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Reservas naturales amenazadas por la desidia

La falta de información, de recursos y de diálogo con los sectores productivos y comunidades locales impiden avanzar en la preservación de los espacios verdes

Imagen de la Selva de Irati, en Navarra.
Óscar Granados

España encara una de las mayores apuestas ambientales de su historia: restaurar más de 100.000 kilómetros cuadrados de ecosistemas degradados. La meta es cumplir con el nuevo reglamento Europeo de Restauración de la Naturaleza. Y aunque el país lidera en superficie protegida dentro de la Unión Europea (UE), gran parte de sus hábitats (bosques, humedales, ríos o zonas costeras), siguen estando en estado desfavorable. La falta de información científica precisa, la financiación insuficiente y la necesidad de un diálogo efectivo con sectores productivos y comunidades locales dificultan la apuesta en marcha de un plan que esté a la altura del desafío.

De acuerdo con el Reglamento de Restauración de la Naturaleza, España debe restaurar entre 26.483 y 113.410 kilómetros cuadrados (km²), que representan entre el 5,2% y el 22,4% del territorio nacional. “Ya se identifican 106.492 km² como ecosistemas a restaurar, es decir, el 21% del total de la superficie terrestre nacional”, explica Amanda del Río, directora adjunta de la Fundación Global Nature. Esta cifra aún podría crecer con mejor conocimiento y seguimiento de los hábitats. “Estos datos no incluyen ni agroecosistemas ni ciudades. Y tampoco sabemos mucho del medio marino”, agrega. De hecho, existe una gran proporción de espacios cuya condición es desconocida, comenta. “Casi 85.000 km² corresponden a áreas cuya condición aún no se ha evaluado con certeza. Este es uno de los grandes desafíos: contar con buena información para tomar decisiones bien informadas”, dice.

“En España, la intervención humana ha modelado el paisaje a lo largo de la historia, pero el abandono de las actividades rurales, la sobreexplotación y el cambio climático han puesto en peligro la biodiversidad”, indica Diana Colomina, responsable del programa de bosques de WWF. El 74% de los hábitats de interés comunitario presentan un estado desfavorable, especialmente en la región mediterránea, según esta especialista. “Los bosques, aunque han crecido en extensión, muestran problemas de conservación y calidad”, asegura. Los ecosistemas acuáticos: ríos, humedales, zonas costeras y acuíferos también están gravemente deteriorados, con efectos agravados por el cambio climático y la expansión urbanística. Para revertir esta crisis, subraya, es esencial un enfoque coordinado que incluya la restauración de los ecosistemas, la reducción del impacto humano y una planificación territorial enfocada a la conectividad ecológica efectiva.

Iniciativas en papel mojado

El Reglamento Europeo de Restauración de la Naturaleza —con objetivos vinculantes para restaurar el 20% de los ecosistemas terrestres y marinos de la UE antes de 2030, y todos los ecosistemas antes de 2050 — es un hito que puede transformar el territorio y contribuir a frenar la pérdida de biodiversidad y a lucha contra el cambio climático. Pero para que esta ley tenga un impacto real es imprescindible implementar un Plan Nacional de Restauración ambicioso y específico, con objetivos claros, alcanzables, realistas y basados en evidencia científica actualizada, dice Colomina. La restauración ecológica debe ir más allá de un conjunto de actuaciones puntuales, afirma Javier Puertas, de la oficina técnica de Europarc-España. “Se debe apostar por una infraestructura verde conectada que trascienda los límites de los espacios protegidos y actúe sobre el conjunto del paisaje”, asevera este experto. Pero la restauración, sin embargo, se está encontrando con una barrera: la financiación de los proyectos.

Hay un desafío enorme: cómo financiar esto y cómo asegurar que el dinero se gasta bien, en tareas como el seguimiento, la evaluación y la verificación de los resultados, destaca Del Río. “Necesitamos que la restauración de la naturaleza sea vista como una inversión estratégica para el futuro del país, no como un gasto”, añade César López, profesor del departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid. Algunos proyectos se apoyan en los fondos Next Generation y otras ayudas comunitarias como la Política Agrícola Común (PAC), pero estas deben ser redefinidas. “De hecho, la PAC actual sigue ofreciendo mayor apoyo a la producción agrícola y ganadera intensiva, que a la de alto valor natural”, destaca Celsa Peiteado, responsable del programa de alimentos de WWF.

Así lo muestra el hecho de que la ayuda a la renta se dirija prioritariamente a los cultivos de regadío, frente a otras fincas de mayor importancia social y ambiental, como pueden ser las de secano o las dedicadas al pastoreo, dice la especialista de WWF. “Debemos aprovechar que se inicia una nueva reflexión sobre la futura PAC para que se apueste directamente por redirigir estos importantes fondos públicos hacia la agricultura y ganadería capaz de proporcionar alimentos sanos, de calidad, recuperando el buen estado de los recursos naturales y creando empleo y dando vida en las zonas rurales”, apuntilla.

Diálogo apolítico con el sector agroalimentario

Conservar la biodiversidad implica un diálogo con uno de los sectores más sensibles y con más poder en la economía: el agrícola. Por ejemplo, tras una serie de protestas a nivel europeo en los últimos años, el objetivo de recuperar al menos el 10% de la superficie agrícola como áreas de alta diversidad quedó fuera de las propuestas de la Comisión Europea (CE) en la Estrategia de la Granja a la Mesa. “En la nueva Visión para el futuro de la agricultura y la alimentación, de la CE, se pone el foco en la competitividad, obviando que sin ecosistemas sanos no podemos garantizar la seguridad y soberanía alimentaria que tanto necesitamos”, asegura Celsa Peiteado, de WWF. 
Otro de los puntos clave era reducir un 50% el uso de los plaguicidas hasta 2030. Pero dicho objetivo también ha desaparecido de esa nueva visión comunitaria para el futuro de la agricultura y la alimentación. “Eliminarlo de la hoja de ruta europea no hará desaparecer los graves problemas de contaminación e impacto sobre la salud de las personas que conlleva el uso intensivo de plaguicidas de síntesis”, subraya Peiteado. Mucho más cuando existen alternativas al uso de pesticidas químicos, como es la propia producción ecológica, en la que España es líder europeo. “El desafío es cómo articular un diálogo apolítico; cómo articular los incentivos económicos o compensaciones, y una gobernanza participativa”, concluye Amanda del Río, de la Fundación Global Nature.

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Sobre la firma

Óscar Granados
Es periodista. Estudió Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón (México) y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Colaborador habitual del suplemento Negocios.
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