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Mark Zuckerberg amplía su ‘búnker’ en Palo Alto: compra más casas, monta una escuela y compensa con regalos a vecinos molestos

El magnate adquirió una vivienda de 520 metros cuadrados en un adinerado barrio en 2011, pero no fue suficiente. Ahora posee al menos 11 ostentosas casas aledañas en las que se ha gastado más de 110 millones de dólares, vigiladas constantemente por cámaras y guardias de seguridad

El director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg, en el Chase Center de San Francisco (California), el 10 de septiembre de 2024.
Ixone Arana

El tranquilo y adinerado barrio residencial de Crescent Park, en Palo Alto (California), era conocido como hogar de abogados, altos ejecutivos y reputados profesores de la cercana Stanford. Fue en esa universidad donde se conocieron Larry Page y Sergey Brin, creadores de Google, y también estaba cerca el garaje de David Packard en el que se fundó Hewlett-Packard (HP). Ahora Palo Alto es también refugio de los pesos pesados de la industria tecnológica —ahí vivió y murió Steve Jobs—, pero hay uno en concreto que lleva años amenazando la tranquilidad de Crescent Park: Mark Zuckerberg. El fundador de Facebook y director ejecutivo de Meta, de 41 años, compró una casa de 520 metros cuadrados en el barrio en 2011, pero enseguida se le quedaron pequeños y desde entonces su influencia en el vecindario no ha parado de crecer, sin importarle los problemas que cause al resto de vecinos.

El magnate ha pasado de tener una única mansión a poseer un gran complejo que consta de, al menos, 11 casas en las que se ha gastado más de 110 millones de dólares, según publica The New York Times. Se ha montado así su propio paraíso residencial que incluye la casa principal de Zuckerberg y su familia, formada por su mujer, Priscilla Chan, y sus tres hijas (Maxima, August y Aurelia); varias casas para huéspedes, exuberantes jardines, una cancha de pickleball (un deporte de palas o raqueta que combina elementos del tenis,​ pádel, bádminton y ping-pong), piscinas... Tampoco falta la excéntrica estatua de Chan que Zuckerberg mandó esculpir para su mujer el año pasado.

“El complejo está rodeado por una alta hilera de setos, y no existe la posibilidad de llamar a la puerta principal para pedir azúcar. Uno de los edificios desocupados se utiliza para el entretenimiento y como escenario para fiestas al aire libre”, describe The New York Times en un extenso reportaje dedicado a este búnker del magnate. Otra de las propiedades que ha comprado en el barrio se ha utilizado durante los últimos años como escuela privada para 14 niños —incluidas dos de sus hijas—, a pesar de que ese no es un uso permitido para una casa en el barrio, según el código municipal. Seis adultos, entre ellos cuatro profesores, trabajaron allí durante el último curso escolar.

Palo Alto prohíbe a los negocios, incluidas las escuelas privadas, operar en viviendas si los empleados no residen allí y si generan más tráfico que una vivienda normal. Dicho uso requeriría una autorización municipal especial, que el millonario no obtuvo. Aaron McLear, portavoz de Zuckerberg y Chan, lo ha justificado en declaraciones al periódico neoyorquino diciendo que los alumnos formaban parte de un grupo de niños que estudiaban en casa formado durante la pandemia, y que han seguido educándose juntos para brindarles estabilidad. Pero la indignación por conocer la existencia de esta nueva escuela privada ha aumentado tras anunciarse el cierre de la Escuela Primaria de East Palo Alto, creada por el empresario tecnológico y su mujer en 2016 para niños de familias con bajos ingresos. El cambio se produjo después de la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, cuando, tras varias conversaciones con el republicano, Zuckerberg anunció la suspensión de su labor de apoyo social para centrarse en la ciencia.

Mark Zuckerberg, entre su esposa, Priscilla Chan (a su izquierda), y la mujer de Jeff Bezos, Lauren Sánchez, en la toma de posesión de Donald Trump.

