Sánchez se aferra a la sanidad para salir de la última crisis del PSOE
El presidente asume personalmente el “error” de no atender a las víctimas de Salazar pero insiste en que agotará la legislatura y busca hablar de sanidad y educación públicas


Pedro Sánchez acusa el golpe de una nueva semana infernal para el Gobierno y en especial para el PSOE, incendiado otra vez por la desastrosa gestión del caso Paco Salazar, esto es las denuncias por acoso sexual contra el que fuera uno de los hombres más destacados de su núcleo duro, del que salió en junio al publicar elDiario.es las primeras informaciones sobre el escándalo. Seis meses después, el partido ni siquiera se había puesto en contacto hasta esta semana con las víctimas. El final de año está siendo muy duro para un Gobierno al que se le acumulan los problemas políticos tras la ruptura de Junts y también judiciales, ahora que un juez de la Audiencia Nacional le ha pedido al PSOE todos los justificantes de gastos de los últimos ocho años. Ante esa situación, el presidente se aferra a la defensa de la sanidad y la educación públicas frente a los procesos privatizadores de las comunidades del PP y, en concreto, el escándalo del hospital de Torrejón destapado por este periódico.
Sánchez habló al fin este sábado del asunto en profundidad con varios periodistas, en un corrillo en el Congreso en el día de la Constitución, y quiso mostrar también en su tono de mea culpa que es consciente del enorme desgaste que ha supuesto lo que calificó como un “error” que se va a subsanar, esto es no acompañar a las víctimas, no ponerse siquiera en contacto con ellas.
Pero a la vez que reconocía los fallos y admitía “en primera persona”, como líder, esos errores, Sánchez dejaba claro que no se va a destituir a ningún cargo por este asunto que considera un fallo, pero sin mala intención y en ningún caso una “connivencia” con el acosador, que fue muy cercano no solo a Sánchez, sino a buena parte de la dirección actual del PSOE -de hecho iba a ser su nuevo hombre fuerte hasta que el escándalo le forzó a dimitir- y también se mostraba seguro de que podrá superar esta crisis y recuperar el pulso para poder concluir la legislatura.
El líder del PSOE admite que el de Salazar ha sido un golpe duro, otro más en su entorno cercano, después de José Luis Ábalos y Santos Cerdán, algo que apunta directamente a su credibilidad a la hora de elegir a sus hombres de máxima confianza -hasta ahora no ha tenido ningún problema con las mujeres de su equipo- pero está convencido de que a la hora de la verdad, cuando lleguen las elecciones generales, según él en 2027, los ciudadanos sabrán hacer una “valoración de conjunto de un cuadro completo” de toda la gestión del Gobierno, y no se quedarán con “una causa judicial o un error”.
Sánchez y su equipo en el PSOE están preparando medidas para reforzar el sistema antiacoso con más medios, pero sobre todo van a intentar cerrar cuanto antes, esta próxima semana, si es posible, el expediente de este caso para tomar medidas y sobre todo acompañar a las víctimas.
El presidente explica que el PSOE no puede ir directamente a la fiscalía a denunciar a Salazar, como ha pedido la dirigente Adriana Lastra, una de las primeras que presionó para que dimitiera el político andaluz en julio, porque tienen que ser las víctimas las que decidan si quieren hacerlo, al tratarse de denuncias anónimas. Los socialistas no pueden hacer nada que facilite el descubrimiento de su identidad si ellas no quieren hacerla pública. Pero lo que sí puede hacer es apoyarlas para que denuncien y ofrecerles todos los medios a su servicio, incluidos abogados, y eso es lo que se deduce que van a hacer de las palabras del presidente a la prensa.
El cambio de tono de Sánchez ante la prensa, después de varios días eludiendo la crisis del caso Salazar en sus discursos públicos e incluso en sus mítines por las elecciones en Extremadura, es significativo. En la cúpula del Gobierno y del PSOE ya nadie se anima a minimizar la crisis después de una semana en que la tensión interna ha sido fuerte porque un partido que viene de los escandalosos audios de José Luis Ábalos y Koldo García, en los que hablaban de mujeres prostituidas como si fueran ganado, no puede permitirse la demoledora imagen de no haber atendido a dos víctimas de un acoso en sus propias filas y dentro de La Moncloa, donde Salazar ocupaba un despacho importante con un equipo amplio en el que había varias mujeres. En otro corrillo en el Congreso, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, fue incluso un poco más allá que Sánchez y admitió que el caso “se ha gestionado muy mal” porque el partido, del que ella es número dos, “no ha acompañado correctamente” a las víctimas.
