Concepción Arenal: la muñeca de Manuela Carmena
El nuevo juguete del proyecto solidario de la exalcaldesa madrileña sirve de excusa para hablar de la excepcional pensadora del XIX


-¿Concepción Arenal?
-De frente y la segunda a la izquierda.
Para muchos españoles no es más que una calle con nombre de mujer. O un colegio, tanto mejor, porque cabe inferir que quienes se formen en él saldrán conociendo a la más completa pensadora del siglo XIX español. La alcaldesa de Madrid Manuela Carmena se sorprendía cada vez que un periodista o un abogado, que así fue el caso, ignoraban quién había sido doña Concha, una señora de carácter que se horneó en una infancia rebelde con la época, con los corsés y los miriñaques, con las injusticias de toda índole. Y de todo dejó escrito: cárceles, vivienda, educación, igualdad, religión. Hoy, Concepción Arenal es también una muñeca, la que ha dibujado Carmena y confecciona un grupo de reclusos con los vestidos que diseña la modista Carmen Rodríguez. Por 50 euros, los Reyes Magos pueden ser instructivos.
Carmena ha pintado a la muñeca unos grandes ojos claros y las trenzas pelirrojas que lucía aquella mujer, una decimonónica “rabiosamente moderna” que aparejaba a su perro, un gran danés, para cargar en él unos libros y salir a leer al campo en Cantabria, donde vivía su abuela, a la que adoraba. Vistió raro toda su vida, de pantalón y casaca napoleónica, para darse a respetar entre los señores de las tertulias, donde su intelecto coqueteaba sin trabas. Que su hermana vistiera escotados vestidos de vaporoso vuelo, si quería. Ella prefería pensar frente a la calavera, que siempre conservó, regalo del padre Caldas, de Potes. Lo contaba el día de la Lotería en el Ateneo de Madrid su tataranieta Teresa Novoa, que espera la reedición del libro La mujer del retrato. Vida posible de una niña pelirroja, basado en hechos reales y novelado por Mónica Rodríguez, premio nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Novoa, ilustradora, ha puesto los dibujos y los recuerdos. “Aquel retrato estaba en todas las casas de mi familia”. Y es casi el único conocido.
El Ateneo se llenó de muñecas de la colección Zapatelas, las que apadrina Carmena y donde vuelca todas esas iniciativas solidarias que se le pasan por la cabeza: su próxima creación será un Nelson Mandela de trapo. Estos juguetes y otros, además de ropitas infantiles, se pueden comprar en un puesto fijo del mercado madrileño de la Cebada. “También tenemos sábanas con poemas en el embozo. Es un buen regalo para alguien que tenga una cama nueva o alguien que meter en la cama nueva”, bromeó la exalcaldesa ante un auditorio de amigas y admiradoras donde cosió una charla animosa e ilustrada. A Concha Arenal, por cierto, también le gustaba coser mientras dialogaba con quien fuera. Siempre era buen momento para zurcir unos calcetines. En Navidad hay mercadillo solidarios y mercadillos solidarios, pero este ofrecía una distendida charla intelectual para quienes saben hacer buen uso de su jubilación y un corte de mangas al frío madrileño.
La cosa es no perder el tiempo. A doña Concha no le simpatizaban las monjas de clausura por esa razón. Ni la impiedad de Pío Nono, a quien aporreó con alguno de sus discursos. Tampoco le gustaba que las mujeres fueran el ángel de la casa. Prefería, contó la alcaldesa, que el mundo no se perdiera lo mucho que podían hacer aquellos ángeles por la sociedad en su conjunto, de lo que la filósofa daba buena muestra. Un día, disgustada por un desahucio que presenció, tomó conciencia de la falta de vivienda, ¿les suena no? Tiró de sus amigas, buscó financiación y fundó una empresa constructora: La Benéfica levantó 90 viviendas baratas en Madrid, algunas todavía en pie, en la calle de la Caridad, recordó Carmena. “Tenía una enorme capacidad de gestión, hay que hablar de la gestión de las mujeres, de su imaginación y sensibilidad. Ella preveía y solucionaba”, dijo. “No hace falta hablar tanto”, añadió, para regocijo del auditorio. Los grandes ojos claros de Arenal “supieron ver España”.

Pero España no acaba de verla a ella. Siendo jueza de vigilancia penitenciaria, Carmena quiso que aquella mujer que dejó una de las grandes frases del mundo carcelario: “condena el delito y compadece al delincuente”, tuviera la relevancia merecida. Se lo propuso a una ministra socialista de Cultura de los noventa, a quien le satisfizo la idea. Al cabo de los meses, sin embargo, la jueza no había recibido más que silencio y se interesó de nuevo por el asunto. Esta fue la respuesta: “Es que en el partido me dicen que Concepción Arenal no creía en la lucha de clases”. Acabáramos.
“Sí, sí, de mi tatarabuela, los de izquierdas siempre han dicho que era de derechas y los de derechas que era el demonio”. Pues eso ya va perfilando a la muñeca, puntada a puntada. “No era una mujer sectaria en absoluto. En estos tiempos en los que se permite todo a los propios sin verles defecto alguno, pero no se atiende a las ideas de los otros, ni se les mira a la cara”, es un valor a recuperar, dijo Carmena, harta “de la gestión diaria del odio”.
Y así, entre trenza y trenza, fue trenzando Carmena las reflexiones de la gran pensadora y las suyas propias. Como era día de muñecas, contó que adora las infancias, “lo que los niños están dispuestos a contar si se les escucha, la mirada que proyectan sobre la realidad. Hay que llegar a ellos desde otra perspectiva y considerarlos, para decirles, de una forma diferente, siempre la verdad”. ¿También con los Reyes Magos? “Bueno, ahí está mi hermana, que se enfadó muchísimo con mis padres porque le engañaron con los Reyes Magos”, contestó la exalcaldesa. “Mucho, mucho”, confirmó la aludida desde la primera fila. Pero seguro que se lo perdonó.
Carmena, la alcaldesa de las magdalenas caseras, la que muchos miraban como una abuelita Paz, defendió ayer su proyecto solidario con el que los presos y las voluntarias, migrantes, jubiladas, reciben una paguita por la confección de esas muñecas rellenas de lana de ovejas extremeñas y palentinas. Lo de las ovejas, para otro día. Y otra muñeca.
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