Lealtad contra talento: la eterna batalla interna en los partidos políticos
La catarata de currículos falsos reabre el debate sobre la capacidad de la política para atraer a los mejores y alimenta el descrédito que favorece el voto antisistema


El goteo de informaciones sobre representantes públicos que falsean, engordan o son deliberadamente ambiguos en sus currículos reabre un viejo debate: el del funcionamiento interno de los partidos, actores clave en la selección de futuros dirigentes. Ninguna formación exige un título universitario, como tampoco es requisito para ser diputado, senador, o para ocupar un escaño en un parlamento regional, y, sin embargo, una mínima fiscalización -por parte de medios y rivales electorales, no de las propias instituciones- ha provocado una proliferación de casos, de distinto signo político, con titulaciones que en realidad no lo son.
La Doctora en Ciencia Política, Sociología y Antropología Social Belén Barreiro, actual presidenta del Instituto 40dB., y los politólogos María Fernández Mellizo-Soto, Sandra León e Ignacio Urquizu explicaron hace ya 22 años en un artículo en este diario las diferentes teorías sobre la representación política. Por un lado, “el concepto elitista sugiere que un representante es realmente bueno cuando, en muchas de sus características, es mejor que los ciudadanos a los que representa. Es en la calidad excepcional del político, en su honradez, inteligencia o formación, en donde reside la buena representación. Por otro lado, la representación descriptiva exige que los representantes sean iguales a los representados, un espejo fiel de lo que es la sociedad. Únicamente el que es igual es capaz de hacer lo adecuado para los ciudadanos a los que representa". El último anuario estadístico del Ministerio de Educación apunta que más de la mitad de la población de entre 25 y 34 años posee estudios superiores, frente al 30,9% de los que tienen entre 55 y 64. En España hay 1,7 millones de estudiantes universitarios, pero su presencia es desigual sobre el mapa porque se concentran en las ciudades y en ciertos barrios.
Políticos y expolíticos de distintas ideologías y con diferentes niveles de formación reflexionan para EL PAÍS sobre el debate acerca de los métodos de selección interna de los partidos -uno de los primeros filtros en la configuración de la élite dirigente- y sus derivadas. ¿Tiene la política capacidad para atraer a los mejores? ¿Quiénes son, hoy por hoy, los mejores? ¿Deberían endurecerse los requisitos para asumir determinados cargos?
Profesionales en la política y políticos profesionales
Todas las formaciones cuentan en sus filas con cargos orgánicos o dirigentes que solo conocen la vida de partido, ya que ni han completado estudios superiores ni han trabajado en otra cosa. “Yo no terminé la carrera precisamente porque me metí en política. Hoy, si alguien en esa tesitura me pidiera consejo, le diría: ‘No lo hagas”, cuenta un ex alto cargo del PSOE que carece de formación universitaria y llegó a desempeñar responsabilidades en el Ejecutivo. “Por un lado”, añade, “es bueno tener cierto conocimiento de la vida real para dedicarse a este oficio y, por otro, conviene tener un sitio al que volver. Esto debiera ser una ocupación temporal, pero en muchos casos se convierte en un trabajo para siempre porque esa persona no tiene alternativa fuera”. Este veterano socialista recuerda que no siempre fue así. “Al principio, se elegía a gente que se había ganado un prestigio incluso más allá de las fronteras partidarias, pero a medida que la democracia se fue asentando, el criterio que se impuso fue el estrictamente interno”.
Una de las banderas con las que la llamada nueva política trató de diferenciarse de los partidos tradicionales, cuando irrumpió aupada por el 15-M, en la primera gran crisis de representación, fue precisamente la de ofrecer perfiles con experiencia laboral y mayor formación académica. “Ese era el relato”, recuerda Toni Roldán, exsecretario de Programas de Cs, “y es verdad que tanto en Ciudadanos como en Podemos había personas con doctorados en el extranjero, pero al final las dinámicas de selección son perversas, los líderes premian, sobre todo, la lealtad, y los más leales suelen ser los que menos formación tienen porque fuera de la política no tienen tantas opciones. Al jefe de recursos humanos, o sea, al vicesecretario de Organización, le da igual que hayas ido a Cambridge, lo que le interesa saber es qué vas a hacer en la siguiente batalla interna”.
