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La urgencia de un arsenal de algoritmos propios

Una política común nacional y europea, y una sociedad más concienciada resultan imprescindibles para hacer frente a las amenazas de la era digital, ahora redobladas por la expansión de la inteligencia artificial, que proceden de países como Rusia o China, o de cualquier potencial organización con fines perversos

Imagen del III Foro Retina de Ciberseguridad, celebrado el pasado 8 de mayo en el Espacio Jorge Juan de Madrid. 
Miguel Ángel García Vega

Quizá hubo un tiempo en el que ser humano pensó que podría transformar una isla, una península o una tierra interior en un paraíso. Países que antes los economistas llamaban (con cierta condescendencia) emergentes, reclaman ahora un nuevo orden mundial. El término se puede encontrar desde el Concilio Vaticano II (1965) hasta en un hilo en X (antes Twitter) del multimillonario Elon Musk. Vivimos en una época trazada por la escuadra y el cartabón geopolítico de 1945 (conferencia de Yalta, tras la Segunda Guerra Mundial) y el colapso definitivo de la Unión Soviética en 1991. Ahora el equilibrio de poderes es muy distinto. China, India, Singapur o la propia Rusia creen en otro reparto. A Europa le ha costado cinco siglos de guerras, genocidios y millones de muertos interiorizar que los derechos humanos suponen crear barreras para impedir la total arbitrariedad del fuerte sobre el débil. Entre esas palabras afloran paralelos y meridianos repletos de tecnología. El III Foro Retina de Ciberseguridad: IA, desinformación y la nueva guerra fría, bajo la cabecera Retina y con Banco Santander como impulsor, Google como socio anual, Indra, TRC como patrocinadores y el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) sumando apoyo institucional, mezcla la incertidumbre, el temor y la esperanza a partes desiguales.

China forma junto con Rusia y Estados Unidos un triángulo cada vez menos equilátero de preocupaciones. El gigante asiático es un gobierno que suma el poder, sin fisuras, del Partido Comunista y el leninismo. Es su base ideológica. “China da más valor a los derechos económicos y sociales que a los derechos personales”. Rafael Dezcallar, diplomático y exembajador en China (2018-2024), vivió la pandemia en el país, el despertar del coloso, los movimientos de la superpotencia para competir con los Estados Unidos; pero también ha trabajado, sobre el terreno en Alemania, Israel o las antiguas repúblicas soviéticas. El diplomático sabe que el gigante asiático es a la vez un Estado y un continente. El presidente Xi Jinping es capaz de transmitir a la población que “el ciberespacio es el hogar espiritual común de todos los chinos”. O sonríes o entiendes la importancia, de verdad, que dan a las tecnologías más avanzadas. Nadie extrae poemas de las noticias. La ciberguerra es un lugar para robar secretos económicos o militares. “Pero ha llegado donde está porque ha hecho cosas muy bien. La investigación, el desarrollo, la educación, la calidad de los científicos. Llevan cuatro décadas en esta estrategia”, advierte Dezcallar. Y relata una anécdota: “Los periódicos chinos se centran en contar con recurrencia dos temas: la computación cuántica y los misiles hipersónicos”. El ciberespacio es un lugar donde “orbitan”, sobre todo, los intereses comerciales. Han avanzado mucho en inteligencia artificial (IA) y no tienen las reglas de protección de Occidente. Claro que entremedias está Rusia, pero no es la nación favorita de China. “Le une, desde luego, un enemigo común: Estados Unidos”, apunta Dezcallar. Pero el Partido Comunista no olvida la historia. Durante las guerras del Opio (1858-1860) perdieron la Manchuria exterior y una parte de la costa oriental. Lejos de reclamar, aumentan la presión en los mercados. China acaba de presentar su avión C919 fabricado en Shanghái para competir con Airbus y Boeing. Habrán copiado, pero también lo hizo Estados Unidos en el siglo XIX con Alemania y el Reino Unido. ¿Y recuerdan a Japón?

Rafael Dezcallar, diplomático y exembajador en China (derecha), en conversación con Jaime García Cantero, director de 'Retina'.

Antes de llegar a España, dos paradas más: Rusia y Europa. “Es lamentable, porque Rusia es un gran país y ha calado la idea, repetida por Putin, de que Occidente se aprovecha de ella. Pero hacia el exterior es una nación sin valores. Solo la soporta su faceta militar”, ahonda el diplomático. “Lleva cuatro décadas basando su economía en la extracción de minerales”. Y en el sueño —pesadilla para Ucrania— que tiene Putin de volver a ser un imperio. ¿Y el Viejo Continente? “Lo veo en una posición muy difícil por lo que sucede en Rusia y China. Europa es más importante que nunca para defender su esencia. Necesitamos más tecnología, más academia, más economía si queremos sostener nuestros valores”, enumera el exembajador. Y de pronto, la música y sus corcheas comienzan a sonar en porcentajes...

Ataques constantes

“En los últimos años, entre el 40% y el 45% de las empresas españolas han sufrido algún tipo de ataque; sin embargo, seguro que el porcentaje es superior porque muchas no se dan cuentan; la media de detección son 11 días, o tardan meses”, advierte Miguel Ángel Cañada, jefe de Gabinete de dirección del INCIBE. ¿Cómo hemos llegado de China hasta aquí? A través de 1.157 millones de euros, que es lo que ha destinado el Gobierno español para reforzar la ciberseguridad nacional. El apagón parece que tendrá que buscar otras posibles causas. Aun así, acorde con Óscar López, ministro para la Transformación Digital, el país ha recibido más de 100.000 ciberataques el año pasado. Uno de cada tres fue grave.

Miguel Ángel Cañada, jefe del Gabinete de Dirección del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE).

