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APAGÓN MASIVO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gobernar el sobresalto

De un tiempo a esta parte vivimos en una época de cataclismos, y ello sucede en un contexto dominado por la incertidumbre y el miedo. Gobernar en tiempos como los actuales se ha vuelto una tarea solo apta para resistentes

Apagón España

El apagón del lunes es el último episodio (lo digo tentativamente porque escribo estas líneas el mismo lunes, y no puedo estar seguro de que entre mi hoy y el hoy de usted, lector, no haya ocurrido una nueva desgracia) de una serie increíble de fenómenos extraordinarios que han ido encadenándose a lo largo de los últimos años y que no tienen parangón en la historia. Apagones como el del lunes, pandemias, olas de calor extremas, incendios ingobernables, riadas que se llevan la vida de centenares de personas. De un tiempo a esta parte vivimos en una época de cataclismos, algunos claramente relacionados con la crisis climática, otros que se le relacionan de forma más indirecta. De hecho, el propio cambio climático es una derivada de nuestra forma contemporánea de vivir, de la manera cómo hemos construido nuestro mundo.

Y todo ello sucede en un contexto dominado por la incertidumbre y el miedo, lo cual ayuda a agravar esas sensaciones. Solo había que observar las expresiones en las caras de la gente este lunes. El desamparo, el abandono. Aún no la rabia, pero la rabia está ahí, agazapada, esperando el momento de salir. Lo vimos con la dana en Valencia. Somos una sociedad desacostumbrada a esperar. Somos impacientes. El miedo lleva a la rabia (y ya se sabe a dónde lleva esta, al lado oscuro, obviamente).

Gobernar en tiempos como los actuales se ha vuelto una tarea solo apta para resistentes, porque todo, absolutamente todo, va en contra del gobernante en momentos como los actuales.

En primer lugar, la competencia descarnada entre los partidos políticos por la opinión ha destruido cualquier atisbo de consenso, incluso en momentos dramáticos. La dana nos sirve de ejemplo, pero también podríamos hablar del confinamiento, que el Tribunal Constitucional acabó declarándolo inconstitucional.

En segundo lugar, está la crisis de autoridad que deriva en el éxito rotundo de las teorías de la conspiración, cuanto más locas mejor, y la distribución a mansalva de noticias falsas, que tienen como propósito doble generar más desconfianza en las autoridades (y aquí se incluyen los medios de comunicación tradicionales) y hacer dinero. No sé cuál va primero.

Todo ello actuando sobre una población que bracea en la incertidumbre, que no sabe ya a quién (o a qué) creer, pero que, a pesar de ello, necesita creer, necesita certezas, asideros, un refugio que la proteja de esta tormenta perfecta de la que se alimentan los propagadores de bulos y los vendedores de crecepelo (que acostumbran a ser los mismos).

Gobernar hoy en día exige ir contra la corriente, a expensas de las críticas del primer momento. Gobernar el desasosiego exige templanza, paciencia, resolución y aguante, mucho aguante. Y estar ahí permanentemente. Este tiempo nuestro no es el de los atajos, ni el de las jugadas maestras de spin doctors que solo se preocupan por el titular de mañana, ni el de jugar a hacer caer el sistema. Dar certeza, dar cobijo, dar serenidad. En eso consiste gobernar en estos tiempos.

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