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El caso Montoro reequilibra la batalla

El PP se enreda en su asunto central de oposición, la corrupción, mientras el Gobierno, tocado, termina la temporada con más guiños a sus socios

15/07/2025 El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes de un encuentro con el lehendakari, Imanol Pradales, en el Palacio de La Moncloa, a 15 de julio de 2025, en Madrid (España). Alberto Ortega - Europa Press Foto: Alberto Ortega - Europa Press (Europa Press) | Vídeo: EPV

“Quién nos iba a decir que el que iba a acabar julio pidiendo la hora, deseando que lleguen las vacaciones, iba a ser el PP”, bromea un ministro. Después de dos meses infernales, en los que realmente ha estado en cuestión la supervivencia política de Pedro Sánchez -él mismo admite que pensó en dimitir-, el caso de Cristóbal Montoro, el ex ministro de Hacienda del PP imputado por ayudar a empresas privadas a pagar menos impuestos a cambio de dinero para su equipo de confianza, ha reequilibrado de forma muy clara la batalla política española en la recta final de la temporada y con el parón de agosto ya a la vista.

No tanto por sus consecuencias directas, porque Montoro no es un miembro clave del equipo de Feijóo como lo era Cerdán en el de Sánchez. Pero sí por el mensaje demoledor que traslada en forma de recordatorio sobre un PP del que su actual líder se ha considerado siempre heredero: el de Mariano Rajoy, y antes el de José María Aznar, en cuyo Gobierno participó.

Al contrario que Pablo Casado, que quiso romper simbólicamente con el pasado e intentó incluso vender la sede central en la calle Génova, pagada en parte con dinero negro, Feijóo renunció a ese proyecto y no solo se rodeó del entorno de Montoro para asesorarle e incluso incorporarse a su equipo, como acaba de hacer Alberto Nadal. Además, el líder del PP ha buscado la imagen de continuidad en el último congreso, con un gran protagonismo de Aznar y Rajoy, que dieron lecciones de limpieza e incluso en el caso del primero pidió cárcel para Sánchez.

Ahora ese gesto se vuelve en su contra, pero Feijóo, que se ha limitado a un tuit con el mensaje “lo que haya que investigar, que se investigue”, sigue empeñado en esa continuidad no ya con Montoro, que acaba de dejar el partido, pero sí con el PP clásico, dejando a Casado como un accidente. Aznar y Rajoy vuelven como estrellas fulgurantes de la derecha, a pesar de que están rodeados de escándalos y ya han caído sus dos referentes económicos, Rodrigo Rato y Cristóbal Montoro, mientras se esperan para el otoño más juicios sobre ese pasado, que apuntan directamente a personajes centrales para Rajoy como Jorge Fernández Díaz, su ministro del Interior.

“Feijóo se ha equivocado en su estrategia de centrar todo en la corrupción. Con lo que tiene en el PP, eso era muy arriesgado y ya estamos viendo que solo alimenta a Vox. Por eso tienen tanta prisa por tumbar a Sánchez. Porque saben que si se alarga mucho la legislatura, Vox puede empezar a pisarle los talones. Feijóo cree que les va a parar pareciéndose a ellos, como hace con la inmigración, pero todos los ejemplos europeos demuestran que no es así. Se está equivocando mucho y eso no ayuda a nadie, tampoco a nosotros. Un Vox fuerte es una desgracia para todo”, señala otro miembro del Gobierno.

En el PP, por el contrario, están convencidos de que el caso Montoro acabará quedando judicialmente en nada, porque ya ha sido investigada esta cuestión en otras ocasiones y no hay pruebas concluyentes, sostienen, de que este lobby que creó el propio ministro tuviera capacidad real de cambiar leyes. Los populares confían en que cuando escale al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña este caso se deshará.

Pero sobre todo, la cúpula de Feijóo no piensa cambiar su estrategia central: seguir con la mujer, con el hermano de Sánchez, con el suegro -“de qué prostíbulos ha vivido usted”, le llegó a decir Feijóo a Sánchez hace 10 días-, y con el caso Cerdán, que confían en que se reactive a partir de septiembre con nuevos informes de la UCO. En el último congreso del PP, Feijóo ha apostado por dirigentes de perfil duro -Miguel Tellado o Ester Muñoz- para liderar una oposición implacable centrada en la corrupción del PSOE, y nada indica que vaya a cambiar esa línea por el caso Montoro, que el PP intentará dejar atrás cuanto antes. No parece nada fácil, dadas las dimensiones de la investigación de siete años y las ramificaciones que tiene, pero confían en lograrlo. “A Montoro no lo nombró Feijóo como hizo Sánchez con Cerdán. Y en este caso tampoco hay prostitutas. El PSOE quiere empatar comparando a Sánchez con Rajoy, pero el que está en el PP es Feijóo”, señalan desde la cúpula de este partido.