Esta importante inversión es básica. “Las partidas están orientadas sobre todo a la resiliencia, no a la espera de un ataque concreto. A generar fortalezas, asegurar con mayor fuerza las entidades públicas y privadas”, observa Miguel Ángel Cañada. Los malos, digamos, trabajan siete días a la semana, las 24 horas, y están vinculados a países que los respaldan. “Hay que tener una respuesta de defensa que sea dual [aplicación pública y militar]”, remata. Todo dentro de un tejido en el cual el 98% de las empresas españolas son pymes. “Ahí es donde vamos a reforzar mucho los sistemas”, revela Cañada.

La superficie de riesgo ha aumentado y no es fácil percibir la amenaza. En una guerra convencional se pueden ver los tanques esperando atacar. Aquí el avance resulta “invisible”. Por ejemplo, se organizan en plataformas anónimas de mensajería instantánea que usan para efectuar amenazas. Ninguna broma. Félix Juárez, director del INCIBE, ha calificado a DeepSeek —el modelo de lenguaje de código abierto chino— de “arma de destrucción masiva”. “Pero al menos, ahora, Europa tiene más margen para tomar decisiones”, refrenda Cañada. Sobre todo en el mundo Occidental.

Vanguardia occidental

Esa última palabra es una argucia geográfica para viajar a Israel. Un país que ha sido capaz de transformar el desierto en la vanguardia de la ciberseguridad. Pero, ¿pertenece al bloque occidental? “El Israel que yo conocí no tiene nada que ver con el de ahora”, asume Rafael Dezcallar. Tras el terrible atentado de Hamás (2024), “a ninguno parece haberle importado, como si fuera parte natural de la situación, los 45.000 muertos [gazatíes], miles de ellos mujeres y niños. El país consiguió crear un gran centro tecnológico pero no la considero una nación occidental”, reconoce el diplomático. “Su arrogancia es enorme. Ya les pasó en la guerra del Yom Kipur [1973] contra Egipto, y con el ataque de Hamas”. Quizá manejaban tantos datos que los interpretaron mal. Sostiene el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, el coreano que escribe en alemán Byung-Chul Han, que “los Estados no son más soberanos porque conserven sus territorios, sino su información y la capacidad de divulgar los relatos propios”.

Irene Blázquez, directora del 'Center for the Governance of Change' en IE University.

En Europa esa narrativa vuelve sobre los valores. El Viejo Continente de los derechos, no un parque de atracciones. Frente a tanto bulo y desinformación, “la democracia es un proceso activo de escucha ciudadana. La ciberseguridad es algo que está en el día a día de las personas. Hay una guerra cerca. Existen algunos estudios que relacionan la proximidad de un conflicto armado con la empatía que sienten las personas hacia esa confrontación”, explica Inés Blázquez Navarro, directora del Center for the Governance of Change en IE University. La IA puede analizar la inmensa cantidad de datos procedentes de la sociedad y ver dónde están sus preocupaciones, sus intereses, sus necesidades. Todo esto hay que explicarlo. “Se tiene que crear una política de seguridad nacional muy amplia e inclusiva: invertir en ciberseguridad, cambio climático, armamento y tecnologías de uso dual”, reclama.

En España, quizá por su historia, la palabra defensa es sinónimo de guerra para miles de ciudadanos. Cambiar el relato exigirá esfuerzo. Esa “camisa limpia y esa esperanza” continúan siendo los versos de Blas de Otero (1916-1979) que muchos españoles todavía recitan. “España, patria de piedra y sol y líneas de lluvia liviana”. Pero hoy, la defensa debe escribirse en mayúsculas. Los políticos y los expertos tienen que trasladar a la población “cómo se gasta, dónde se gasta, cuáles son las mejoras que necesita esta tierra en defensa”, describe Blázquez. “Y Europa sigue careciendo de una visión estratégica. No solo hablamos de identificar qué tecnologías son las críticas: tienes que analizar dónde irá la inversión y para qué”, puntualiza. Esta también es una historia de gobernanza. Y en un mundo tan sofisticado hace falta la academia —sus avances tienen que llegar a la vida práctica, no quedar acumulados en una especie de silos de conocimiento—, la colaboración público-privada y entender que la computación o los sensores cuánticos serán tan importantes como el móvil o un portátil. Porque es un riesgo que los mayores avances en IA estén dominados por grandes corporaciones extranjeras. Y esta tecnología, bien empleada, puede separar la certeza de la mentira.

Pedro Pablo Pérez, 'chief revenue officer' (CRO) del Grupo TRC.

Pese a todo, España es una potencia en ciberseguridad. La firma española TRC navega entre algoritmos y tecnologías de vanguardia para diseñar sistemas que protegen de amenazas que jamás avisan. Junto con otras empresas y el Ejército de Tierra han desarrollado, en su tercera evolución, un sistema antidrón mediante modelos de machine learning: CERVUS III. Es un ejemplo físico. “Pero la clave es una palabra: resiliencia”, indica Pedro Pablo Pérez, chief revenue officer (CRO) de la firma. “No se trata de saber cómo ha llegado ese ataque, sino de lo resistente que soy. Cuánto tiempo tardo en identificarlo, en volver a poner los sistemas en marcha. No es lo mismo 10 minutos que 11 días. España es pionera en medidas de protección”, tranquiliza el experto. Sin embargo, describe líneas indiscutibles: “Lo fundamental en ciberseguridad es que los algoritmos sean del país. Los derechos de propiedad deben ser españoles si se han desarrollado aquí. Eso hace más grande a España y Europa”, subraya. Más tarde llegará el captar talento. La competencia resulta global, sin embargo, los dueños de esa sucesión de números y ecuaciones tienen que ser españoles. Es la camisa limpia y también nuestra gran esperanza.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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