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CATALUÑA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Con presupuestos no basta

La Cataluña que debe gestionar Illa, la de los ocho millones, difícilmente puede funcionar sin la tubería de recursos de una financiación ajustada al censo

Salvador Illa

Solventado el viaje a Japón y Corea del Sur, el primero de los dos en Asia para “sembrar” relaciones, Salvador Illa empieza junio habiendo superado el trajín de la negociación de los suplementos de crédito. Sin presupuestos, pero con 4.000 millones extras para pagar nóminas e invertir, sucedáneo convenientemente convertido en bocado apetitoso, gracias a la fotografía trabajada con patronales y sindicatos. Hay más dinero en la caja y el calor anticipa decisiones trascendentes. Este mes se esperan novedades sobre la ampliación del aeropuerto del Prat y la empresa mixta de Rodalies, y se mastica la propuesta de la nueva financiación, que puede coincidir en el calendario con el primer pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre la ley de amnistía. Del alumbramiento de la oficialidad del catalán en Europa no hagan apuestas, que las pueden perder.

El presidente de la Generalitat, con sobriedad discursiva, ha insistido que cumplirá los pactos. Los que dependan de él, se entiende, porque en el traspaso de Rodalies la fuerza mayor de la paz sindical ya facilitó que la futura empresa mixta fuera una filial de Renfe. Si avanza lo suficiente en fecha y forma, Illa pedirá en otoño ser recompensado con sus primeros presupuestos, maná de la estabilidad en tiempos convulsos. Pero la Cataluña que el PSC dice querer modernizar requiere de más flujo de recursos que unas cuentas voluminosas, que dan para gestionar y poco más. El país, con dos millones más de población que en 1987, difícilmente puede aspirar a funcionar en el futuro sin la tubería de una financiación ajustada al censo.

La distorsión entre capacidad pasada y realidad presente -lo que éramos y lo que somos, en términos de riqueza- debe preocupar al presidente. Incluso en tiempos de bonanza de datos macro, los salarios no cunden como la hacían antaño. Falta vivienda y se ha encarecido hasta ser prohibitiva mientras a la economía catalana le pesa el estigma de la terciarización, con un 57% de la población ocupada en el sector servicios, de salarios limitados. Necesitamos inmigrantes en el mercado de trabajo porque contribuyen al bienestar colectivo, pero los servicios públicos no tienen la robustez deseada para actuar compasados con el latido ciudadano. Se percibe en la salud, donde las listas de espera para una primera visita a la mayoría de especialistas no bajan de los tres meses. En la escuela, remontar la caída cartografiada por el informe PISA no se antoja tampoco inmediato. Y acecha el peligro de los populismos extremistas, que alimentan las dificultades descritas con el picante del discurso del odio al migrante, señalado como culpable del cambio de paisaje social y de la pérdida de identidad.

Desde la llegada a Palau, Illa fio su mandato al “unir y servir”. Sin épica, pero con fiabilidad. Al presidente le conviene que la salud atienda, la escuela rinda, los trenes no fallen y los recursos lleguen para no quedar a la intemperie. Un espóiler: ni con presupuestos basta para “transformar” la Cataluña de los ocho millones que no para de crecer.

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