Los ojos se ponen así sobre la secretaria de organización, Rebeca Torró, pero Sánchez dejó claro que no hay que buscar culpables porque nadie tenía mala intención, tampoco las mujeres del comité antiacoso que dejaron pasar seis meses sin contestar. Él asume directamente la responsabilidad, insistió, y no parece tener intenciones de cesar a nadie. Además, fue quien eligió y mantuvo durante siete años a Salazar, que salió de Moncloa al caer Iván Redondo, en 2021, y se fue a trabajar al hipódromo de Madrid, pero volvió poco después por orden del presidente para incorporarse al equipo con Óscar López como jefe de Gabinete.
El Gobierno acusa así el golpe a la credibilidad del presidente y del nuevo equipo que nombró en el PSOE para relevar a Santos Cerdán, imputado en un grave caso de corrupción, pero en el entorno del presidente se trabaja en un escenario muy diferente al agujero en el que le ha metido el caso Salazar. Sánchez insiste en que hay legislatura para rato, y está volcado de lleno en recuperar a Junts con varios gestos que ha lanzado esta semana y otros que vendrán en los próximos días, según fuentes de La Moncloa, y también en las campañas electorales que con toda probabilidad serán cuatro en pocos meses: Extremadura, ya empezada, Castilla y León, Andalucía y ahora Aragón, que podría llegar en febrero. Las perspectivas de la izquierda en todas ellas son malas. Sin embargo, Sánchez cree que en unas elecciones generales las cosas serían diferentes, y de hecho sostiene que en este momento, según sus datos, el PSOE sería el primer partido. Esto solo sería posible si Vox creciera mucho y le comiera mucho espacio al PP. El PSOE podría ser primer partido y no gobernar porque la derecha podría sumar por la debilidad del espacio a la izquierda de los socialistas.
En cualquier caso, Sánchez apuesta a agotar la legislatura porque cree que ningún socio, ni siquiera Junts, quiere terminarla antes de tiempo, y confía en que la marcha de la economía y los buenos datos de gestión acabarán tapando todos los escándalos y el desgaste que suponen. Por eso todos los ministros y dirigentes cercanos consultados insisten en que no hay ningún escenario de adelanto electoral posible, porque el tiempo, creen, juega a favor del Gobierno. El PP opina lo contrario, que el deterioro es imparable e irá a más.
El presidente y su equipo van a intentar recuperar el control de la agenda con una batalla de fondo, la de la defensa de la sanidad y la educación públicas frente a los procesos privatizadores de las comunidades del PP. Sánchez ha dado la orden de centrarse al máximo en la crisis del hospital de Torrejón, en Madrid, de gestión privada, donde se dieron instrucciones a los dirigentes de perjudicar a algunos pacientes para ganar más dinero. Este martes el Consejo de Ministros estará dominado por este asunto, y durante el fin de semana se ultimarán medidas para que las presente Mónica García y rematar así una nueva batalla contra Isabel Díaz Ayuso, pero sobre todo contra el modelo privatizador del PP. En La Moncloa creen que, más allá de los escándalos o de casos como el de Salazar, que solo siguen los que están muy pendientes de la política, los ciudadanos sí sufren de verdad el deterioro de los servicios públicos en las autonomías gobernadas por el PP, que son la gran mayoría, y este será el eje del discurso de Sánchez en los próximos meses. El PSOE saldrá probablemente debilitado de la secuencia de elecciones autonómicas, pero en Gobierno también creen que Vox tendrá aún más fuerza en esos ejecutivos con el PP y así se verán más los efectos dañinos de lo que podría llegar a La Moncloa en 2027.
Esa será la gran batalla de los próximos meses. Pero de momento, el PSOE sigue metido en el agujero del caso Salazar, del que intentará empezar a salir esta semana. Y después, descanso navideño y a pensar en febrero, cuando vuelve el Congreso y votaciones clave como la subida de las pensiones. Sánchez bromeó con esa idea de la diferencia entre los que se vive en el mundo político y la realidad en la calle en la charla con los periodistas: “nosotros estamos enganchados a la política, pendientes de cada movimiento, pero la gente normal están pensando en las compras de Navidad”.
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