hasta el año pasado que empezó lo que se conoce como method dressing o estilismo de método. En su carrera por el Oscar con Un completo desconocido, en la que ya aplicó estrategias de publicidad similares a las de Marty Supreme, destacó por replicar muchos de los looks del músico Bob Dylan, al que interpretaba en la película.

Aún están por revelarse las nominaciones a los Oscars de 2026, pero todo indica que Chalamet conseguirá su tercera nominación con Marty Supreme —la primera fue con Call Me by Your Name. En ese caso, empezará una carrera aún más salvaje que la promoción que está haciendo ahora de la película. El actor no tiene ningún problema en aceptar lo mucho que significan para él los galardones y todo lo que está dispuesto a hacer para conseguirlos. Así lo confesó en la pasada ceremonia de los premios del sindicato de actores: “No voy a hacer de menos lo que significa este premio. Significa mucho para mí. Estamos en una industria subjetiva, pero yo aspiro siempre a la grandeza”. Para Chalamet, la verdadera grandeza lo abarca todo, no tiene límites y, desde luego, no diferencia entre marketing e interpretación.

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Sobre la firma

Lucas Barquero
Redactor de la revista ICON. Graduado en Cinematografía y Artes Audiovisuales por la URJC y Máster en Periodismo UAM-EL PAÍS.
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