Ir a tomarse un café y acabar con un vino en las manos
Los establecimientos que marcan tendencia en España tienen siempre la cocina abierta, ponen música con vinilos o albergan exposiciones, y empiezan con café de especialidad para cerrar con vinos naturales


Romper la maldición: ese es el objetivo. Lo explica Daniel Jiménez, copropietario de la madrileña Watts Cantina: “Siempre se ha dicho que donde desayunas, no cenas. Queríamos acabar con eso”. No están solos. Host, Lulu & Flyn, Casa Victoria, Cuadro y Defecto, entre otros negocios de hostelería en toda España, son parte de una generación de locales que no entiende de horarios, pero sí de atmósferas. Lugares que arrancan con café de especialidad y cierran entre copas de vino natural, transformándose con las horas sin perder el hilo. “Las mejores historias pasan con vino y se cuentan con café”, asegura Verónica Faccini, la dueña del establecimiento madrileño Host.
Estos locales se han convertido en tendencia en redes sociales y suplen las necesidades de una nueva generación que ya no busca salir de fiesta solo para beber alcohol. Son los de las coffee parties y los tardeos. Por eso, en ellos, además de ofrecer la posibilidad de comer unas tortitas con vino, ponen los mejores vinilos, como en Watts, o dejan grabar un pódcast, como en el madrileño Casa Victoria. También se pueden ver películas en blanco y negro, como en Host, visitar exposiciones de arte, como en el barcelonés Cuadro, o asistir a noches naranjas dedicadas al vino skin contact, como en Lulu & Flyn, también de Barcelona. Y todos tienen algo en común: unas colas infinitas.

No obstante, el concepto es mucho más antiguo. Muchos clientes de Host se lo resumen a su dueña con claridad: “Aunque suene moderno, esto es lo que se ha hecho siempre en el bar de toda la vida: un café por la mañana y unas copas por la noche debajo de casa”.
Host
Lo difícil no es abrir todo el día, sino conseguir que ese mismo espacio funcione bien en cada momento. Aquí lo logran bajando la luz, subiendo la música, cambiando la carta y proyectando películas en blanco y negro. “Nos gusta reunir, atender, crear momentos”, dice Faccini, que lo fundó junto a su hermana Mariana. Mientras una se encarga de los vinos y la cocina, la otra cuida del ambiente y el trato.
La carta de la mañana incluye opciones como el milo mocca y el iced coffee con dulce de leche y cardamomo. Para desayunar, también se puede pedir shakshuka (huevos escalfados en salsa de tomate), tostadas con ricotta y fruta de temporada, o su brioche con huevos revueltos y parmesano. Por la tarde, destacan las patatas con trufa y parmesano, el hummus con pita casera y las albóndigas de cordero al estilo marroquí. El ticket medio es de 15 euros por la mañana y 25 por la noche. Dirección: Bretón de los Herreros, 35. Madrid
Defecto
Este bar en el barrio de Extramurs nació de una pasión compartida: el vino natural y las historias que lo acompañan. “Detrás de cada botella hay valores, respeto por la tierra y una forma de entender el vino que va más allá del producto”, cuentan sus dueños, María Piñero del Arco y Andreive Doimo. Juntos han creado un espacio donde la autenticidad, el compromiso con lo pequeño y lo local son ley.
“Nos gustaba la idea de unir dos mundos que, aunque parezcan distintos, se cruzan en muchas cosas: el café y el vino natural. Ambos invitan al encuentro y a tomarse un tiempo”, explican. Y así lo hacen: aquí se puede venir a por una copa, un café con trazabilidad o una merienda, siempre en buena compañía y sin formalidades. Un lugar que celebra lo vivo, lo imperfecto, lo cercano. El ticket medio ronda los 20 euros. Dirección: Túria, 36. Valencia
Lulu & Flyn
Lulu & Flyn nació primero como un brunch saludable con toque australiano y producto mediterráneo y luego como un proyecto de día y noche. “Lulu representa el alma de día, el brunch, el café; Flyn, la noche, los vinos naturales”, explica su dueña, Evgenia Barsegiyan. Su carta arrancó sencilla, con tostadas de masa madre, bowls de granola y café de especialidad, pero pronto creció.
Hoy se pueden probar platos como la ensalada de lentejas y remolacha, la shakshuka con pan de masa madre, el sándwich de roast beef con mostaza casera o los huevos escalfados con tahini y zumaque. En el lado dulce, destacan los pancakes de ricotta con sirope de dátiles o los bizcochos caseros de temporada. El lugar acoge catas y noches temáticas como Skin Contact (dedicadas a vinos naranjas) y además, han creado su propio vino junto a la enóloga Núria Renom. El ticket medio por la noche es de 25 euros. Dirección: Passeig de Sant Joan, 46. Barcelona.
Watts Cantina
Daniel Jiménez y Francisco Medina querían un local que ofreciera pancakes con sirope de arce, café de especialidad y, al mismo tiempo, una carta de vinos naturales que evolucionara con el día. Watts es eso: un café que cambia de piel a medida que pasa el reloj. “Son mundos que se complementan”, dice Jiménez. El público ha respondido: conseguir mesa es casi una hazaña. A las 20.00 empieza el turno de noche: luces tenues, velas encendidas y música más alta.

