VIPS, icono castizo-pop de la cultura madrileña que vio fundar La Panda del Moco
Sus tiendas hace años que cerraron, aunque todas las personas que las frecuentaron se acuerdan de ellas. Y a sus platos emblemáticos se han sumado los atípicos

Los protagonistas de la película Granujas de medio pelo, de Woody Allen, planean el robo de un banco que les lleva a usar como tapadera una tienda de galletas que resulta ser un éxito. Al VIPS parece que le pasó algo parecido. Abrió restaurantes precedidos de unas tiendas que vendían libros, películas en formato VHS y DVD, periódicos, revistas, accesorios electrónicos y juguetes, que hicieron más que sombra a sus famosas tortitas con nata, batidos, hamburguesas y a sus sándwich club. Un concepto de negocio posterior a otro que no caló, unos supermercados importados de México tipo drugstore 24 horas. Aquel fracaso derivó en la cadena de establecimientos VIPS. Un dúo formado por un restaurante y una tienda que permitió que en Madrid uno pudiese comerse una hamburguesa y comprar un libro, pasada la medianoche. Un negocio que hizo que la capital se pareciese al Nueva York de las películas de Spike Lee y Martin Scorsese.
Las letras blancas V-I-P-S sobre un fondo rojo hacían las veces de un faro que marcaba el camino día y noche a gente hambrienta, a la que se le había olvidado un detalle o se le había antojado algo. VIPS había y hay en muchos puntos de la ciudad —AZCA, Salamanca, Chamartín, Arturo Soria...— y su dilatado horario, de lunes a domingo, entre el primer café y casi la última copa, hacía que, a pesar de ser considerados sitios de pijos, al final acabasen compartiendo barra y mesa oficinistas, currelas y representantes de muchas tribus urbanas. También los frecuentaban celebridades: Lola Flores, Javier Marías, Ana Obregón, Ray Loriga, Alaska, Mario Vaquerizo, Dj Nano, David Gistau. Un VIPS podría ser un fotograma de una película de Pedro Almodóvar.

VIPS aterrizó en la madrileña calle de Julián Romea en 1969, doce años antes de que lo hiciera McDonald’s. Lo introdujo el empresario mexicano Plácido Arango. Un tipo de negocio que se asienta en ese gran espacio que hay entre los locales de comida rápida y los de alta cocina. En la cocina de dicho grupo trabajó, cuando llegó a España, hace veinte años el cocinero mexicano Roberto Ruiz, el primero de su nacionalidad que logró una estrella Michelin en Europa gracias a Punto MX (cerrado en 2020). Ahora dirige con más calma Barracuda MX.
“El concepto gastronómico era traer lo que no había aquí, pero adaptarlo al gusto local”, cuenta Raquel Martín González, Brand Manager de VIPS, sentada a la mesa de uno de los establecimientos ubicado en lo que antes fue la histórica Cafetería Hontanares, en Avenida de América. De ahí esa combinación de hamburguesas, el sándwich club y batidos propios de Estados Unidos con platos de cuchara y tenedor, como las lentejas y la merluza. En la actualidad, a los platos clásicos se han sumado los denominados atípicos como la carbonara de Soria, con torreznos propios de esa provincia y lascas de queso parmesano; el VIPS Wellington, un hojaldre relleno de carne de vacuno, jamón, queso cheddar, duxelle de champiñones y mostaza Dijon, acompañado de puré de patata y coliflor; gyozas de rabo y carrillera o La Villaroy, una pechuga de pollo con bechamel rebozada al estilo sureño con huevo frito y aderezada con miel-sriracha, acompañada de batatas y salsa especial VIPS.

