La debilidad orgánica del PSOE lastra la salida de la crisis
El control desde Ferraz del conjunto del partido dificulta el aislamiento del debate incluso con adelanto electoral: cinco ministros serán candidatos en las elecciones autonómicas


En cada planta de la sede socialista de la calle Ferraz, al salir del ascensor, hay colocada una gran foto de las campañas electorales. En la planta baja había una de la celebración de las elecciones de julio de 2023 con Pedro Sánchez, Begoña Gómez, Cristina Narbona, María Jesús Montero y Santos Cerdán que han descolgado durante el fin de semana, pero la huella del ya exsecretario de Organización, exdiputado y exmilitante es imborrable en el PSOE. Hasta el jueves, los socialistas daban por hecho que Sánchez hablaba por boca de Cerdán. El presidente del Gobierno, recompuesto tras el fin de semana, habló este lunes en pasado de su hombre en el partido, pero hasta hace cinco días nadie dudaba de que Cerdán era la otra cara de Sánchez; un líder controlador, que ha ido reduciendo al mínimo su círculo de confianza y un partido a su medida que se lo juega casi todo a la misma carta. De hecho, hay cinco ministros designados candidatos para las autonómicas de 2027.
Cuando llegue esa cita con las urnas, habrán pasado justo diez años desde que Pedro Sánchez derrotó a todo el aparato socialista en las primarias de mayo de 2017 e impuso un nuevo modelo de PSOE en el que los poderes intermedios perdieron relevancia en favor del líder. Los estatutos socialistas consagraron el poder del secretario general que, bendecido por los militantes, tendría la última palabra para casi todo, frente al papel preeminente que antes daban al Comité Federal del PSOE, el órgano donde los mandatarios territoriales habían forzado la dimisión de Sánchez en octubre de 2016. Lo que vino después de aquella batalla interna sin precedentes fue un partido anestesiado, con órganos de decisión compuestos solo por afines al líder con una autoridad indiscutible. El triunfo de la moción de censura, la victoria electoral de 2019 y la remontada de la campaña de 2023 hicieron el resto.
El Sánchez que en 2015 había sorteado por la mínima el sorpasso de Podemos en sus primeras generales, le dio la vuelta a la historia de los partidos socialistas europeos y logró devolver al PSOE al poder. La ola de las generales de abril de 2019 aupó a alcaldes y presidentes autonómicos. Concha Andreu, en La Rioja, o María Chivite, en Navarra, no habrían sido presidentas en esos territorios conservadores sin el viento favorable del sanchismo. Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha) y Javier Lambán (Aragón) se recluyeron en sus territorios, ausentes durante esos primeros años de los foros nacionales mientras Ferraz remataba al susanismo en Andalucía. Sánchez ya no solo tenía el favor de las bases, las urnas le habían dado la razón. No había crítico con voz suficiente para hacerse oír en esos primeros compases del líder socialista en la Moncloa.
El contexto cambió sustancialmente con la negociación de la amnistía para que Junts invistiera a Sánchez tras el adelanto electoral de 2023. El partido lo había perdido casi todo. Alcaldes y presidentes autonómicos pagaron el desgaste de una campaña de municipales y autonómicas diseñada sin pensar en los territorios. Salvar el Gobierno de España fue una cuestión de supervivencia para el PSOE, por eso tragaron muchos lo que les parecía intragable. García-Page y Lambán volvieron a los foros públicos a opinar a la contra y siempre recibían una llamada a modo de correctivo: la de Santos Cerdán.
El fontanero de las primarias de Sánchez e interlocutor del PNV y de Bildu en la moción de censura siempre estuvo ahí en Ferraz respondiendo con monosílabos a su jefe y ganándose su confianza ejecutando sin rechistar todas sus órdenes. Llamar a los díscolos para que dejaran de molestar en público, mover las listas en el último momento o, el gesto más preciado por las élites del PSOE, inmolarse con la foto tóxica con Carlos Puigdemont para desbloquear la investidura de 2023. “La estabilidad del Estado está en manos de Santos Cerdán”, comentaba por aquellas fechas un prohombre del socialismo. ¿Que Sánchez controlaba el PSOE? No hay duda de eso, pero lo hacía a través del colaborador en el que confió sin matices, sin contrapesos. Ya se encargaba Cerdán de actuar para que no los hubiera: Adriana Lastra, vicesecretaria general con vocación de mandar en la sede socialista, dimitió antes de que la echaran acusada en los mentideros de jugar para “después del sanchismo”.
La puñalada de Santos Cerdán es letal porque para los socialistas es muy difícil diferenciar su figura de la de Sánchez, a quien las bases han otorgado un inmenso caudal de confianza. La campaña de las generales de 2023, escrita sobre el guion de la victimización del líder, reforzó esos lazos con la militancia e incluso hubo dirigentes históricos que salieron a dar la cara contra la estrategia, decían, de deshumanización del presidente del Gobierno. “No es Sánchez, somos nosotros”, proclamaron en un manifiesto veteranos dirigentes del PSOE andaluz.
Muchos socialistas atribuyeron al síndrome de la Moncloa el amago de dimisión de Sánchez por carta, sin consultarlo con nadie, en abril de 2024. Son muchos los que defienden ahora que la “desconexión de Sánchez” ha hecho que estuviera al margen de las andanzas de su secretario de Organización que, según las primeras indagaciones de la UCO, actuaba como jefe de una trama corrupta. ¿Nada hizo saltar las alarmas? ¿Quien vio no se atrevió? Las preguntas, por ahora sin respuesta, torturan a los cuadros socialistas que ven en la forma de funcionar de estos años un arma de doble filo. La debilidad orgánica del PSOE, donde casi todo pasa por la Moncloa y Ferraz, lastra la salida de esta crisis.
En la reunión de la Ejecutiva de este lunes nadie planteó abiertamente el adelanto electoral por el que apuestan muchos en privado para evitar el contagio en las elecciones municipales y autonómicas. Parece difícil que sea posible encapsular este debate con cinco ministros como candidatos en las comunidades más pobladas (Andalucía, Aragón, Canarias, Comunidad Valenciana o Madrid) en un PSOE federal en la letra de sus estatutos, pero centralista en sus decisiones. La identificación de las siglas con Sánchez es tan intensa como la de Pedro Sánchez con Santos Cerdán. No hay ni un gramo de exageración en la gravedad del momento por el que pasa el partido centenario.
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