La carta también gira y aparecen entonces los huevos Mimosa, los gambones a la plancha con mojo verde, pasta fresca hecha en casa y el icónico Korean Fried Chicken Sandwich (solo los fines de semana). Su cocina nunca cierra. “Eso también nos ha diferenciado”, apuntan. El ticket medio va de los 10 a los 30 euros. Dirección: Don Pedro, 4. Madrid.
Cuadro
Alexis Gardes buscaba un lugar donde las experiencias fueran multisensoriales: buena comida, buen vino y una atmósfera que quedara en la memoria. Así nació Cuadro. “La pregunta no es por qué vender café y vino, sino por qué separarlos”. Aquí los platos cambian constantemente y sorprenden por sus combinaciones. El espacio está diseñado para estimular, con exposiciones, luces suaves y una carta que gira en torno a lo inesperado. El público, explica Gardes, bebe más vino que café, sobre todo por la tarde.

De su cocina salen platos como el arroz negro con alioli de ajo asado, ensalada tibia de calabaza con queso feta y menta, o tostas de sardina ahumada con crema de aguacate. Cada semana incorporan novedades, lo que convierte cada visita en una experiencia distinta. El ambiente es íntimo y abierto, sin reservas y con mesas siempre disponibles. El ticket medio es de 25 euros. Dirección: Pamplona, 33. Barcelona.
Casa Victoria
En pleno Lavapiés, Casa Victoria nació del deseo de crear un lugar para el barrio, un punto de encuentro para quienes viven y pasean por el centro. “Teníamos ya varios locales, pero buscábamos uno que fuera más de barrio”, explica su responsable, Papo Kling. Abrieron hace poco y casi sin anunciarlo, solo por las mañanas, pero los dos primeros días se llenó, sobre todo de creadoras de contenido. “Y ya no hubo vuelta atrás”.

En Casa Victoria se sirven desde tostadas con ingredientes de mercado hasta pequeños platos que funcionan tanto con café como con vino. Hay que pedir su fugazzeta rellena de queso y cebolla, la focaccia de mortadela con pesto y pistacho, y los huevos de la casa. De dulce, no puede faltar el cruasán relleno de pistacho o el de frutos rojos. El ambiente es cálido y relajado, con detalles cuidados y una barra perfecta para observar. También cuentan con un estudio donde se graban pódcasts. “No hay nada en concreto que te haga único, pero intentamos que todo tenga sentido”, resume Kling. El ticket medio ronda los 15 euros. Dirección: Olmo, 20. Madrid.
Off_line Café
El local ocupa lo que durante años fue La Caracola, un bar de barrio con menú del día y tapas. Hace un año, Violet Zi lo cogió y lo transformó por completo. “Tomo café cada mañana y vino por la tarde. Es una rutina en la que no fallo ni un solo día y son dos mundos que me apasionan profundamente”, reconoce. En Off_line se celebra lo funcional, el café como parte del día, y también lo extraordinario, ese vino que convierte la tarde en plan. Aunque la bebida es el eje, la cocina acompaña: aquí se puede venir por un brunch completo o a compartir algo por la tarde. “Nos gustaba la idea de unir dos mundos que, aunque parezcan distintos, se cruzan en muchas cosas: el café y el vino natural. Ambos invitan al encuentro y a tomarse un tiempo”, explica Zi. El ticket medio va de los 10 a los 20 euros. Dirección: Plaça de Mossén Sorell, 9. Valencia.
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