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GENERALITAT
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El oasis catalán

Estamos en una pausa. Pero las pausas son para iniciar otra etapa. ¿Y ahora qué? Illa tendrá que pasar de la oportunidad al proyecto. No basta con hechos para consolidarse en el poder hay que darles sentido

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, en el pleno del Parlament.
Josep Ramoneda

La política española hierve, Cataluña está en pausa. Se habla del oasis catalán, en contraste con las turbulencias del momento cenital del procés. La fórmula es relativamente sencilla, fruto de un factor siempre determinante en política: la pérdida de la noción de límites. El independentismo fue más allá de lo que la relación de fuerzas le permitía. Perdió el control de la situación y se entró en la fase de represión y judicialización. La ciudadanía respondió en las urnas con prudencia. El PSC encontró mayoría para gobernar. Y Salvador Illa, como presidente, captó el momento de oportunidad: tiempo de calma después de la agitación. Una estrategia que se impuso ante el desconcierto del independentismo y la paulatina toma de conciencia de los límites.

La sociedad catalana no estaba preparada para la confrontación (ni había mayoría suficiente para darle legitimidad). Y después de los momentos de tensión que siguieron al intento de ruptura de 2017, con los dirigentes independentistas en el exilio o en la cárcel, se abrió un período de distensión, con el independentismo alejándose del primer plano y la apuesta por la ruptura desapareciendo de la escena.

Y mientras Cataluña se acomodaba a esta nueva etapa, en Madrid la derecha daba rienda suelta al resentimiento con una agresiva ofensiva mediática contra el presidente Sánchez y su gobierno, que Núñez Feijóo llevó al extremo el pasado miércoles en una ridícula intervención parlamentaria centrada en la persona del presidente Sánchez como icono de la corrupción, que puso una vez más de manifiesta las debilidades de una aspirante al que no se le conoce una idea, un proyecto político. Todos sus discursos giran en torno a lo mismo: delincuente Sánchez.

En contraste, Cataluña sigue en pausa, como si de pronto se hubiese convertido en oasis de prudencia. Pero en política nada es definitivo y menos las situaciones excepcionales: y este parón en las hostilidades lo es. Se dio un momento coincidencia: todas las partes necesitaban una pausa. Estamos en ella. Pero las pausas son para iniciar otra etapa. ¿Y ahora qué? El presidente Illa tendrá que pasar de la oportunidad al proyecto. No basta con hechos para consolidarse en el poder hay que darles sentido.

Cataluña necesita un partido fuerte a la derecha, como fue la Convergència de Jordi Pujol que lideró tantos años el espacio conservador nacionalista. La propia dinámica política requiere que aparezcan fuerzas en disposición de volver a la naturalidad de la confrontación parlamentaria y la alternancia, sin el clima de resignación que parece imperar ahora.

Seguro, después de los excesos, el país necesitaba calma. Pero ya es hora de seguir recuperando cierta intensidad, de no dejar que las cosas vayan por simple inercia. A Illa corresponde dar cuerpo y entidad a su proyecto, más allá del reformismo práctico. Y a las fuerzas que ahora viven en la resignación volver a la realidad, antes de que la extrema derecha se les eche encima como está pasando en toda Europa y como ya tenemos indicios aquí. Para abrir un nuevo tiempo es necesario que pasen a la reserva aquellos que protagonizaron el conflicto y que se niegan a darse cuenta que su momento ya pasó. Junts es la primera víctima de este secuestro. Su futuro pasa por salir del bloqueo que se ha impuesto al someterse a Puigdemont impidiendo la aparición de nuevos liderazgos. Renovación para reactualizar la política catalana, salvo que hayan decidido que ya no les queda otra suerte que la melancolía.

La calma ha dado sus frutos. Pero convertida en un presente continuo solo puede tener un destino: el estallido indeseado. No solo de pan vive el hombre.

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