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Aloja, Clipper y otras bebidas refrescantes y alternativas hechas en España a partir de 0,80 euros

Más allá de horchatas, granizados, limonadas y sangrías, existen opciones -con y sin alcohol- que atajan la sed y alegran el paladar

Bebidas refrescantes alternativas
Ramiro Varea

Con el verano a pleno rendimiento y sin apenas tregua en las temperaturas, apetece en estos días en los que el sol aprieta de día (y casi de noche) refrescarse y esquivar la sed con bebidas frías y abundante hielo. Los granizados, la horchata, la sangría o el tinto de verano viven es esta época del año su época dorada. En casas, bares, restaurantes y fiestas populares están tan presentes que es casi imposible renunciar a ellas. Pero existen otras alternativas menos conocidas que reivindican su hueco en estas fechas.

Mà de Sant: alternativa a los refrescos ‘mainstream’

Mà de Sant, alternativa catalana los refrescos 'mainstream', en una imagen cedida.

¿Es posible consumir un refresco libre de aditivos y conservantes, que sepa rico, apetezca beberlo y que, además, esté arraigado al territorio? Esta pregunta le rondaba por la cabeza a Xavi Homs, el ideólogo de Mà de Sant (en castellano, mano de santo, toda una declaración de intenciones). Fue a finales del verano pasado cuando la idea se materializó en esta bebida natural de miel y de hierbas, elaborada a la antigua usanza por tres pequeñas empresas de la provincia de Lleida. Sus creadores lo definen como “un refresco tranquilo y de sabor inédito”. Es bajo en calorías, sin gas, suave, con un regusto original y se presenta en dos variedades: menta con miel y tomillo con miel. La marca también ha lanzado una edición especial con sabor a rosa durante la pasada fiesta de Sant Jordi. Puede consumirse solo, mejor muy frío, aunque vale para hacer combinados. “La propuesta conecta con esa gente que no sabe qué pedir, que no quiere beber agua ni alcohol ni nada carbonatado”, explica Ferran Alemany, gerente de Torrons i Mel Alemany, quinta generación de este negocio familiar.

Sin experiencia previa en el mundo de las bebidas, pero convencido de las posibilidades que tenía esta fórmula, Alemany apostó por comercializarlo y fomentar el consumo de alimentos de proximidad. “A la gente le encanta, y el feedback que recibimos de hoteles y restaurantes es muy positivo, pero es una bebida muy minoritaria y la producción es pequeña. De momento, solo vendemos en algunos supermercados, en espacios gourmet y en la tienda online de Alemany”, comenta. La botella de 0,33 cl. cuesta 1,85 euros. Sus creadores saben que este refresco tiene recorrido, y ya han recibido alguna llamada de posibles clientes interesados en darlo a conocer fuera de Cataluña.

Aloja: Hidromiel que vino del Siglo de Oro

En la Edad Media, la aloja –una bebida tradicional refrescante hecha a base de miel, agua y especias– era un brebaje indispensable en las reuniones y celebraciones de la época. Su popularidad se disparó en el Siglo de Oro, cuando se servía muy fría (le añadían nieve) en las alojerías situadas en los Corrales de Comedia. A partir de ahí, comenzó su declive ante el auge del vino y la cerveza, hasta que a finales del siglo XVIII y principios del XIX, se le perdió el rastro. Ahora, una pequeña empresa de Valladolid la ha sacado del olvido y ha vuelto a comercializarla hace pocos meses. “Era tan popular como hoy es la sangría. Se bebía en las procesiones, en las corridas de toros, en el teatro… era algo que conocía todo el mundo y que hoy no identifica casi nadie”, señala sorprendido Fermín Pinacho, uno de los socios de Hidromiel Beekinga.

