Del Tendido 8 a su presidente José Enrique Serrano
El director de gabinete de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero fue el reflejo de lo que representa lo mejor del socialismo: el compromiso con el país por encima de los intereses y el respeto en el disenso

Fue como una conjunción estelar en el Hemiciclo del Congreso; una suerte de química parlamentaria difícil de replicar, como si la octava fila tuviera su propia gravedad emocional. Allí nació el Tendido 8, justo en ese rincón del Salón de Plenos donde uno cree que nada pasa… y, sin embargo, pasa todo. Nos mirábamos como se miran los que aún no se reconocen: con respeto prudente, con curiosidad silenciosa. Cada quien con su historia, con sus matices ideológicos, con sus cicatrices políticas. Y aun así, algo nos trenzó: José Enrique Serrano, nuestro JES.
Hoy, día en el que cumpliría los 76 años, queremos rendir homenaje a quien supo congregar, bajo su vocación de encuentro, a un pequeño grupo de personas de trayectorias múltiples y diversas, que defendían distintas opciones de liderazgo cuando llegaban nuestras primarias. Para nosotros, JES no fue solo nuestro presidente en el Tendido 8. Fue el reflejo de lo que representa lo mejor del socialismo: el compromiso con el país por encima de los intereses, el respeto en el disenso, la amistad y los valores compartidos como vehículos del consenso.
JES no era el que tomaba la palabra cada día, ni el que ocupaba los focos del Hemiciclo. Era lo que en la jerga británica llamarían un perfecto backbencher: ese parlamentario que desde su escaño discreto observa más que interrumpe, escucha más que pontifica y entiende que el poder real no se mide en minutos de intervención, sino en la calidad del juicio. JES dominaba el arte de influir sin imponerse, de construir sin ruido, de levantar puentes mientras otros cavaban trincheras. Su silencio hablaba con más claridad que muchos discursos. Tenía ese raro talento de ser imprescindible sin reclamar protagonismo.
Su generosidad lo llevó a poner su casa a nuestra disposición. En ella se iniciaron las entrañables cenas del Tendido 8. Durante 14 años compartimos vivencias, debates intensos y momentos de incertidumbre política. Y, sin embargo, nunca perdimos el afecto mutuo, con JES como clave de bóveda, presidente sin decreto, líder sin imposición del Tendido 8.
Nunca, en ninguno de los múltiples encuentros, pudimos escuchar algún comentario que pudiese conllevar un conato de “traición” a su trabajo de tantos y tantos años en el centro de las decisiones que modernizaron y transformaron nuestro país. JES nunca sacrificó su primer mandamiento, la firme lealtad al Estado.
En esas largas noches en su piso de la calle Marqués de Urquijo, este grupo de personas de edades dispares, formación diversa, proyectos vitales múltiples, socialistas de viejo y nuevo cuño, pero socialistas de corazón y cabeza, disfrutamos del lujo de contar entre nosotros a una persona como JES, que nos reafirmaba, golpe a golpe, en nuestra fe común en la política como herramienta cargada de nobleza.
Hace pocos días se reunió el Tendido 8 en una comida a modo de homenaje a nuestro presidente, a nuestro amigo y referente. Recordábamos una trayectoria en la que lo público no debe ocultar una realidad de esfuerzo y lucha continuos. Director de gabinete de los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, miembro de los equipos de Narcís Serra, Gustavo Suárez Pertierra, Joaquín Almunia, Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Sánchez, ahí es nada.
Podríamos también añadir su currículum en la Universidad, tanto en temas docentes, como de gestión (secretario y vicedecano en la Facultad de Derecho y secretario general en el Rectorado de la Universidad Complutense de Madrid), sus publicaciones. Y todo ello lo hizo compatible con el amor a su familia y a sus personas amigas. Una muestra más de su gran calidad humana.
Hoy, cuando la política parece hundirse en arenas movedizas, JES —el hombre de la expresión serena, capaz de ver tres pasos más allá sin levantar la voz ni mirar por encima del hombro— seguiría porfiando, con la misma convicción tranquila de siempre, en la construcción de puentes, en los acuerdos que dignifican y en los consensos que transforman. Porque para él, el entendimiento no era una excepción, sino la única forma seria de hacer política.
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