Desembarrar la memoria
La periferia también escribe la historia: el archivo de la Asociación Vecinal Orcasitas se ha incorporado al Archivo Histórico de los Movimientos Sociales


Es de primero de madrileño evitar el centro en Navidad, así que voy a cumplir la norma y me marcho a la periferia, a unos seis kilómetros y medio de la Puerta del Sol. No parece tanto, pero hay varios mundos entre el centro de la ciudad y Orcasitas. Y si ahora, en plena globalización, existen esas diferencias, no digamos en los sesenta, cuando en la calle de Fuencarral se organizaban concursos de escaparates por Navidad y en el barrio perteneciente al distrito de Usera no había ni luz, ni agua, ni calles asfaltadas... Había barro, mucho barro.
Barro es una de las palabras que más se repite en los artículos de periódicos, en los relatos de los vecinos y en las imágenes de esos terrenos que en los cincuenta y sesenta se empezaron a poblar con quien llegaba de una periferia mucho más lejana que comenzaba a vaciarse. El éxodo rural se asentaba a las afueras de las grandes ciudades; su tierra prometida era barro y, a partir de ahí, comenzaron a modelar todo. Construían la ciudad, su barrio, a la vez que construían sus nuevas vidas y tomaban conciencia de sus derechos y obligaciones como ciudadanos y los exigían. Pedían servicios públicos básicos para vivir, se agruparon para hacer más fuerza y así surgieron las asociaciones vecinales. La de Orcasitas nació en septiembre de 1970, se oye decir a un jovencísimo Félix López-Rey en el documental de Toni Calabuig La ciudad es nuestra (1975).
Orcasitas no fue un caso único, ni en Madrid, ni en el país, pero sí uno de los más reconocidos. Tampoco lo fue el del barrio barcelonés de Torre Baró, por mucho que el año pasado saltara a la palestra gracias a El 47. Manuel Vital y López-Rey nunca estuvieron solos, no hubieran podido lograr lo que lograron. La Asociación Vecinal Orcasitas lleva 55 años activa, mucha historia y mucha documentación a sus espaldas. Material que conserva la memoria y logros de los vecinos, de los ciudadanos, de la población de un país, la que se escribe en las periferias de los centros de poder. De ahí, que el Archivo Histórico de los Movimientos Sociales (organismo del Ministerio de Cultura) haya incorporado recientemente a sus fondos el archivo del movimiento vecinal de Orcasitas. Y está detrás de otros ingresos similares de FRAVM (Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid).

¿Qué significa esta integración? Que este archivo dedicado a la documentación civil, la generada por los ciudadanos no por las instituciones, va a asegurar el futuro de la heterogénea memoria de Orcasitas, materializada en informes, facturas, fotografías, carteles, fanzines, CD, diapositivas, recortes de prensa... El documento más antiguo data de 1961, ya es patrimonio, lo son los que tengan más de 40 años. Todo estará accesible cuando se terminen las labores de limpieza, conservación, clasificación y registro que requiera cada objeto. Los movimientos vecinales ya eran históricos, el de Orcasitas es muy reconocido; ahora, además, se ha institucionalizado y cualquiera podrá consultarlo.
El papel de los archivos como protectores del pasado para que este llegue sano y salvo al futuro es fundamental, gracias a ellos tenemos las pruebas de la historia. Si se conservara ese censo que en tiempos del emperador Augusto se realizó en Judea y por el que esa pareja de Nazaret, María y José, tuvo que ir a registrarse a Belén, otro gallo cantaría.
Gallo no, pero sí cantaría el pollo que cada Navidad de finales de los cincuenta, la abuela de una niña de Orcasitas les mandaba desde un pueblo alcarreño. Esa niña hoy tiene 71 años y ya no vive allí. La memoria de su infancia en el barrio está embarrada, pero sí recuerda cómo llegaba el ave al que había que ir a buscar al autobús de línea. Iba dentro de una cesta tapada por un paño cosido, llevaba grano para que el pollo comiera durante el viaje. El final, ya lo imaginan: un sabroso manjar criado al aire libre entre sembrados de trigo y otros cereales para un día como hoy de hace más de 60 años. Ahora se pagaría a precio de oro, entonces era la comida de Navidad de los que no podían permitirse comprar los pavos de los paveros que llegaban a Orcasitas.
Esta memoria, este relato oral que ahora escribo, también forma parte del patrimonio documental español.

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