Sánchez se encierra para buscar salidas a una crisis que amenaza por primera vez su supervivencia política
El Gobierno y el PSOE viven con angustia la posibilidad de más revelaciones y descartan las elecciones y la cuestión de confianza. El presidente comparecerá el miércoles en la sesión de control
El noqueo sigue. El PSOE entero está en la lona desde el jueves, cuando se hizo público el demoledor informe de la UCO sobre las maniobras de Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García para amañar contratos públicos y llevarse mordidas. Y nadie sabe aún cómo levantarse de esa lona. Pedro Sánchez ha decidido encerrarse a pensar en la finca que el Estado posee en Quintos de Mora (Toledo), utilizada en los últimos años por diversos gobiernos para reuniones reservadas. El presidente está en contacto con sus colaboradores para escuchar ideas, pero sin reuniones de crisis ni toma de decisiones inminentes. Algunos plantean salidas posibles, pero todas tienen contraindicaciones importantes.
Y a todo esto se suma un problema añadido que tiene muy angustiado al Gobierno y al PSOE: la posibilidad de que salgan más grabaciones, más revelaciones que afecten a otros dirigentes, porque este informe demoledor es el inicio de la investigación, no el final.
Distintos dirigentes consultados insisten en que la clave para intentar salvar la crisis es que en el informe no hay nada que implique directamente a Sánchez, y tampoco evidencias de una financiación ilegal del partido. Si aparecieran cualquiera de las dos, la crisis sería definitiva, coinciden distintas fuentes, tanto del PSOE como de sus aliados parlamentarios, en cuyas manos está también el destino del presidente y de la legislatura. El temor mayor es que aparezcan grabaciones con Koldo García de otros dirigentes del partido. “Lo que tenemos que saber es si esto es una cosa de tres golfos, que ya es muy grave porque dos eran secretarios de organización, pero podemos explicarlo como algo localizado, o hay más gente implicada”, explica un miembro del Gobierno. Muchos se aferran a la tesis de que eran solo estas tres manzanas podridas. “Lo que nos destroza anímicamente es pensar que tres desgraciados puedan debilitar un proyecto político en el que han confiado millones de personas”, remata otro.

Cada detalle que va apareciendo sobre Cerdán deja desolados a los que le trataron durante años. Y se van conociendo otros movimientos internos que ahora cobran más sentido. Cuando Ábalos fue cesado como secretario de Organización, en 2021, Cerdán hizo presión para que le dieran una embajada, pero Adriana Lastra, entonces vicesecretaria general y otra de las aliadas de primera hora de Sánchez, con la que el navarro acabó muy enfrentado, lo frenó. Cerdán también intentó que le dieran al exministro la presidencia de la Comisión de Exteriores del Congreso, y se paró igualmente esa posibilidad. Cerdán y Lastra entraron en una guerra interna que Sánchez resolvió apostando por el navarro, al que entregó todo el poder. La política asturiana dimitió y salió de la cúpula en julio de 2022.
La situación es de tal gravedad que todos los consultados asumen que no bastará con lo que anunció el presidente el jueves: una remodelación de la ejecutiva del PSOE y una auditoría externa. Sánchez está sopesando varias opciones, según fuentes de su entorno, consciente de que esta vez no se trata de una crisis más. Ahora está en juego su supervivencia política porque fue él quien eligió a los dos secretarios de Organización corruptos. Todo está en el aire, incluida la resistencia del Gobierno, para la que no basta solo con lo que haga Sánchez, también tiene que contar con sus socios, visiblemente inquietos.
Nadie tiene claro de momento cómo se sale de esa sima tan profunda. Solo se afirma con rotundidad en el entorno del presidente lo que está descartado: adelantar las elecciones y someterse a una cuestión de confianza. Lo primero sería suicida con la crisis de credibilidad abierta en canal y lo segundo supondría entregar a los socios el poder de pedir lo que quieran a cambio de no hacer caer al Gobierno. O al menos así lo ven varios de los principales colaboradores del presidente consultados. A partir de ahí, todo está en discusión.