La formación académica de la llamada nueva política tenía que ver, también, con un factor generacional. Pero sigue habiendo perfiles jóvenes que solo han conocido la vida de partido, como Noelia Núñez, de 33 años, valor en alza en el PP hasta que se desveló que había mentido en el currículum que facilitó al Congreso de los Diputados, donde figuraba como poseedora de un “doble grado en Derecho y Ciencias Jurídicas de la Administración Pública”. Núñez se afilió al partido al cumplir la mayoría de edad. En 2015, con 22 años, fue elegida concejal del Ayuntamiento de Fuenlabrada (200.000 habitantes); con 28, Isabel Díaz Ayuso, su madrina política, la nombró portavoz adjunta en la Asamblea de la Comunidad de Madrid; con 31 era diputada en la Cámara baja, con una nómina de 84.799 euros brutos anuales, a los que sumaba otros 10.800 por su asistencia a los plenos y comisiones en Fuenlabrada. Cuando dimitió, al revelarse las múltiples versiones falsas sobre su formación que figuraban en distintos organismos, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, acababa de nombrarla vicesecretaria nacional de Movilización y Reto Digital.
A partir de la dimisión de Núñez, el PP y el PSOE retomaron una guerra de currículos que ha dejado bajas en ambos bandos. La popular Cristina Cifuentes dimitió en 2018 como presidenta de la Comunidad de Madrid después de que se destapasen irregularidades en la titulación de un máster en 2012 en la Universidad Rey Juan Carlos y tras difundirse un vídeo de 2011 donde se ve cómo un agente de seguridad la retiene en un supermercado por haber robado dos cremas. En ese mismo curso político también renunció al cargo la primera ministra de Sanidad de Pedro Sánchez, Carmen Montón, después de que La Sexta revelase que había plagiado buena parte de su trabajo de fin de máster y de que la universidad que lo impartía, también la Rey Juan Carlos, admitiese que sus notas habían sido manipuladas. Apenas ocho días después de Noelia Núñez, presentó su dimisión el comisionado del Gobierno para la dana José María Ángel Batalla, investigado por un título presumiblemente falso, según la Agencia Antifraude valenciana. El PP tocó a rebato y ordenó revisar las biografías oficiales de sus cargos. Este periódico pudo comprobar cómo desaparecían de algunas de ellas presuntos méritos académicos o cómo proliferaban distintas versiones sobre la formación de un mismo cargo público, como Pedro Rollán, presidente del Senado y cuarta autoridad del Estado, quien figuraba en la web del Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, localidad de la que fue alcalde, como “diplomado en Marketing por la Escuela Superior de Estudios de Marketing” y poseedor de un “Máster en Administración y Dirección de Empresas”, pese a que se trataba de cursos en centros privados sin la titulación homologada.

El PP contratacó reclamando las dimisiones de Patxi López, portavoz socialista en el Congreso; Pilar Bernabé, delegada del Gobierno en Valencia; y el ministro de Transportes, Óscar Puente. En el primer caso, porque en su ficha del Congreso figura, de forma ambigua, que “estudió Ingeniería Industrial en la Universidad del País Vasco”, cuando no terminó la carrera porque decidió centrarse en la política. En el segundo, porque en la web oficial del PSOE, según Ok diario, se decía que era licenciada pese a que no llegó a obtener el título -ahora aparece que “inició sus estudios” en Filología Hispánica- . Y en el tercero, porque en su perfil de la web de La Moncloa se destacaba que el ministro había realizado un Máster en Dirección Política impartido por la Fundación Jaime Vera, una entidad asociada al PSOE.
La selección adversa: incentivos y desincentivos para la política
Víctor Lapuente, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y catedrático en la Universidad de Gotemburgo y ESADE, hace de abogado del diablo para demostrar la complejidad del problema. “Max Weber [sociólogo] defendía a esas criaturas que medran en las juventudes de los partidos y era muy crítico con los perfiles técnicos y académicos. Para él, los primeros eran capaces de desarrollar habilidades para seducir y adaptarse porque se habían bregado en las agrupaciones locales, con mucha competencia. Comparto que los partidos hacen bien en cuidar de sus canteras. El problema, para mí, es que hoy las vidas políticas son muy cortas y no hay muchos incentivos para que la gente joven y con talento entre en política. Hace 30 años le preguntabas a un joven con ganas de cambiar el mundo qué quería ser y quizá respondería político como primera opción. Hoy, con suerte, sería la cuarta o la quinta”.
