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Salazar, un tipo de pueblo que ha conmocionado al PSOE

Las denuncias de acoso sexual y abuso de poder de dos trabajadoras de La Moncloa descabalgaron a quien iba ser los ojos de Sánchez en Ferraz

Paco Salazar (Montellano, Sevilla, 57 años) ha puesto patas arriba al PSOE. La gota que colmó el vaso de las feministas del PSOE tras las grabaciones y andanzas de José Luis Ábalos y Koldo García. Un tipo de pueblo el que ha indignado y conmocionado a una organización de alrededor 150.000 militantes por dos denuncias de acoso sexual y abuso de poder formuladas por dos militantes socialistas y trabajadoras en el equipo de Salazar en la Moncloa. “Se subía la bragueta en tu cara, escenificaba felaciones y pedía vernos el escote”, contó en exclusiva elDiario.es.

Salazar dimitió como secretario general de Coordinación Institucional de la Presidencia del Gobierno y se dio de baja en el partido nada más trascender la primera información el pasado 5 de julio. Los que han hablado con él afirman que lo niega todo: “quiere borrarlo”. “Como no ha querido defenderse, ni ha dicho lo contrario, está otorgando”, asegura un dirigente andaluz. Ese día el que fuera alcalde de Jun y uno de sus colaboradores más cercanos, José Antonio Rodríguez Salas, lo trasladó en su coche desde Madrid a su casa de Dos Hermanas. Dicen que no coge el teléfono, no sale, no ve informativos ni tertulias a las que era tan aficionado.

El 5 de julio, Salazar iba a entrar en la ejecutiva federal como adjunto de la secretaría de Organización a cargo de Rebeca Torró, que sustituyó a Santos Cerdán encarcelado en ese momento por presunta corrupción. “Ese puesto era su sueño”, dicen desde Ferraz. Todas las fuentes atribuyen la elección de Torró no a Pedro Sánchez, sino a Salazar al que se le veía como el futuro manijero de un área que es todo y más en el PSOE, especialmente, si el secretario general es también presidente del Gobierno. Iba ser los ojos de Sánchez en Ferraz tras el doble fiasco de Cerdán y Ábalos.

Nadie en el PSOE afirma haber sido testigo de comportamientos como los descritos en las denuncias, pero personas que lo han tratado mucho reconocen como hábitos de Salazar que “salía del servicio sin subirse la cremallera” y que una frase suya asidua es: “Esto lo voy a resolver con mi churra”. Fuentes de su equipo en la Moncloa añaden: “Podía montar unas broncas increíbles y hacer comentarios machistas, eso lo hemos visto mucha gente”. Trasladan otras conductas “babosas” con su equipo integrado por gente muy joven, sobre todo, mujeres.

¿Cómo llega una persona que era alcalde de su pueblo a formar parte del círculo de confianza del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez? Salazar no hace ese trayecto desde una posición orgánica fuerte en el PSOE. Nunca ha pintado nada ni en el PSOE de Sevilla ni en el de Andalucía. Pertenecía a una tribu socialista poderosa, la de Dos Hermanas, pero no tenía galones. Él era un indio, pero no el jefe de los indios. “Su valor respecto a Pedro Sánchez no es su peso específico en el PSOE de Sevilla, daba lo mismo que fuera de Teruel”, asegura un dirigente.

Cuando deja la alcaldía de Montellano (7.031 habitantes) en 2008 -hubo polémica por el intento de regularizar unas casas ilegales- se traslada a vivir a Dos Hermanas. Pasa por distintos puestos en la Junta (comisario de la Memoria Democrática) y en la empresa municipal Emasesa de Sevilla hasta que accede a un trabajo en el hipódromo de Dos Hermanas a través del Servicio Andaluz de Empleo. Entre charlas sobre caballos y jinetes entabla amistad con el entonces alcalde nazareno, Quico Toscano, el principal valedor de Pedro Sánchez.

En 2012, entra a trabajar en el Ayuntamiento de Dos Hermanas como técnico hasta 2017. Hay una querella de Vox contra Salazar y Toscano por malversación, tráfico de influencias y prevaricación administrativa. El partido ultra sostiene que durante unos meses cobró su nómina municipal mientras trabajaba para las primarias de Pedro Sánchez. Fuentes municipales aseguran que todo está en regla: Salazar cogió días propios pendientes y vacaciones para estar a lado del futuro líder.

Cuando Sánchez dimite en el comité federal del 1 de octubre de 2016 y, tras semanas de dudas, decide presentarse a las primarias para aspirar de nuevo a la secretaría general, Salazar se vuelca y se pega a él. Coge su maleta y se traslada a Madrid, dirige el equipo de campaña, organiza la plataforma de militantes a través de grupos de WhatsApp de toda España y trabaja codo con codo con Ábalos, Adriana Lastra y Cerdán, con el que comparte piso. Enfrente tienen como rival a una presidenta de la Junta, Susana Díaz, a la que los suyos la consideraban dotada de superpoderes, pero que pierde de manera estrepitosa esa elección interna en mayo de 2017.

Ya con asiento en Ferraz, Salazar se deslumbra con Iván Redondo, contratado por Sánchez como asesor. Licenciado en Ciencias Políticas por la UNED, con él aprende el análisis de datos, tendencias estadísticas y electorales. También tiene el título de Perito Agrícola. Pero el flechazo con el consultor político levanta recelos y le aleja de Ábalos y Cerdán. Con Lastra nunca hubo especial sintonía. El pulso sordo que la entonces vicesecretaria general socialista mantenía con Iván Redondo terminó por distanciarles.

Con Pedro Sánchez investido presidente tras prosperar la primera moción de censura de la democracia, Salazar se traslada con Redondo a la Moncloa. Allí tejen estrategias, algunas exitosas y otras desastrosas, como la repetición de las elecciones en noviembre de 2019 y las de la Comunidad de Madrid de mayo de 2021, que creían ganadas. Fuentes de Ferraz aseguran que ambos utilizan el área de análisis electoral de la Moncloa como “una extensión” de la secretaría de Organización del partido y donde se citaba a los secretarios generales para facilitarles información. Los dos salen de Moncloa en la crisis de Gobierno de julio de 2021. Salazar se va al hipódromo de la Zarzuela, coge oxígeno, y Sánchez lo recupera un año más tarde como secretario general de Planificación Política. También tuvo un papel relevante en la campaña de Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat, que ganó el PSC.

Salazar, pedrista desde el primer minuto, era una persona de total confianza de Sánchez, aseguran varias fuentes socialistas. “Pedro, que vive enganchado a las encuestas, confía en muy poca gente y Paco era de total fiabilidad. Llegaba el primero a la Moncloa y era el último en irse. No pedía nada a cambio. El presidente lo podía llamar cinco o seis veces al día. Y todo eso genera muchos celos”, afirma un dirigente.

Las valoraciones de Salazar como analista político fluctúan entre el cero y el 10, en función del interlocutor. “Era un fantasma”, dice uno; “va de ser un buen analista y saber leer las encuestas, pero no es así, le hacían los datos”; “era ágil, tenía un don para analizar los datos de encuestas. Hacía buenas reflexiones”. Salazar, cuentan los que han trabajado con él, hacía un ritual el día de las elecciones para hacer piña con el equipo mientras se producía el recuento: “Tiraba una moneda pero no miraba que salía. Decía: ‘Venga, chicos, esto va a salir bien”. Esta vez salió cruz.

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