Sánchez le dijo el jueves a su núcleo duro, en una reunión de crisis en La Moncloa, y luego insistió ante la prensa, que no quiere hacer ahora un cambio de Gobierno. Eso supondría, según les dijo el presidente, vincular la corrupción de Cerdán con el Ejecutivo, cuando él era un cargo del partido, no un ministro. Pero nadie se anima a descartar que ahora o un poco más adelante haya una gran remodelación del Gabinete en un intento de salvar la legislatura. De momento el congreso extraordinario del PSOE tampoco parece estar encima de la mesa, pero todo es susceptible de discutirse.

Otra opción, muy difícil, es intentar rearmar la mayoría, hablar con todos los socios y plantearles la disyuntiva de que si no quieren que el PP y Vox se hagan con el poder por muchos años, deben negociar con el Gobierno los Presupuestos de 2026, cuyo borrador ya estaba preparando el Ministerio de Hacienda, para aprobarlos después del verano. Claro que para eso el presidente debería ofrecer contrapartidas muy fuertes y también dar explicaciones y soluciones a la crisis por la corrupción de dos personas de su núcleo duro.
Sánchez aún no ha llamado a sus socios, pero sí lo han hecho sus colaboradores directos. Y aunque en La Moncloa señalan que la respuesta ha sido más leal de lo que parece, y nadie está hablando de adelantar elecciones, distintos dirigentes consultados creen que si antes del jueves era muy complejo negociar Presupuestos porque varios grupos piden la luna sabiendo que eso supone salvar al Gobierno, ahora será aún más difícil.
Sánchez hablará este lunes ante la Ejecutiva del PSOE, precisamente la que ha prometido remodelar por completo. Ahí llegarán los primeros mensajes del cambio.
El presidente, aseguran en su entorno, quiere dar la cara. No está claro aún si en formato entrevista, rueda de prensa o comparecencia parlamentaria, que ya han solicitado dos de sus aliados parlamentarios, ERC y BNG. La semana próxima el presidente se quedará en España porque se ha pospuesto la cumbre sobre la paz en Oriente Próximo a la que iba a acudir el miércoles en Nueva York. La previsión de ese encuentro le había liberado de comparecer en el Congreso en la sesión de control al Gobierno del próximo miércoles, pero ahora sí acudirá, con lo que ese será un momento clave de la semana en su cruce con Alberto Núñez Feijóo.
Al presidente le espera también un escenario internacional muy complejo. Está en plena negociación para la cumbre de la OTAN del 24 de junio, dando la batalla para intentar frenar la pasión belicista de varios aliados, especialmente EE UU, que quiere elevar al 5% del PIB en gasto en defensa —la friolera de 80.000 millones de euros al año— al menos al 3,5% en defensa y 1,5% en seguridad. Sánchez, que tiene también la presión de Sumar (IU es especialmente crítica) pelea para no subir mucho del 2% ya comprometido porque ha garantizado que no tocará el gasto social, una promesa que resultaría inviable en caso de plegarse a las presiones exteriores. Después tiene un Consejo Europeo y casi sin descanso una cumbre de la ONU en Sevilla, antes del Comité Federal del 5 de julio donde se deberían sancionar los cambios en el PSOE. Un calendario endiablado.
Los socios
¿Y los socios? Estupor. Conmoción. Desconcierto. Se podría rebuscar en el diccionario y aparecerían múltiples palabras de semántica parecida para describir el estado de ánimo entre los partidos que sostienen el Gobierno de Sánchez. No muy diferente a lo que se respira dentro del PSOE. Hablar con miembros de los grupos aliados del Gobierno es encontrarse con muchas preguntas y casi ninguna respuesta. Solo la convicción de que probablemente queda aún basura por aflorar y unas cuantas explicaciones que ofrecer por parte del PSOE. Y de que es imperioso hacer algo. Solo que –como le ocurre también al Ejecutivo– no se sabe bien qué.
