Balance (provisional) del sanchismo en Cataluña
La idea de que hay un conflicto histórico a resolver con urgencia, central en la reivindicación independentista, ha bajado a segunda división


La desinflamación y la agenda del reencuentro se quedaron cortas. La apariencia, que es lo que parece contar, es decir, los relatos, memes, encuestas, todo señala un cambio más radical que ya se palpa en la calle. Salvador Illa quería pasar página cuando llegó a la presidencia de la Generalitat, todavía no hace un año, y Cataluña quizás ha pasado a otro capítulo.
La reivindicación y la identificación política indepe ha regresado a las dimensiones anteriores al pistoletazo de salida de hace más de diez años, con el 54% contrarios a la secesión y solo el 30% a favor. Tiene todavía consistencia la identidad secesionista, a pesar de su declinante poder de convocatoria, como demuestra la minúscula aunque ruidosa movilización contra la presencia del rey en Montserrat la pasada semana. Pero la idea de que hay un conflicto histórico a resolver con urgencia, central en la reivindicación independentista, ha bajado a segunda división, según los últimos datos del Centre d’Estudis d’Opinió sobre los problemas que preocupan a los catalanes.
Solo un 5% de los encuestados menciona la relación entre Cataluña y España como una cuestión perentoria, lejos de la vivienda, que preocupa al 23%, y detrás de la inmigración (10%), la insatisfacción con la política (10%), la inseguridad ciudadana (9%), el funcionamiento de la economía (7%) y la sanidad (6%), en igualdad con el paro y la precariedad laboral. Hasta junio de 2024, estaba en lugares de cabeza e incluso era prioritario, pero no ha dejado de caer desde entonces. La fragmentación por edades nos explica el futuro: el 5% de los preocupados por el conflicto con España se concentra entre los mayores de 64 años y decrece hasta hacerse irrelevante entre los más jóvenes. La fragmentación por partidos ofrece otro dato interesante, puesto que solo ocupa un lugar destacado entre votantes conservadores, los del PP (9%) y los de Junts (10%), y ni se menciona entre el resto de formaciones.
Otro dato señala el agotamiento de la agenda nacionalista. Tampoco funcionan sustitutos a las periclitadas reclamaciones secesionistas como la “emergencia lingüística” en la que se encuentra la lengua catalana. Tal como ha señalado Albert Branchadell en estas páginas (Sant Jordi por el realismo, 29 de abril) ni siquiera aparece como preocupación de los encuestados, “salvo que pueda quedar incluida en la ‘crisis de la identidad catalana, un problema que fue mencionado por un exiguo 5% de los entrevistados”.
Ya llegará el balance más material cuando se cumpla el primer año del gobierno Illa: vivienda, aeropuerto, Rodalies, financiación…. Pero en plena incertidumbre sobre el futuro del gobierno de Sánchez, destaca el mayor éxito, el más tangible y político, expresado en el cambio de ciclo, que es también de hegemonía. Paradojas de la vida, para parte de la opinión pública, también la catalana, el éxito catalán de Sánchez es un terrible fracaso español, y para la declinante opinión independentista, otra desgraciada victoria de la secular dominación española sobre Cataluña.
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