La controvertida biografía de Gwyneth Paltrow: de su agitada vida sexual con Ben Affleck y su desprecio por Brad Pitt a su férreo control de Goop
Unas memorias no autorizadas de la actriz aseguran que la también empresaria consideraba a su compañero de ‘Seven’ inferior a ella, o que se casó con Chris Martin en pleno duelo, pero que nunca encajaron


Apenas rebasa el medio siglo de vida, pero Gwyneth Paltrow es una figura de tal calado en la cultura popular —actriz de Oscar, controvertida empresaria, hija y ahijada del cine, novia y esposa de celebridades, figura única de las redes sociales— que su trayectoria da para una biografía. Y la primera completa sobre ella, titulada simplemente Gwyneth: la biografía (Gallery Books), llega a las librerías de Estados Unidos (y, por tanto, de todo el mundo, al fin y al cabo) este martes 29 de julio, a tiempo todavía para convertirse en uno de los pelotazos del verano; antes de publicarse ya aparece como número 1 en su categoría en Amazon. Porque el libro de marras sobre la estrella, de nada menos que 448 páginas, promete y da todo lo de una buena biografía: amor, sexo, lujo, dramas, traumas familiares, enfrentamientos laborales y un mundo de oropel al que solo se llega en Hollywood.
Para ponerle más salsa al asunto, cabe decir que no es una autobiografía, ni siquiera una biografía autorizada: se trata de un libro escrito por Amy Odell (también autora de unas conocidas memorias sobre otro icono indescifrable de las últimas décadas, Anna Wintour), pero sin el permiso de Paltrow. La periodista texana asegura que se ha basado en unas 220 entrevistas con distintas personas cercanas al círculo de la actriz, aunque no con ella, ni siquiera con su familia y amigos, pero sí con conocidos y trabajadores y extrabajadores. Aun así, ha sido suficiente para construir un completo y complejo retrato de Paltrow.
La actriz no ha hablado con la autora, explica, pero esta lo ha intentado. “Estuve en contacto con su equipo durante los tres años que duró el proceso, casi todo ese tiempo”, explica Odell en una reciente entrevista en Vanity Fair. “¿Quiere Gwyneth hablar conmigo? Justo cuando terminé, recibí un no", reconoce. Tampoco sabe si la ha leído: “Ni idea. Tendrás que preguntarle a ella”, afirma. Pero ella, por supuesto, no contesta a esa pregunta. Bastante tiene con ver estos días su nombre en los titulares de la mayoría de medios estadounidenses, desde los clásicos Page Six y People hasta AP, el Washington Post o The Cut, la alabada revista de tendencias del New York Magazine, que no tiene por otra que titular: “Venga, me leeré la biografía de Gwyneth Paltrow”.

Lo cierto es que en ellas se desvelan historias sobre Paltrow que ayudan a entender un poco más acerca del personaje. Por ejemplo, su historia familiar. Como una niña bien, hija de actriz y productor (Blythe Danner y Bruce Paltrow), siempre tuvo acceso al mundo del cine, y desde niña se subió a las tablas de los festivales donde actuaba su madre, con gran éxito. Se ha criado entre los algodones de Hollywood: Steven Spielberg es su padrino, Madonna era su íntima desde el instituto —hasta que, según la biógrafa, en una cena, ella y Chris Martin se hartaron del comportamiento maleducado de su hija Lourdes y rompieron lazos— y, tras ser rechazada para estudiar en la prestigiosa Vassar, gracias a Michael Douglas y a unas palabritas de recomendación logró entrar en la Universidad de California en Santa Bárbara, para empezar unos estudios que nunca acabó (algo que, al parecer, ahora le resulta frustrante). Cuenta Odell que, siendo muy joven, una vez que tuvo que volar en turista con su madre le montó una pataleta, porque no entendía nada. “Siempre ha vivido una vida muy glamurosa y lujosa, pero nunca se ha disculpado por ello. Simplemente dice: ‘Esto es lo que soy, esto es lo que sé, y lo tomas o lo dejas”.
La muerte de su padre en octubre de 2002 fue para ella un golpe insuperable, dolorosísimo. Sufrió al ver cómo avanzaba su cáncer de garganta, hasta que Bruce Paltrow falleció mientras ella estaba con amigos en Roma, celebrando su 30º cumpleaños, algo que la autora asegura que la afectó “enormemente”: “Ha dicho que su padre es el amor de su vida”. El hecho de que no pudiera ingerir alimentos y que viviera su enfermedad le hizo “buscar respuestas”, afirma Odell; de ahí su interés en los tratamientos alternativos y holísticos, que la han convertido hoy en la empresaria que es gracias a Goop.