Como recordaban Barreiro, Urquizu, León y Fernández en su artículo, “en teoría económica se habla de selección adversa cuando los peores son los únicos que se ofrecen para participar en un mercado”, es decir, cuando los mejores carecen de incentivos suficientes y desisten. Algo similar sucede en la política. “En mi caso”, recuerda Roldán, “entrar en Ciudadanos fue bastante locura. Yo estaba haciendo la tesis doctoral en la London School of Economics (LSE)y la interrumpí para meterme en política, arriesgándome a hundir mi carrera profesional y civilmente por la exposición que supone. Y eso ha ido a peor. Para un joven bien preparado cada vez es más complicado plantearse entrar en política porque sabe que le pueden machacar. Y esto es un drama porque al tiempo, esa gente es la que tiene más opciones fuera, es decir, autonomía y capacidad para negarse a la corrupción y para generar sistemas de partidos más sanos y democráticos”. La legítima y necesaria fiscalización del poder se confunde a menudo hoy, gracias a pseudomedios y pseudoperiodistas, con el acoso. “A mí”, recordaba recientemente en este periódico la ministra de Sanidad, Mónica García, “me han roto la luna del coche, me han puesto pegatinas con insultos, se han encarado con mis escoltas... Son mercenarios del acoso, les pagan para eso. Te violentan a ti y a tu familia y el mensaje que lanzan al que esté pensando en hacer política, sobre todo si es progresista es: ‘No te metas porque vas a sufrir todo esto”.
Un ex alto cargo socialista asegura: “Para atraer a los mejores habría que repensar muchas cosas; para empezar, el sueldo de los políticos, pero nadie se atreve a plantearlo. Hay muchos cargos que ganan mucho más que el presidente del Gobierno”. Para Roldán, “los partidos deberían establecer unos estándares mínimos, similares a los exigidos para salarios equivalentes en el sector privado, porque la realidad es que hace 30 o 40 años no, pero hoy, la probabilidad de que haya una persona sin estudios trabajando en una empresa con un sueldo equivalente al de un político es bajísima”. El 12,9% de los españoles con más preparación académica se consideran pobres, según la última estadística de “pobreza subjetiva” de Eurostat, con datos de 2023.
Las consecuencias
Cuando abandonó Ciudadanos, Roldán retomó su tesis en la London School of Economics. Hoy es director del Centro de Políticas Económicas de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas. “La política es un espacio en el que cabe todo el mundo, no necesitas títulos floridos para ser un gran político y hay muchos ejemplos, como Santiago Carrillo o Lula da Silva. Además, el Estado dispone de un grupo espectacular de altos funcionarios, gente muy preparada que cuando los políticos llegan con ideas felices los frenan o les ayudan a aterrizarlas. Pero yo estuve en dos negociaciones de Gobierno (con el PP y con el PSOE) y en general, en mi experiencia política, me di cuenta de que si tienes a personas formadas que hablan tu mismo lenguaje la probabilidad de llegar a acuerdos, encontrar espacios de consenso y mejorar las políticas públicas es mucho más alta. Yo me entendía muy bien con Nacho Álvarez (entonces en Podemos) pese a tener una ideología muy diferente a la mía y es porque podíamos hablar de ideas concretas, no solo de marcos mentales o relatos”. “Yo no sé por qué mienten los que mienten, supongo que los partidos quieren exhibir perfiles que sean un ejemplo en términos de esfuerzo”, añade, “pero falseando currículos solo aumentan el descrédito de la política porque hoy por hoy es muy fácil que te pillen”.

Un ex alto cargo del PSOE admite que no existe control alguno sobre la información que facilitan al partido y a las instituciones. “A mí jamás me han pedido nada para comprobar. Los casos que han salido de falsificación son una gota en el océano, pero hacen mucho daño a la credibilidad de toda la clase política. ¿Cómo vas a pedir la confianza de los ciudadanos si saben que les has engañado antes de empezar?“.
Y llueve sobre mojado. “El crédito de la política”, afirma Lapuente, “ya está bajo mínimos. Por eso para tantos jóvenes la primera opción es la extrema derecha. El desencanto se está convirtiendo en antipolítica y antiinstituciones”. Las encuestas le dan la razón. El partido que más ha subido en estimación de voto desde las elecciones generales de 2023 es Vox.
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