Nadie –dejando aparte la postura cada vez más distanciada de Podemos, al que su secretaria general, Ione Belarra, definió recientemente como “oposición frontal” al Gobierno– tiene incentivos inmediatos para forzar la caída de Sánchez. El otro flanco más problemático, Junts, se limita por ahora a exigir una reunión con Sánchez para redoblar sus demandas. Nadie está dispuesto tampoco a apoyar una moción de censura del PP y más tras las acciones de este partido contra las lenguas cooficiales, que lo han distanciado aún más de los nacionalistas. Pero nadie quiere tampoco que lo acabe contaminando la toxicidad que empieza a emanar del PSOE.

La lectura del informe sobre los turbios manejos de Cerdán, Ábalos y García, con todo ese obsceno trajín de dinero sucio, ha dejado noqueados a los aliados del presidente. Ninguno imaginaba ni de lejos hasta donde podía llegar la podredumbre. Las informaciones aparecidas las últimas semanas con insinuaciones sobre Cerdán se ponían en sordina ante la proliferación de bulos o medias verdades que circulan en el casi inabarcable universo mediático de la capital.
Aunque empezaba a manifestarse incomodidad con la estrategia del PSOE de no responder a las acusaciones, algunos aliados se habían mojado esta semana en defensa de la presunción de inocencia del secretario de Organización socialista. Fue el caso del portavoz de ERC, Gabriel Rufián, que hasta pidió al Ejecutivo “poner pie en pared” y “pasar a la ofensiva”. O del responsable de Justicia del grupo parlamentario de Sumar y secretario general del PCE, Enrique Santiago. Incluso el secretario general de Junts, Jordi Turull, lo hizo la misma mañana del jueves, cuando estaba a punto de divulgarse el devastador informe de la Guardia Civil. En el caso de Junts y EH Bildu la estupefacción se acrecienta porque Cerdán era su interlocutor en las negociaciones con los socialistas. Y ambos habían estrechado una magnífica relación con él
En Sumar prevalece otra sensación: un enfado enorme con el PSOE. Por los comportamientos que se han desvelado y porque nadie los informó previamente ni les ha dado explicaciones que consideren satisfactorias, aseguran fuentes de la formación. Sumar se ha agarrado a la idea de que es necesario “resetear” la legislatura, pero tampoco tiene claro cómo. La gran bandera de la vicepresidenta Yolanda Díaz, recuperar la iniciativa en las políticas sociales, choca con el obstáculo de que la izquierda carece de mayoría en el Congreso. Algunos dirigentes han deslizado la idea de una posible cuestión de confianza. Cunde un gran temor a que puedan emerger cosas peores aún. Cuando se les plantea en privado la hipótesis de una futura salida de Sumar del Gobierno, la respuesta ya no es una rotunda negativa.
ERC y BNG, aun en el mismo estado de estrés postraumático que el resto, son los que se han mostrado más activos. Han exigido la comparecencia parlamentaria de Sánchez y una auditoría exhaustiva en el Ministerio de Transportes. Esta vez no se les ha sumado, como es habitual, EH Bildu, que mantiene una posición más cautelosa. Su líder, Arnaldo Otegi, tras deplorar genéricamente las prácticas corruptas, evitó críticas al PSOE y puntualizó que lo sucedido hay que enmarcarlo en el “contexto político e histórico del Estado español”. La dirección de los abertzales madurará una respuesta más concreta este lunes.
La cautela marca de la casa también impera en el PNV. En una primera reacción, su presidente, Aitor Esteban, se extrañó de que Sánchez hubiese tomado “un informe por una sentencia”, una manera de recordar que fue el fallo judicial sobre el caso Gürtel lo que llevó a los jeltzales a facilitar la caída de Rajoy. Una lectura más detallada del informe ha aumentado la preocupación. El lehendakari Imanol Pradales advirtió el viernes de que “la legislatura entra en otra fase”.
Además del estado de ánimo, hay otra coincidencia muy general entre los socios: dónde se sitúa el límite de lo admisible. Una hipotética prueba de que el presidente conocía los desmanes o de que parte del dinero iba a financiar al PSOE haría saltar todo por los aires.
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