Para Odell, fue la muerte de su padre, unido a que sus amigos empezaban a formalizar sus relaciones, lo que la hizo unirse a Chris Martin, vocalista de Coldplay, con el que se casó, sin avisar a familia ni amigos, en diciembre de 2003. Pero para la autora, nunca fueron la pareja que debían ser. “Paltrow se encontraba en una situación especial, estaba en su duelo”, relata Odell, como recoge Page Six, y Martin “estuvo a su lado en un momento muy difícil”: “La gente decía que no parecían congeniar ni tener la mejor química ni mucho en común. Sus amigas estaban sentando la cabeza y ella también quería eso, así que lo encontró con Chris”.
La actriz rompió esquemas con su matrimonio y también lo hizo con su separación y ese célebre “concious uncoupling” o separación consciente que dio la vuelta al mundo. Tan consciente que se deshizo en cuanto pudo de la cama que compartían: “Definitivamente, no quería ese colchón cerca. Tenía que sacar esa energía de la casa. Puag”, recuerdan escuchar los empleados de Paltrow, como recoge Odell. Sobre su actual marido, Brad Falchuk, afirma que está encantado de ser el esposo de la famosa actriz, que le entusiasma su papel.
Pero antes de esos matrimonios, ella pasó por dos relaciones tremendamente mediáticas. Primero con Brad Pitt, con quien salió entre 1994 y 1997, al conocerse en el rodaje de Seven. Al parecer, tenía la opción de hacer esa película u otra con Keanu Reeves, y sus agentes básicamente le plantearon quién quería que fuera su siguiente ligue. Se decantó por Pitt. Y, aunque en algún momento llegó a considerarle el amor de su vida, al final fue decepcionante. Según recoge Odell, Paltrow le despreciaba; pensaba que era “más tonto que un saco de mierda”: “Ella pensaba que era más lista, mejor educada, más sofisticada que Pitt“, criado en el medio Oeste americano. De hecho, acabó colgada por Hugh Grant en el rodaje de Emma. Aunque se comprometieron, Paltrow dejó a Pitt por no sentirse preparada para el matrimonio.

Después, llegó Ben Affleck. Como deja entrever la autora, su relación era tremendamente sexual; de hecho, Paltrow ya contó en un pódcast que él era “técnicamente excelente” en la cama. Esa relación hizo sacar su parte más sexual. “Era el lado obsceno de ella que sus amigos conocían bien, pero que el público no veía”, escribe Odell en su libro. Pero aunque ella presumía de su vida sexual —los tabloides estadounidenses han llegado a entrar en cuáles eran sus prácticas preferidas—, él nunca llegó a “ser recíproco en sus afectos”, y los amigos de la actriz se lo advirtieron. “Su química física no pudo superar sus impulsos autodestructivos, que incluso podrían haber incluido engañarla”, relata la autora, explicando que además Affleck estaba en un momento difícil al principio de su relación, cuando “luchaba contra el alcoholismo y un problema con el juego”. Ella se frustraba, cuando él prefería los videojuegos a salir con ella.
Esa faceta sexual no es del todo desconocida en Paltrow. La creación y crecimiento de su empresa Goop han demostrado cómo ha sabido jugar y sacarle un buen provecho a todo lo relacionado con el sexo, como huevos de jade carísimos para introducir vaginalmente. “Es alguien que ha monetizado su sexualidad y su vida sexual”, argumenta Odell, que hace referencia a su producto más famoso: “Vendió una vela llamada This Smells Like My Vagina (Esto huele como mi vagina) y ha hablado con mucha franqueza sobre recibir clases de sexo oral“. Su plaza de aparcamiento en Santa Mónica (California), en las oficinas de Goop, se llama G. Spot, un juego de palabras entre su inicial, la de su empresa y el punto G. Cuando lanzó su aplicación de viajes, hizo un juego similar, bajo el eslogan ”Call it G. Spotting“, como “llámalo buscar a G”... o “llámalo buscar el punto G”. Ella misma le dijo a un ejecutivo de la empresa: “Todo el mundo se burlará de mí y me llamará idiota, y tendremos las 10.000 descargas que necesitamos en un momento”. Así fue.

Goop es, quizá, su mayor logro. Según la escritora, ni a ella ni al resto de responsables de Goop les preocupan las críticas, las burlas o las demandas. Cuando la gente se pregunta si realmente está al cargo o si solo pone un nombre y un rostro, Odell tiene claro que lo está. De hecho, a veces de más: cuando alguien dejó unas incómodas gotas de orina sobre el asiento del baño de la oficina, ella mandó un mensaje por el chat grupal de la empresa: “Aseguraos de limpiar al acabar”.
Según sus empleados, el ambiente de trabajo a veces era agobiante, mal pagado y con muchas horas de labores. Paltrow puede ser tan carismática y encantadora como controladora y, en ocasiones, algo distante, o incluso antipática; por ejemplo, no le gusta que sus empleados pronuncien mal su nombre, o que sean pesados o pelotas con ella. Algunos afirman haberse sentido “intimidados por su perfección y reacios a imponerse”: “En cualquier caso, casi nadie, incluida la junta directiva de Goop, estaba dispuesto a decirle que no”, afirma Odell. No hay “mucha tolerancia a la imperfección”, asegura.
Para la autora, de hecho, será más bien esta faceta de empresaria la que hará que pase a la posteridad, y no tanto su carrera actoral, pese a que parece volver a retomarla. Además, asegura que su mayor ilusión es que la herede su hija, Apple, de 21 años. Falta mucho para saber si conseguirá llegar los zapatos de su madre. “Porque o la amas o la odias”, reflexionaba Odell sobre Paltrow en Vanity Fair. “Lleva 30 años siendo un icono de influencia cultural”. Normal que considere que escribir sobre ella haya sido una “experiencia fascinante de principio a fin”, como le decía a People, asegurando estar “deseosa de compartir la investigación con los lectores”. Ya tienen esas 448 páginas a su disposición.
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