Muchos de los VIPS del imaginario colectivo de los madrileños han cerrado. El de López de Hoyos, por ejemplo, ya sólo se puede ver en la película de José Luis Garci, Sesión continua. En la escena que se rodó en el mismo aparecen Jesús Puente y Adolfo Marsillach discutiendo con el camarero. El VIPS de la calle Velázquez cerró en mayo de 2021, un año y tres meses después del fallecimiento de David Gistau, periodista y escritor que lo convirtió en su redacción particular. Alternaba la escritura con tortitas, cafés y audiencias con compañeros de profesión y amigos. Bret Easton Ellis, de haber conocido VIPS casi seguro que lo hubiera incluido en una alguna de sus novelas.
Locales de diseño donde leer el periódico de madrugada
En los 80 el diseño catalán estaba de moda. Todo lo moderno lo firmaban arquitectos de dicha comunidad: tiendas, bares, restaurantes, etc. En ese contexto, el arquitecto Juan Herreros, del Estudio Herreros, recuerda que “la aparición del VIPS en España fue una revolución. Parecía que podían ser como la nueva gran fuerza de consumo de la cultura urbana. Un establecimiento en el que la cocina estadounidense y mexicana se mezclaba con ingredientes culturales”. Que aquel grupo empresarial le encargase a su estudio el diseño del VIPS de la calle Fuencarral fue una declaración de intenciones. Juan Herreros, por aquel entonces, no era el arquitecto que es hoy, (uno de sus últimos proyectos ha sido el Museo Munch de Oslo), pero sí un exponente de la arquitectura joven y experimental del momento. La arquitectura de aquel Herreros era más rompedora, de exploración de los recursos metálicos e industriales.

El VIPS de Fuencarral fue un banco de pruebas, tomó distancia de los conceptos estéticos que definían a los demás, en los que predominaba el rojo, el blanco y el negro. Desgraciadamente, hace tiempo que dejó de ser un testigo protegido de La Movida madrileña para convertirse en un supermercado en un barrio gentrificado.
En las tiendas que ya no están en los VIPS se vendían muchas cosas y libros, entre otros, de la colección Compactos Anagrama firmados por autores de la Generación Beat y del Nuevo Periodismo o de Ryu Murakami y Kenzaburo Oé. Aunque las verdaderas joyas eran unos libros grandes, duros, raros, bonitos y baratos. Los denominados Coffee Table Books, la mayoría de ellos de la editorial Taschen. Libros sobre arte, diseño, arquitectura, fotografía, cine, náutica, que tienen la función de decorar las mesas en las que se depositan. Libros que se abren poco y se leen menos, pero que allí se podían comprar a cualquier hora.
En una columna escrita por el periodista Alberto Olmos que lleva por título Cuando el Vips era la mejor librería de Madrid, se puede leer: “Me ayuda el hecho de que en el Vips el que más sabe de libros es el que entra a comprarlos”. Tiendas que, por sus horarios, podían adelantarse a las demás y poner a la venta la noche anterior novedades en forma de discos, videoconsolas, libros y la primera edición de la mañana de los periódicos. Esto último lo plasmó el escritor Juan José Millás en su novela Papel mojado. En un capítulo de la misma, un personaje le reconoce a otro su costumbre de leer el periódico de madrugada en un VIPS.
Cabe preguntarse por qué cerraron esas tiendas en 2018. “Como empresa de restauración daba ese servicio para facilitar a los clientes un poco la vida y formar parte de esa cultura. Con el paso del tiempo, la gente ha modificado sus hábitos de consumo por la compra en línea y por los nuevos horarios más extendidos de otras tiendas, por ejemplo, las de Tiger. Para no quedarnos atrás hemos tenido que renovarnos. El local que abrimos hace veinte años ya no está tan a la moda como lo está el que han abierto al lado. Mantenemos nuestra esencia, pero innovando”, argumenta Raquel Martín González.
VIPS siempre será parte de la cultura y del paisaje cultural de la capital. Por sus locales han pasado jubilados, viudas, padres con sus hijos después de una consulta médica o una clase con el logopeda, parejas de enamorados o a punto de romper una relación y grupos de jóvenes, unos ataviados con chupas de cuero y otros con polos Lacoste. Iñaki Domínguez en su libro Macarras interseculares, de la editorial Astiberri, cuenta que la mítica y ochentera Panda del Moco, formada por niñatos violentos de papá y mamá, se fundó en el VIPS de Paseo de la Habana.
A pesar de la huella que dejaron las tiendas, el corazón del negocio siempre han sido los restaurantes, en los que se podía desayunar, comer, merendar y cenar. Esto último es lo que hizo el año pasado un grupo de cocineros después de un evento en el Casino de Madrid organizado por la editorial Montagud al que se les hizo tarde y el único sitio abierto que les podía cocinar algo era un VIPS.
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