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Cacerolada contra el nuevo cantón de limpieza en La Paz a ocho metros de las viviendas

El Ayuntamiento ha colocado vallado para empezar las obras, con lo que prohíbe el aparcamiento de vehículos

Cacerolada vecinal contra el nuevo cantón de La Paz, este sábado 24 de mayo.
F. Javier Herrero

Las cacerolas y los pitos han vuelto a dominar el espacio del barrio de La Paz. Los vecinos presenciaron la noche del viernes como la Policía Nacional y la Municipal reinstalaban el vallado en el terreno donde confluyen las calles de Sangenjo y Fermín Caballero, para construir un cantón de limpieza. Las redes sociales y los canales de Whatsapp fueron el vehículo para organizarse para protestar, este sábado al mediodía, con una cacerolada.

Con el vallado del terreno, el Ayuntamiento ha comunicado a los vecinos que los coches se tenían que retirar del aparcamiento porque el lunes empezarían las obras a las siete de la mañana. Juan Manuel Segura, portavoz de la plataforma contra el cantón en el barrio de La Paz ha señalado que los asesores jurídicos de las comunidades de vecinos afectadas han presentado un recurso contencioso administrativo y han pedido medidas cautelares con el fin de parar las obras.

La colonia de San Enrique y la de Lamaro circundan el terreno donde está proyectado el cantón. Se trata de una barriada que se construyó en los años setenta como prolongación del barrio de El Pilar, en una zona cercana al hospital Ramón y Cajal y la avenida del Cardenal Herrera Oria. Dada su antigüedad y su perfil de viviendas para gente trabajadora, no disponen de garaje, y su única opción de aparcamiento para los coches es la calle. Ahora, el Ayuntamiento quiere construir un cantón de limpieza a escasos ocho metros de las viviendas y no da ninguna alternativa a los residentes.

Segura recuerda la inexistencia de un estudio de impacto medioambiental. “No se ha tratado el daño del ruido que podrían causar las barredoras, que pueden emitir hasta 70 decibelios, algo que está en contra de la normativa municipal”, añade el portavoz. Los vecinos se muestran muy dolidos ante las declaraciones realizadas por la teniente de alcalde, Inmaculada Sanz, relativas a que ellos ya habían sido avisados del inicio de las obras y que habían dado su visto bueno a su puesta en marcha. Segura refuta esa afirmación y añade que “se han hecho encuestas entre los vecinos y mayoritariamente han rechazado la instalación del cantón”.

“Nosotros somos los que hemos hecho el trabajo del Ayuntamiento”, se queja Ana Bacallado, vecina del barrio, ante la cuestión de las alternativas de suelo para el cantón. “Tenemos derecho a una calidad de vida y al descanso. Hemos planteado ya cuatro lugares que cumplen los requerimientos para instalar el cantón en el distrito. Ellos solo se han limitado a hacer que conste que nos hemos reunido. Punto”.

Los residentes afirman que el Ayuntamiento no da ninguna garantía sobre el cambio de uso del cantón más allá de los cuatro años que dura el mandato del actual equipo gestor. Los vecinos temen que otros responsables municipales tendrían las manos libres en el futuro para que se asumiesen tareas más lesivas para el barrio como el traslado de residuos, la utilización de maquinaria con impacto acústico, etcétera. “Este equipo municipal dice una cosa hoy. Los que vengan en el futuro pueden decir otra [y cambiar el uso del cantón] y sería perfectamente factible y legal. Y nos quedamos con el cantón para siempre”, critica Juan Álvarez, vecino de la colonia San Enrique.

A finales de los años noventa, el Ayuntamiento concedió la licencia para la construcción de una gasolinera en el mismo espacio y el vecindario se movilizó para impedirlo. Ante la oposición vecinal, se acordó en 1998 con el Ayuntamiento de la época que el único destino del terreno, si se cambiaba el uso actual, sería el de la creación de una zona verde. Hoy, los habitantes de San Enrique se ven nuevamente en la calle para defender un entorno saludable.

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Sobre la firma

F. Javier Herrero
Redactor de la Unidad de Edición de EL PAÍS desde 2019, donde participo en la elaboración de la edición impresa del periódico. Comencé mi tarea profesional en EL PAÍS en 1994 como documentalista. Apasionado de la historia, he colaborado en el blog 'Historias' de la sección de Cultura. Pasé por la sección de Especiales antes de ser editor de la web.
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