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Crónica
Texto informativo con interpretación

Curso para padres modernos y primerizos en la era del feminismo

En plena revolución social sobre los roles de género, la paternidad también requiere nuevos ajustes

Un momento de una de las sesiones del proyecto Canviem-ho (Cambiémoslo).
Bernat Coll

Pasan 30 minutos de la hora estipulada para acabar la sesión y ahí siguen. Son las 20.30 horas de un jueves y cinco hombres de entre 29 y 38 años mantienen una conversación animada en un aula del Centro de Atención a la Salud Sexual y Reproductiva (ASSIR) de Cornellà de Llobregat (Baix Llobregat). “Me asusta molestar durante el parto; que mi mujer esté más pendiente de mí que de ella y del bebé”, dice Roger C., el mayor. El resto le escucha y Carles Valero, el matrón y dinamizador del taller, toma la palabra: “Tienes que estar con ella, acompañarla y escuchar qué necesita. Lo importante es estar, no se hace ni bien ni mal”.

El grupo alarga la última sesión del proyecto Canviem-ho (Cambiémoslo), una iniciativa impulsada en 2008 en Barcelona para hombres en situación de preparto que pretende “tomar consciencia de la paternidad y de la relación con la propia identidad masculina”. El éxito de la primera experiencia llevó a varios ayuntamientos a interesarse por el proyecto, que se expande año tras año. Tras siete sesiones, los hombres se muestran agradecidos y con la sensación de haber coincidido en el inicio de un viaje a lo desconocido. “Ha sido muy reconfortante”, convienen. “Partimos de cero, con los mismos miedos, ilusión y dudas que nadie nos había explicado antes”.

En plena revolución social sobre los estereotipos de género, la paternidad también requiere ajustes. “Solo mirando la generación anterior vemos que quien te cuidaba era la madre. Los hombres debemos empezar a entender que si tenemos hijos, nos tenemos que hacer cargo. Es así de sencillo”, plantea Valero. Suena coherente.

Con más de 10 años de experiencia en este tipo de sesiones, el sanitario hace preguntas incómodas. Busca las contradicciones entre la masculinidad tradicional y la paternidad. Y casi siempre da en el clavo: “¿Cuándo supisteis que queríais ser padres?”, plantea al grupo en una de las primeras sesiones. Algunos dudan. José A., el más joven, comparte que es el paso más natural que plantea su actual relación de pareja. Roger C., el veterano, dice que lo no lo sabe y se cuestiona si de tener cinco años menos habría tomado este camino: “No lo había pensado nunca. Quizás me he dejado llevar por la presión social”, responde con cierta inquietud. Existe un halo de duelo en sus palabras. La paternidad implica de algún modo el final de la juventud. “Cuando nace el bebé, el adulto eres tú”, subraya Valero. Nadie rebate el planteamiento.

Los cambios ya han empezado, especialmente entre la pareja. “Mi mujer está más irascible desde que está embarazada”, comparte Sergi, otro usuario. Valero insiste en el acompañamiento y la comunicación para facilitar la convivencia, y anticipa más cambios. “La madre y el bebé son como el sol y la luna, siempre juntos, sobre todo si la lactancia es materna; y nosotros somos como un satélite que gravita a su alrededor para acompañarlas”, compara. Lo importante, dice, es aceptar que la relación de pareja se transforma y receta “mucha comunicación” durante el proceso.

¿Y el sexo? “Hay muchos estereotipos de maneras de hacer”, responde Valero. “La sexualidad cambia, pero no hacia mal. Con el tiempo recuperas una cierta complicidad con la pareja, pero si te focalizas hacia la crianza, a veces no tienes muchas más ganas de reproducirte”, plantea.

Las sesiones invitan a cerrar heridas. A pensar en qué se quiere dejar atrás. Aquello que uno vivió de niño no tiene por qué ser lo que se quiera para un hijo. “De pequeños quizás normalizamos unas situaciones que ahora no queremos repetir. Es muy importante detectarlas de forma consciente”, señala Valero. Uno de los ejercicios del día es precisamente escribir en un papel actitudes que los usuarios quieren cambiar y otras que quieren mantener. “Yo deseo tener con mi hijo la comunicación que no tuve con mi padre”, comparte otro hombre.

Antes de acabar, un usuario quiere explicar por qué se ausentó en la sesión anterior. “Estaba triste”, arranca. “Nos hicieron una ecografía y nos dijeron que el bebé no había casi crecido en el último mes”. Valero responde al momento: “Este también es un buen sitio para estar triste”. Y la conversación prosigue por un camino científico donde la razón arrincona al miedo. “Si hubiesen detectado un problema para el bebé, se hubiesen quedado a la madre en el hospital; y en el caso de haber un riesgo, le hubiesen inducido el parto. Y no ocurrió nada de eso”, plantea el profesional, que aprovecha la situación para presentar la prostaglandina y la oxitocina [fármacos que ayudan a acelerar el parto] a los futuros padres.

Tras más de dos horas de sesión, los hombres se despiden entre abrazos y buenos deseos. Quizás no se vuelvan a ver más. “Al principio los hombres no saben del todo por qué tienen que venir, pero acaban siempre muy contentos y con ganas de hacer más sesiones”, desgrana Valero. En siete sesiones nadie ha aprendido a cambiar pañales ni a coger en brazos a un bebé; y a nadie le ha parecido extraño. “Replantearnos nuestros privilegios y nuestra responsabilidad como padres es una buena manera de iniciar la paternidad”, comenta alguien al marchar. Buen viaje.

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Sobre la firma

Bernat Coll
Periodista centrado actualmente en la información sanitaria. Trabaja en la delegación de Catalunya, donde inició su carrera en la sección de Deportes. Colabora en las transmisiones deportivas de Catalunya Ràdio y es profesor del Máster de Periodismo Deportivo de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
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