Mientras el PP se enreda en su propia corrupción, el Gobierno ha cambiado por completo el ambiente interno, que era de depresión absoluta hace dos semanas, y está multiplicando movimientos para recomponer la mayoría e incluso soñar con intentar en septiembre negociar unos Presupuestos que apuntalarían la legislatura. Sigue siendo muy difícil, sobre todo por Podemos, según admiten varios ministros, pero al menos se intentará. Eso sí, después de un verano que esta vez será largo para el Ejecutivo, reventado tras un año imposible en el que muchos creían que el presidente había llegado a su final.

Y mientras tanto, Sánchez y su equipo van haciendo gestos con ERC -financiación-, con Junts -catalán en la UE- y con el PNV para terminar la temporada con la sensación de que el Gobierno y la mayoría aguantan. El martes, por ejemplo, una semana después de que Sánchez recibiera en La Moncloa al lehendakari, Imanol Pradales, es probable que vaya al Consejo de Ministros la ley de secretos oficiales, una reivindicación histórica del PNV y en especial de su líder, Aitor Esteban. Y este martes pasado se cerraron varias transferencias para los nacionalistas vascos.

El martes es un día importante porque en el Congreso hay media docena de votaciones de decretos y leyes relevantes que pondrán a prueba la mayoría. Félix Bolaños y Rafael Simancas, los máximos responsables de que todo salga bien en el Congreso, mantienen contacto con todos para garantizar una última jornada parlamentaria exitosa para el Gobierno que remataría esa sensación muy diferente entre cómo acaba y cómo empezó julio, un mes que se consideraba crítico tras el estallido del caso Cerdán.

Sánchez no estará allí votando, porque viaja a Chile, Uruguay y Paraguay con un asunto central que también ha sido importante ese mes para intentar salir del enorme agujero de Cerdán: su choque con Trump. En junio fue en la cumbre de la OTAN y ahora será en Santiago de Chile, donde lanzará un claro mensaje con el otro gran referente progresista, el brasileño Lula da Silva, y también con el colombiano Petro, el chileno Boric, el uruguayo Orsi. Todos participarán en una especie de “gran fiesta de la democracia”, tal como la han organizado los chilenos, buscando la unidad de los pocos progresistas que quedan al frente de gobiernos europeos y americanos frente al avance de la ultraderecha y de discursos totalitarios y racistas.

Sánchez explotará allí al máximo su imagen internacional de antítesis de Trump, que fuera de España le genera mucha adhesión entre las filas progresistas. Como le pasó antes a Zapatero, el presidente es un gran referente en el mundo progresista italiano o francés, donde los socialistas están lejos del poder hace muchos años. El Gobierno de Sánchez está reivindicando por ejemplo que mientras Francia sí ha aceptado aumentar el 5% en gastos en defensa y acaba de anunciar recortes sociales de 44.000 millones de euros, España se ha resistido a ese compromiso y no ha hecho ningún recorte. Al contrario, ha aumentado el gasto social de manera considerable.

Es probable que Sánchez también saque en Chile, Uruguay y Paraguay el asunto de la inmigración, decisivo esta semana y que se apunta como gran tema de las próximas campañas por el empeño de Vox en colocarlo en el centro. El presidente español es el único europeo con un discurso claro a favor de la inmigración, que cree imprescindible para salvar a Europa de su crisis demográfica y su envejecimiento. Feijóo sigue endureciendo su discurso y ya habla incluso de deportaciones, refereridas a irregulares. Los populares creen que el ambiente anti inmigración que domina la derecha en este momento también se extiende a parte de la izquierda, y sostienen que Sánchez se equivoca en no hacer como otros líderes socialdemócratas como el británico Starmer o antes el alemán Scholz y endurecer su discurso.

En La Moncloa contestan a esas “sensaciones” con datos: todos los empresarios les piden regularizaciones porque están creciendo y necesitan más trabajadores, la Iglesia también lo hace -por eso el PP votó a favor de la toma en consideración de una gran regularización- y al racismo creciente, explican, solo se le puede combatir con convicción y defensa del sentido común y de la inmigración como un fenómeno extremadamente positivo para un país que está creciendo y está envejecido como España. Es una de las grandes batallas políticas del momento, y España parece ser un experimento de una solución alternativa: lejos de asumir el marco de la ultraderecha, Sánchez y Yolanda Díaz están decididos a combatirlo. Y creen que el que se equivoca es Feijóo, porque, dicen, la derecha elegirá al original frente a la copia y Vox seguirá creciendo mientras el PP no se diferencie más.

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