Las cuatro horas de Luis luchando solo contra el fuego de Tres Cantos
Un residente exmilitar, de 72 años, relata cómo combatió las llamas que asediaban su propiedad y la de otros tres vecinos hasta la medianoche


“¿Y cómo te quedas ahí?“, le pregunta un vecino a Luis, de 72 años. ”Has sido valiente para todo", le piropea otro. Y el aludido, exmilitar del ejército de Tierra, coge carrerilla para contar la historia de su lucha en solitario contra el fuego de Tres Cantos (Madrid). Fueron unas cuatro horas el lunes por la tarde, de las 20.00 en adelante, él, unas mangueras, el agua y su voluntad como toda protección frente a las llamas. Así, asegura, salvó su propiedad y otras tres. Unos 4.000 metros cuadrados en total, calcula junto a su vecino Juanjo. Luego, entre el humo, ya con problemas para respirar, bajó hacia Tres Cantos. Una apuesta a todo o nada de la que no se arrepiente ahora, pese a que a su alrededor hay quien le intenta hacer ver el peligro corrido, que la aventura pudo acabar de otra manera, y quien piensa que aquello, de tan peligroso, fue “una locura”.
“Te ves cercado, con llamas por todos los sitios”, cuenta este martes, observando al lado del viejo Mercedes con el que escapó de las llamas cómo el humo aún sale del suelo, y cómo no puede acceder a la zona en la que se enfrentó cara a cara con el incendio, cercana a Burrolandia, en el paraje del Soto de las Viñuelas, allí donde más daño ha hecho el fuego.
“Me dijeron: ‘¡Corre! ¡Sal! ¡Corre!’ Y se fueron todos. Me dejaron solo. Y yo dije: ‘Quietos, que vengan", sigue, destilando ironía. Y rememora: “Ardió un camión... el fuego metía unas explosiones... ¡bum!“.
Mientras Luis desgrana su relato, Juanjo, su vecino, asiente y lo avala, porque estuvieron en contacto todo el rato. Así supo, en tiempo real, que las gavillas que tenía almacenadas al lado de la verja no habían ardido. Que Luis usó su manguera, bien larga, para engancharla a la toma de agua de la propiedad de otro vecino y defenderla de las llamas. Y que luego, ya rodeado, alrededor de la medianoche, debió bajar por la carretera en su coche plateado, escapando a las llamas, saliendo para apartar troncos que cortaban la carretera, y volviendo al interior del vehículo sin aire, con los pulmones encharcados de un humo que se colaba por todas partes.
“No podía respirar. Si me quedo, me hubiera pasado como a las ovejas [muertas calcinadas], pobrecitas”, cuenta, mientras otro vecino se acerca a preguntarle por la finca rústica de su padre. “Era de noche, pero había algo de claridad, y [también iluminaban] las llamas”, añade sobre su tarde, que fue contando por teléfono a los vecinos hasta que su móvil fue consumiendo la batería.
Luis, a punto de cumplir los 73 años, lo cuenta todo con media sonrisa y unos ojos claros chispeantes. Nada tiene que ver lo que ven este martes con lo que vieron el lunes. El incendio ya está perimetrado, es decir, tiene un contorno controlable. Todas las carreteras principales ya están abiertas. Y hay un primer balance de daños. De un lado, el incendio, informa la Comunidad de Madrid, ha quemado en su mayoría pasto y matorral y parte de arbolado. Y del otro, añade la administración regional, se han visto afectadas cuatro viviendas en la urbanización Soto de Viñuelas.

No es el caso, aseguran los vecinos, de las fincas rústicas que defendió en la tarde del lunes Luis, yendo de un lado para otro, intentando salvar porches e invernaderos, que es tanto como intentar proteger los sueños de los propietarios, que ahí habían encontrado el lugar perfecto para sus aficiones y esparcimiento.
“A mí no se me ha puesto nada por delante en la vida”, dice Luis para justificar que se enfrentara sin miedo a una situación de máximo peligro. Sus vecinos beben sus palabras porque estuvo allá donde ellos no, vio lo que ellos no vieron, y ahora actúa como una suerte de oráculo, el único legitimado para tranquilizarles y convencerles, casi por completo, de que todo está salvado. “Salvo que las llamas se reavivaran”, concede este exmilitar que prefiere no revelar su apellido.
Al currículo de su vida, cuenta Luis horas después del incendio, le ha faltado haber hecho el curso de paracaidista y haber participado en una guerra. Desde el lunes, sin embargo, ha podido tachar de su lista de cosas por hacer la lucha cara a cara contra el fuego.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
