Comida en explosión: las impactantes fotos de Alan Sailer


Las imágenes que captura Alan Sailer son imposibles de captar para el ojo humano. Y también para la inmensa mayoría de los equipos fotográficos. Sailer utiliza un flash de alta velocidad casero construido por él mismo, y con él consigue fantásticas instantáneas de objetos que estallan o que impactan unos con otros. Los atentados visuales del fotógrafo van más allá del puro alarde técnico. Se distancian de otros similares por su imaginación e intención estética, que le han valido una notable difusión en Estados Unidos gracias a las redes sociales y a entradas en blogs como Boing Boing o webs como Wired.
Uno de los temas favoritos de Sailer es la comida. Plátanos, coles, remolachas, huevos o filetes explotan ante su objetivo, produciendo imágenes de una gran belleza artística. "Uso alimentos por tres razones", explica desde Estados Unidos. "Primero, la comida contiene mucha agua. El agua absorbe y transmite muy bien los impactos y genera explosiones interesantes. Segundo, es barata: no gano mucho dinero con estas fotos. Finalmente, la comida es fácil de reconocer, y me he dado cuenta de que a la gente le gustan las cosas que pueda identificar".
Trabajar con comestibles también tiene sus contras. "Las sesiones ensucian mucho más y atraen ratas. He tenido dos plagas desde que empecé con esta afición. Los peores productos son los pasteles y el yogur. Ambos llevan azúcar pegajoso, y cuando se secan se convierten en suciedad caramelizada muy difícil de quitar. Tienes que limpiar rápido".Sailer cree que la destrucción puede ser hermosa, y las fotos son su mejor argumento. Sin embargo, captar el momento justo de la desintegración no es fácil. "Si esperas demasiado, sacarás el caos total, una mezcla irreconocible de desechos. Si disparas demasiado pronto, las cosas parecen demasiado pacífica. El equilibrio está en que haya suficiente destrucción para que veas qué está pasando, pero no demasiada para que puedas identificar el original".


A pesar de lo poético de sus fotografías de comida, Sailer no las considera arte "en su mayoría". "Es más imaginería comercial bien facturada", afirma. Una imaginería muy complicada de producir, eso sí, y no muy rentable en términos económicos: el fotógrafo no expone ni vende impresiones de su obra, y lo que gana cediendo los derechos de sus imágenes digitales lo dona a organizaciones sin ánimo de lucro.
"No tengo ninguna intención de ganarme la vida con estas fotos. Requieren mucho trabajo, pero viendo el lado positivo, es más fácil que la fotografía de paisajes o de naturaleza, donde tienes que viajar y esperar un montón. Yo simplemente me meto en el garaje y hago explotar cosas". ¿Y no se aburre de tanto destrozo? "La única razón por la que hago esto es porque me sigue sorprendiendo. Si eso desaparece, lo dejaré".


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