Con sabor a leche materna: ¿Todo vale en cuestión de helados?
El polémico lanzamiento que vive estos días la ciudad de Nueva York reaviva la búsqueda del helado más extravagante (y delicioso) de cada verano


Cualquier seguidor de la serie Friends recordará el capítulo en el que Ross y Rachel se escandalizan cuando Phoebe prueba en su brazo la leche materna que alimenta a Ben. El grito de asombro se repite cuando Joey cata también el biberón. “¿Nunca has probado la leche que toma tu hijo Ben?”, espeta Phoebe con gran sorpresa a Ross. “Es leche materna por favor, algo repugnante y no es para adultos”, se defiende el padre. Este comentario de ficción podría ser el más generalizado entre la población adulta cuando alguien pregunta si probaría este alimento, el primero que la mayoría paladea al nacer y que la OMS defiende tomar en exclusividad hasta los seis meses de edad del bebé.
Pero desde esta semana puede que este prejuicio desaparezca con el lanzamiento de un helado con sabor a leche materna. En edición limitada y creada por la marca de productos para bebés y cuidado posparto Frida, junto a la heladería neoyorquina OddFellows –experta en sabores singulares como el de chorizo con remolino de caramelo–, esta tarrina cercada por una etiqueta rosa dice contener el sabor original de la leche materna.
Para tranquilidad del público, la empresa ha dejado claro que no está hecha del líquido humano, pero sí contiene algunos ingredientes de la fórmula real como el calostro liposomal. Procedente de vaca, en este caso, el calostro está presente también en nuestra leche, es rico en anticuerpos y nutrientes como vitaminas, minerales, aminoácidos y proteínas. El resto de los ingredientes serían los del helado de toda la vida: leche descremada en polvo, yemas de huevo y azúcar, además de miel y jugo de fruta.
Un tanque con el letrero de Breast Milk ice cream –’helado de leche materna’, en castellano– y el dibujo de unos senos femeninos recorre estos días la ciudad de Nueva York, unido a una cartelería que reclama voluntarios para testar el helado en persona. Una campaña de marketing redonda que Instagram y TikTok se han encargado de viralizar en apenas unas horas. De momento solo podrá probarse durante unas pocas horas al día –y hasta el 10 de agosto- en la tienda de Brooklyn de la heladería, además de la tienda online de Frida.
Con existencias agotadas en cada jornada, este polémico lanzamiento invita a desgranar de nuevo los sabores más inverosímiles del helado. Un melón en el que la imaginación vuela (a menudo) sin frenos, y donde España siempre ha sido pionera en la materia. Como prueba, un paseo por nuestra geografía. El Norte, y en concreto Asturias, se maneja diestro en eso de helar cualquier deleite para el paladar.
No hay verano en el que la heladería Islandia, fundada en 1958 en Gijón, no aparezca en los telediarios con su versión refrescante de algunos hits de la gastronomía asturiana como la fabada, el centollo, el arroz con leche o la sidra al cabrales. Este 2025, lo comenzaron con la creación de uno de pote asturiano para La Taberna Asturiana de Gijón.

La marca de helados y chocolates Cremela es otro referente con puntos de venta por toda la comunidad autónoma. Su fundador e ideólogo José Salas, que elabora en exclusiva recetas para chefs, restaurantes o clientes que quieran un diseño a medida, incorpora este año a su carta de cucuruchos el helado de té matcha con un toque de pomelo, pero también el de torrija, setas shiitake o sorbete de fresas y rosas.
En defensa del producto local, la heladería Bico de Xeado (Cánovas del Castillo, 1), en Vigo, engrosa su fama por saborizar en una de sus tarrinas la leche gallega con pimientos de Herbón. Un sabor disponible solo en la temporada de esta hortaliza desde finales de julio. La verdura –en concreto, el tomate asado– también es la guinda al menú que ofrece el restaurante Gofio, en el centro de Madrid; mientras el taro, el tubérculo popular de Asia y en las Islas del Pacífico, redondea uno de los helados del grupo Momo. México, un país sin tanto renombre en la materia como Italia o Argentina, es una denominación de origen muy a tener en cuenta. Un ejemplo es su manera de emulsionar el queso de oveja con sorprendentes giros como el chile morita (disponible en Can chan chán MX, en El Corte Inglés de la calle Serrano, 47) y semillas mexicanas garrapiñadas (Jaiba MX, Carrer de Déu i Mata, 69-99, en Les Cort, Barcelona).

En 2024, Albert Adrià, el laureado chef de Enigma, anunciaba la apertura de su primera heladería en La Rambla de Barcelona con una carta que aglutinaba más de 60 sabores. Gelato Collection (La Rambla, 136, Barcelona) contiene ya en su haber enigmáticos sabores como el kumquat –el cítrico típico de la isla de Corfú–, la mozzarella de Bufala Campana, boniato a la brasa con mandarina o el más reciente de caramelo balsámico.
Las bebidas alcohólicas son otra gran fuente de inspiración para crear las formulaciones más singulares, como los de crema de Baileys, gin tonic o rebujito que ofrece la Heladería Verdú, fundada en Sevilla en 1972 (ahora con dos sedes: López de Gómara, 17 y Esperanza de Triana, 5). Tampoco faltan clásicos del botellón como el kalimotxo de Heladería Nossi-Bé (Nafarroa Kalea, Bilbao). En la sección de helados gastronómicos de esta empresa bilbaína también se pueden saborear bocados tan castizos bajo cero como el jamón ibérico, aceite de oliva, chipirones o bacalao.

Y no solo en cuestión de sabores surgen las mejores ocurrencias. La pastelería Morreig (Verdi, 25, Barcelona), que lidera el francés Matthieu Atzenhoffer, y Rocambolesc, de Jordi Roca, lo ofrecen a modo de sándwich entre panes de brioche con mantequilla. Y de piña con ginseng o zanahoria morada y yogur son algunos de los sabores sin azúcar que Gelati Ernesto (Ferrari, 10, Valladolid) ofrece en exclusiva para perros, en la plaza mayor de Valladolid. Que nadie se quede sin dar un lametazo este verano.
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