Otra de las obsesiones del multimillonario en su cada vez más grande complejo residencial es la vigilancia. Hay cámaras colocadas en todas sus casas con vistas a las propiedades de sus vecinos y cuenta con un equipo de guardias de seguridad privados que van rondando en coches, graban a algunos visitantes y les preguntan a otros qué les ha traído al vecindario mientras caminan por las aceras públicas, según indica The New York Times. “Meta exige un fuerte sistema de seguridad para su director ejecutivo debido a amenazas específicas y creíbles. Las cámaras no están enfocadas a los vecinos, y las ajustan cuando se les pide”, aclara McLear al medio estadounidense.

La expansión continúa también bajo tierra. “Debajo del complejo, Zuckerberg ha añadido 650 metros cuadrados de espacio, unas zonas cavernosas que sus permisos de construcción denominan sótanos, pero que sus vecinos llaman búnkeres o incluso la cueva del murciélago del multimillonario. Las obras han durado ocho años, llenando las calles de maquinaria pesada y mucho ruido”, afirma el diario.

Zuckerberg se mantiene así en la senda de multimillonarios tecnológicos que acaparan titulares por sus molestas y descaradas exhibiciones de riqueza. Como la de Jeff Bezos en su boda con Lauren Sánchez en Venecia, que durante tres días fue el foco de cientos de paparazis, pero también de continuas protestas de los vecinos por el uso indebido de la ciudad como decorado para ricos. O la de Elon Musk, que también ha creado un gran complejo en Texas para sus numerosos hijos —ya va por el decimocuarto— y sus respectivas madres.

Protestas en Venecia por la boda de Jeff Bezos y Lauren Sánchez el 28 de junio de 2025.

“Ningún barrio quiere ser ocupado. Pero eso es exactamente lo que han hecho. Han ocupado nuestro barrio”, ha declarado a The New York Times Michael Kieschnick, un vecino cuya casa está rodeada por tres lados por alguna propiedad de Zuckerberg. Kieschnick, que es cofundador de una compañía de telefonía móvil, también asegura que el fundador de Facebook le ha ofrecido comprar la que ha sido su vivienda en los últimos 30 años, pero su respuesta, por el momento, es no.

La ampliación de la influencia de Zuckerberg en Crescent Park se fraguó en 2012 y 2013, cuando gastó más de 40 millones de dólares en comprar cuatro casas —que demolió y volvió a construir desde cero— con las que formar una L alrededor de la suya, en busca de intimidad. Reanudó las compras en 2022, hasta hacerse con seis casas más, incluidas las cuatro que ha adquirido en los últimos 15 meses. “Estas compras pasan desapercibidas porque se realizan con sociedades de responsabilidad limitada, cada una con un nombre diferente. El señor Zuckerberg suele exigir a los vendedores que firmen acuerdos de confidencialidad, según vecinos que tienen buena relación con ellos”, explica el medio estadounidense.

Su interés por hacerse con cada vez más y más casas es tan conocido que ya son los propios propietarios los que se las ofrecen. Así ha pasado en los tres últimos casos, según el portavoz del magnate. “Algunas de las casas están vacías y necesitan reparaciones, mientras que otras albergan a familiares del Sr. Zuckerberg y la Sra. Chan”, explica.

Puede que algunos vecinos huyan por el ruido de las constantes obras o las numerosas fiestas que da el creador de Facebook —en cambio, no asiste a los festejos anuales que organiza el barrio, pero envió un carrito de helados a los últimos—, otros por la vigilancia permanente o porque desde que Zuckerberg y su familia están ahí, el barrio ya no es lo que era. Aun así, él parece haberse dado por aludido e intenta reducir las molestias a su manera: ahora los guardias de seguridad viajan en vehículos eléctricos silenciosos y ha empezado a compensar con regalos a los vecinos cuando presiente que está haciendo demasiado ruido. Les manda botellas de vino, chocolates y dónuts a cambio de no quejarse.

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Sobre la firma

Ixone Arana
Es redactora de Estilo de Vida. Antes de incorporarse a EL PAÍS, donde también ha escrito para la sección de Madrid, trabajó en 'Cinco Días', principalmente en la sección de Fortuna. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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