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La inmigración irregular cae un 30%, pero se dispara la ruta argelina hacia Baleares

La mano dura de Mauritania reduce las llegadas a Canarias un 40%, mientras las Pitiusas ven desembarcar a cada vez más refugiados

Un agente de la guardia civil, junto a una embarcación, en una playa de Baleares.
María Martín

Hay que remontarse cinco años para encontrar un descenso tan significativo de la inmigración irregular que entra por las costas y vallas españolas. Los últimos datos publicados por el Ministerio del Interior, este mismo 1 de julio, dibujan una fotografía poco habitual: las llegadas por tierra y por mar del primer semestre, casi 18.000 personas, han caído un 27,8% respecto al mismo periodo del año pasado. El frenazo en Canarias, que lleva varios años encadenando cifras récord, explica gran parte de esa caída: los desembarcos en el archipiélago se han reducido un 41,2%. Pero el mapa se tiñe ahora de rojo en otro punto, Baleares, donde en solo seis meses han llegado 3.000 personas, casi el triple que el año anterior por estas fechas, seis veces más que en 2023.

Las cifras de Baleares son todavía modestas si se comparan con los récords de Canarias, que en 2024 rozó los 47.000 migrantes, pero el impacto en las islas es fuerte. Baleares —un paraíso turístico en plena temporada, pero destino poco habitual de pateras— apenas tienen medios para gestionar este fenómeno. Además, la mayoría de los desembarcos se concentran en Ibiza y Formentera, una isla de solo 11.500 habitantes donde ni siquiera hay semáforos.

También se están produciendo cambios en el perfil de los migrantes: los ciudadanos subsaharianos, que antes optaban por llegar a Europa a través de Italia, son cada vez más frecuentes. “En 2024 prácticamente el 70% de los que llegaban eran de origen magrebí”, afirmó este lunes el delegado del Gobierno en Baleares, Alfonso Rodríguez, que confirmó cómo esa tendencia se ha invertido este año, en el que “el 70% de los migrantes son subsaharianos”. Estas mudanzas son característica de una ruta en auge, que atrae nuevas organizaciones y nacionalidades.

El aumento de llegadas a Baleares no es consecuencia de una mayor laxitud de las autoridades argelinas, sino más bien lo contrario. “Argelia aprieta. En la zona de Orán el control es muy grande: han puesto bloques de hormigón en las playas, la marina patrulla, los servicios de inteligencia actúan…”, explica una fuente especializada en control de fronteras. Pero como pasa en cualquier ruta migratoria del mundo, la presión en una zona determinada desplaza a las personas hacia otros puntos de salida, generalmente más lejanos y también más inseguros.

En el caso concreto de Argelia, el control en las costas cercanas a Orán ha forzado dos nuevos escenarios. Por un lado, solo han resistido las mafias más organizadas, que operan con embarcaciones más potentes y tienen incluso vínculos con redes de narcotráfico, según explica una fuente especializada en control de fronteras. “Ahora vemos que organizaciones que operan en la ruta argelina están utilizando embarcaciones que tienen las mismas prestaciones y usan la misma logística que los narcos”, explica. Estos grupos envían a sus clientes —que pagan entre 6.000 y 12.000 euros— hacia destinos como Almería, Murcia o Alicante. “Esa ruta es prácticamente exclusiva para argelinos”, aclara esta fuente. Los que terminan en Baleares, en cambio, suelen zarpar desde zonas más orientales y menos vigiladas, y desde allí sale ahora ese flujo inédito de migrantes subsaharianos. La mayoría de ellos son refugiados somalíes, que huyen de un Estado fallido, maltrecho por la violencia terrorista y las crisis alimentarias.

Los próximos meses, de calor y buena mar, prometen ser intensos y serán clave para entender mejor los patrones de la ruta argelina hacia Baleares, que marcó su récord en 2024 con casi 5.900 entradas, según el informe anual de Seguridad Nacional. Algunos episodios han disparado, además, las alertas. Desde el pasado mes de mayo han aparecido cinco cadáveres de migrantes maniatados —presumiblemente viajeros de la misma embarcación que llegó a Alicante— en las costas de las islas. Tanto la Policía como la Guardia Civil investigan el suceso, pero todavía no tienen más que hipótesis.

En Canarias, por el contrario, la sensación es de respiro. Después de años dramáticos con un torrente de desapariciones, muertes y desembarcos récord, las llegadas han caído de 19.262 a 11.321. La explicación está en la costa occidental africana, en Mauritania, el país que se había convertido en principal punto de partida de los emigrantes que querían arribar a Canarias. Nuackchot, financiada por España y la UE, ha aplicado mano dura para evitar las salidas de cayucos hacia las islas. “Mauritania actúa ya no por nosotros, sino por ellos. Se ha asustado porque ha visto la cantidad de gente que le está llegando y está aplicando muchas medidas de control”, explica una fuente de las fuerzas de seguridad del Estado.

Solo en los primeros cuatro meses de 2025, las fuerzas de seguridad mauritanas detuvieron a unos 30.000 migrantes y expulsaron a 18.000, según fuentes gubernamentales. La actividad policial también ha permitido el desmantelamiento de decenas de redes que cobraban hasta 3.000 euros por facilitar el tránsito desde Mauritania hacia Canarias a ciudadanos de países africanos como Senegal, Malí y Guinea, pero también asiáticos, como Bangladés y Pakistán.

La inversión europea y española de más de 500 millones de euros en proyectos de desarrollo, pero también en mejora del control migratorio, está detrás de este cambio. En 2024, el presidente español, Pedro Sánchez, visitó el país en dos ocasiones y este mes de julio está previsto que regrese a la capital del país, donde mantendrá un nuevo encuentro con el presidente mauritano, Mohamed Ould Ghazouani.

La situación en Ceuta y Melilla, las fronteras terrestres, es dispar. El mar, de momento, parece controlado. En Ceuta han llegado este año apenas tres personas por mar, frente a las 13 del año anterior, mientras que en Melilla, las entradas a nado fueron siete, ante las tres de 2024. En las vallas, las entradas en Ceuta han caído de 1.154 a 978, entre otras cosas porque son constantes las devoluciones en caliente. En la valla de Melilla, en cambio, ha habido un incremento de las 18 personas que entraron en el primer semestre del año pasado a las 81 de este año. Se trata de cifras muy modestas que revelan cómo Marruecos mantiene el control de esa zona.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.
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