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El brutal ataque de los Dominican Don’t Play a un chico de 17 años que hacía un muñeco de nieve con sus amigos

La Audiencia Provincial de Madrid condena a un pandillero por dejar gravemente herido a un menor de edad en Torrejón de Ardoz tras una agresión en manada

Un coche de la Policía Nacional.
Patricia Peiró

El 8 de enero de 2021, una buena parte de España se encontraba bajo el manto de nieve que había dejado el temporal Filomena. En Torrejón de Ardoz (Madrid) S. de 17 años se entretenía con dos amigos en hacer un muñeco de nieve en un parque sobre las once de la noche. No vio que por detrás se le acercaba un grupo de chicos, muchos de ellos ocultos con capuchas, con paso firme. El joven estaba con la cabeza hacia abajo, mirando el suelo, cuando escuchó “que los tres”, una expresión propia de la banda violenta de los Dominican Don’t Play (DDP). Cuando levantó la mirada vio a sus amigos escapar, pero para él fue imposible. Recibió primero un golpe con una barra que lo dejó aturdido y, aunque trató de correr, la manada lo alcanzó y empezó el ataque.

El grupo lo acorraló en la avenida de Madrid con la calle de Florencia. Uno de los agresores le dio tres puñaladas, otro volvió a golpearlo con una barra. Ya en el suelo, todos empezaron a patearlo. Desde esa posición, acertó a ver a uno de ellos, Pedro P. sacar un machete. Oyó como entre ellos se decían: “Matadle”. Unos segundos después, pararon y escaparon. Como pudo, se levantó, se quitó un guante y comprobó con horror que tenía la “mano colgando” y una terrible herida en la parte inferior de la pierna.

Pedro P. ha sido sentenciado a 14 años de prisión por esta agresión, un intento de homicidio, por la Audiencia Provincial de Madrid. El acusado también fue condenado por pertenencia a organización criminal, los DDP, y se le aplicó la agravante de abuso de superioridad.

Una señora vio al joven malherido y avisó a emergencias. Al poco, llegaron dos de sus amigos para estar con él. Varias patrullas de la Policía Nacional y la Municipal acudieron al instante al lugar del ataque y la víctima y sus amigos pudieron facilitarles una descripción de los agresores y también los nombres de algunos de ellos. Se conocían del barrio, se habían visto cientos de veces, también sabían cómo se llamaban en las redes sociales.

En unos minutos fueron localizados y detenidos. Dos mayores de edad y el resto, menores. En el juicio seguido en la Audiencia Provincial se juzgó a los dos mayores. Varios agentes declararon que Pedro era un habitual de sus atestados, que siempre se veía envuelto en reyertas y que era un integrante de los Dominican Don’t Play. El otro acusado quedó exonerado porque no había pruebas suficientes contra él.

En el cuerpo de S., la víctima, quedan todavía hoy siete cicatrices que le recuerdan el horror de aquel día. La sangre que tiñó de rojo la nieve de Filomena. Una de cuatro centímetros en el omóplato derecho; otra, en el pecho; la que le dejó la cirugía a la que tuvo que someterse en la parte de las costillas, de forma redondeada; dos en la mano izquierda; la que le dejó la herida de su pierna derecha, que afectó a la tibia y una en el brazo derecho, el que usó para protegerse.

Si los servicios de emergencias no hubieran acudido inmediatamente, su vida corría peligro. Nunca podrá volver a mover con normalidad dos de los dedos de su mano izquierda. El estrés postraumático tardará tiempo en desvanecerse por completo.

¿Su pecado? La víctima solo pudo deducir que su cercanía con un amigo hizo que lo englobaran en el saco de sus enemigos y que ese día decidieran ir a por él. La víctima declaró que sabía que su conocido había tenido problemas con la banda y eso es motivo suficiente para que los pandilleros te consideren un posible objetivo.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.
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