Pinacho hizo una labor de arqueología gastronómica hasta dar con la receta. Su aloja se compone de miel, agua, levadura de panadero (para lograr la fermentación) y especias como pimienta, canela, clavo y jengibre, entre otras. El resultado es una bebida carbonatada con un punto dulce, nada empalagosa, con 5 grados de alcohol, cuyo sabor recuerda al vermú. Debe consumirse muy fría, y se puede beber sola sin hielo o con hielo picado y un toque cítrico. Algunos restaurantes, como Taller Arzuaga (Quintanilla de Onésimo), con una estrella Michelin, y Entretierras (Urueña), ambos en Valladolid, incluyen esta aloja en sus cartas y menús. “Hay clientes que luego nos han contactado para interesarse más por ella”, apunta Pinacho. El paquete de tres botellas de Aloja de la Reina cuesta 39 euros, incluido el envío a domicilio.

Clipper, un icono de las islas Canarias

Tan canario como el plátano, la papas con mojo o el ron miel es un refresco con gas que está a punto de cumplir 70 años y se mantiene en plena forma, al menos en el archipiélago. Se trata de Clipper, una bebida que nació en 1956 en un modesto garaje de un barrio de Las Palmas de Gran Canaria, de la mano de los hermanos Mario y Octavio Juan Gómez. Aquel mismo verano, comenzó a venderse en las playas de Canarias con su característico sabor a fresa, que le diferenciaba de otras marcas que apostaban por la naranja, el limón o la cola. Su fórmula es secreta y, hace algunos años dio el salto a la península. Ahora se puede encontrar en supermercados ALDI de diferentes ciudades.

“Ha acompañado a la sociedad canaria generación tras generación, y ha sabido adaptarse a los acontecimientos y momentos importantes de sus vidas. Clipper va mucho más allá de un producto: es un símbolo de identidad y enseña de Canarias”, sostiene Yessenia Medina, brand manager de Ahembo, que es la empresa que lo produce y distribuye. Con el paso del tiempo, las grandes marcas internacionales demostraron su empuje y llegaron a desplazar a muchas referencias locales, pero Clipper resistió el envite y permaneció inalterable. Ese sentimiento de pertenencia es una de las principales virtudes de una bebida que ha sido capaz de adaptarse a los nuevos gustos, y ha añadido nuevos sabores —limón, naranja, manzana, maracuyá, sandía y melón— a su icónica (e irrenunciable) fresa. La lata de 0,33 cl. ronda los 80 céntimos en tienda, y también se puede adquirir en botellas de 50 cl., 1,5 y 2 litros. Se consume muy fría, mejor aún con hielo.

Limonada leonesa: que no falte el vino

La limonada, tan asociada a saciar la sed en estos meses de canícula, tiene en León una versión menos convencional. Allí al limón se le echa vino, y el resultado es la limonada leonesa, una especie de sangría típica de Semana Santa que está a la venta todo el año. En Bodegas Gordonzello la elaboran desde 2016 y su producción asciende a 60.000 litros anuales a 4,45 euros la botella. Al vino tinto prieto picudo le añaden azúcar, canela, cítricos (naranja, limón y pomelo), y otras frutas como la manzana. “Su sabor es refrescante, con recuerdos del vino base ensalzado con las notas de cítricos, con un punto goloso que hace que sea una bebida fácil de ingerir”, comenta su enólogo Sergio Paniagua. 

Limonada leonesa en una imagen compartida por Bodegas Gordonzello.

Con una graduación alcohólica de 10 grados, su venta fuera de la provincia es anecdótica. “La compran leoneses que sienten la tradición y el producto, a pesar de estar lejos de su tierra”, admite. Debe consumirse muy fría, acompañada de unas rodajas de naranja y limón para potenciar aún más su frescura. Aunque puede elaborarse con cualquier tipo de vino, los tintos jóvenes de la zona —como los de uva Mencía de la DO del Bierzo o Prieto Picudo de la DO de León— son ideales para dar forma a esta bebida, que en verano sabe a gloria si, además, se le agrega en la copa un puñado generoso de hielos.

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Sobre la firma

Ramiro Varea
Lleva 14 años vinculado a distintos proyectos editoriales de PRISA Noticias. Ha escrito en EL PAÍS, Extras y Suplementos Especiales, El Viajero, Motor, As, Cinco Días y Icon. Antes trabajó en la Cadena SER, Vocento y 'Público'. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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