Leña al pobre
García Albiol personifica uno de los casos más destacables de desprecio a la inmigración y de aporofobia. Pero no es una excepción, también se dan ejemplos en Martorell o Vic


El mes de diciembre es poco dado a la compasión. La fraternidad navideña queda reservada para la publicidad de grandes almacenes, de marcas de embutidos o de loterías. Ese amor tan genérico hacia la humanidad deja de existir cuando entra en contacto con la realidad y se le pone rostro.
El pasado 16 de diciembre se cumplieron 20 años del asesinato de Rosario Endrinal, una mujer sintecho que fue quemada viva en el interior de un cajero del barrio de El Farró por tres jóvenes del vecindario de Sarrià-Sant Gervasi. Falleció dos días después a causa de las heridas. Parece que este hecho debería mover a reflexionar sobre la vulnerabilidad de las personas que viven en la calle, pero no es así. El género humano, contrariamente a lo que deseaban los ilustrados, va a peor.
Isidre Ferreté, un jesuita cura obrero del barrio de la Salut Alta, presentó a principios de este mes una petición de la asociación Badalona Acull ante el pleno municipal. Se trataba de facilitar comida caliente, duchas y mantas para quienes viven en la calle de la localidad. Fracasó. La mayoría absoluta del PP impidió ese dispendio, un año largo después de cerrar Can Bofí Vell, el único albergue de la ciudad al que el gobierno municipal no ha dado alternativa. Eso sí, a Xavier García Albiol no le duelen prendas en gastarse 2,5 millones de euros en fastos navideños, y fantasear con el árbol subcampeón de España de altura. No contento con eso, y en otra muestra del espíritu que impera en estas fiestas, el pasado día 17 el propio alcalde de Badalona se mostraba satisfecho por el desalojo de cientos de personas que malvivían en el antiguo instituto B-9. García Albiol escribía en la red X: “Dije que echaríamos a los 400 okupas ilegales [delincuentes les llama en la intimidad] que hacen la vida imposible a los vecinos y lo hemos hecho”. Otro éxito de la democracia y otra promesa cumplida. Ahora pues, a los sintecho que hay en Cataluña se les va a sumar el generoso envío del alcalde de Badalona que no pierde el tiempo en facilitar nada a los más débiles.
Y es que García Albiol personifica uno de los casos más destacables de desprecio a la inmigración y de aporofobia. Pero no es una excepción en la Cataluña del siglo XXI. El Ayuntamiento de Martorell, con los votos de Junts y PSC, está dispuesto a multar con 750 euros a quien llene garrafas en fuentes públicas de la localidad. El objetivo de la medida es evitar, dicen, que los okupas se instalen en el municipio. Recientemente, el alcalde de Vic -también de Junts- se lamentaba en una entrevista a SER Cataluña de la “saturación” a la que los inmigrantes someten a los servicios sociales. Deben ser esos mismos inmigrantes de los que nunca habla la autoridad democrática cuando cobran salarios bajos a cambio de agotadoras jornadas a veces en situación irregular en los mataderos de la comarca de Osona. O el Ayuntamiento de Barcelona que con sus desalojos y su nueva ordenanza criminaliza a los sintecho, alarman en Arrels, donde han contabilizado casi 2.000 personas que viven en la calle de la capital catalana.
Para hacer frente a esta situación el Parlament lleva desde 2022 debatiendo una proposición de ley que crea un texto normativo para los sintecho. Es un proyecto que lanzó en su día el catedrático de Derecho Administrativo Antoni Milian y que contó apoyado por diversas entidades que persiguen el objetivo de acabar con el sinhogarismo. El texto tuvo el respaldo de todos los partidos y ahora está en periodo de presentación de enmiendas. Todo sin prisas. Como el plan plurianual 2022-2025 todavía inédito -explican desde la Fundació Arrels- para afrontar la situación de las personas que viven en la calle. Falta mucha voluntad política y a algunos les sobra mala fe y demagogia para dejar de dar leña al pobre.
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