Trump, Peinado y González, ¿al rescate de Sánchez?
El presidente trabaja para que los suyos confíen en su capacidad de darle la vuelta a las adversidades. Que lo que no le mate, le engorde de nuevo

Cuatro comparecencias públicas en una semana (el domingo pasado, sin preguntas, y el resto fuera de España, exhibiendo familiaridad con la prensa) le han servido a Pedro Sánchez para intentar transmitirle a los suyos que sigue en pie y dispuesto a continuar tras el golpe de Santos Cerdán. Tres noticias de la máxima relevancia con tres protagonistas muy singulares le han permitido sacar la cabeza, enterrada días antes en una montaña de audios repugnantes y revelaciones de la UCO. La andanada de Donald Trump contra la excepción española sobre el gasto militar, el señalamiento del juez Juan Carlos Peinado al ministro Félix Bolaños y la crudeza de Felipe González contra el actual presidente del Gobierno le han dado a Sánchez margen para recolocarse en dos carriles por los que se ha conducido bien en el pasado: la singularidad de la España progresista contra una “internacional ultraderechista” que representa Trump y su victimización ante ataques externos.
Tras la cumbre de la OTAN y el Consejo Europeo, Sánchez regresa de su semana internacional con algunos de los ingredientes de su nuevo relato dispuestos sobre la mesa pero queda por saber si, agitándolos convenientemente, saldrá de ahí la receta para relanzar su proyecto. Por ahora, no ha dado a conocer la fórmula, solo ha dejado enfriar el asunto y ha confirmado en público —especialmente sonriente y aparentemente relajado— su intención de volver a ser candidato y de que las elecciones sean en 2027. Si algún dirigente con influencia en el PSOE ha manejado a media voz la opción de la retirada, dicho queda que en este momento eso no está en sus planes. Las moquetas de La Haya y Bruselas le han permitido además mostrar la versión favorita de sí mismo —que le permite marcar la diferencia con Alberto Núñez Feijóo—, la de un líder que se mueve con soltura en el marco internacional. Y, además, se ha evitado el mal trago de oír el griterío de la oposición que pide que dimita.
Porque en el pleno del Congreso de esta semana, de nuevo, ha habido mucho ruido, aunque el resultado de las votaciones no añade preocupación al presidente. Mientras él se colocaba en la esquina de la foto de la OTAN y evitaba mostrar sintonía con los seguidistas de Estados Unidos, Gobierno y socios sacaban adelante las iniciativas previstas en el orden del día. No hay presupuestos a la vista y la reducción de la jornada laboral (el proyecto estrella de Yolanda Díaz) corre un alto riesgo de no salir adelante, pero tampoco hay indicios por ahora de castigo de los aliados por la corrupción en el PSOE. La agenda ha querido que se crucen en el tiempo la trama de Cerdán y la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la ley de amnistía y quizá la coincidencia ha ayudado a serenar al flanco independentista, sobre todo a Junts.
La amnistía, de paso, ha desempeñado un interesante papel en clave interna en el PSOE. De los dirigentes en activo del PSOE, solo la ha combatido en público el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que se juega la continuidad por solo unos miles de votos de diferencia con el PP. Ahora, como cuando se abrió el debate, la crítica más feroz ha procedido de la vieja guardia socialista, a la que Ferraz ha podido retratar al lado del PP a cuenta de la sentencia del Constitucional: Felipe González y Núñez Feijóo utilizaron este jueves idénticas palabras: “autoamnistía” y “vergüenza”. Dos días antes, una treintena de ex, entre ellos José Barrionuevo y Rafael Vera, antiguos ministro de Interior y secretario de Estado respectivamente, ambos condenados por los GAL, lanzaron un comunicado en el que pedían la dimisión del jefe del Ejecutivo. “Faltan Amedo y Domínguez”, replicó en las redes sociales el ministro Óscar Puente, uno de los dirigentes socialistas mejor conectados con la militancia. Si algo necesita Sánchez en vísperas de un comité federal complicado es resucitar algunos fantasmas y recordar los excesos que en 2016 llevaron a las bases a movilizarse en su favor.
Es precisamente el pasado el que lleva a algunos dirigentes a relativizar los males a los que se enfrentan en el presente. Explica un veterano diputado que ni en 1996 ni en 2011, tras las salidas de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, el partido tenía tantos argumentos a los que agarrarse a pesar de la gravedad de la situación actual. No había futuro, cuenta su señoría, cuando se trataba de suceder a González o defenderse tras los recortes de mayo de 2010, pero ahora sí que tienen una gestión que reivindicar y una hoja de ruta que defender frente la amenaza que, insisten, representa la alternativa de la derecha.
Con todo, en esta semana posterior a la del shock socialista, casi nadie en el PSOE sabe si es posible remontar ni cómo, pero Sánchez trabaja estos días para que los suyos sigan apostando por su capacidad de darle la vuelta a las adversidades. Que lo que no le mate, le engorde de nuevo. Que el frente con Trump, las críticas de Felipe Gónzalez y hasta el último movimiento del juez del caso Begoña Gómez terminen sirviéndole de asideros en medio del terremoto en el PSOE por un caso de corrupción que sigue abierto, con las investigaciones en marcha que nadie sabe dónde acabarán.
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