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PSOE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El bochorno en el ojo ajeno

Casi nadie es inocente en el berlanguiano episodio de Leire Díez y Víctor de Aldama

Leire Díez y Víctor de Aldama (a la izquierda), este miércoles en un hotel de Madrid.Foto: Claudio Álvarez | Vídeo: EPV
Xosé Hermida

La democracia española ha reunido a lo largo de los años una copiosa colección de estampas berlanguianas: el empresario Ruiz-Mateos acudiendo al juzgado en traje de Superman; el falso capitán Kahn que habría escondido en Laos al corrupto exdirector socialista de la Guardia Civil Luis Roldán; los cerebros de la Gürtel, Francisco Correa y El Bigotes, habano en ristre, en la boda de la hija de Aznar tras haberse hecho cargo de parte de los gastos; un tipo disfrazado de cura irrumpiendo en casa de Luis Bárcenas para robarle pruebas…

Desde este miércoles, el grotesco álbum dispone de una nueva página. La han escrito la socialista Leire Díez, esa súbita celebridad surgida de las alcantarillas que proclama que ella no es “ni fontanera ni cobarde,” y el empresario confesadamente corrupto Víctor de Aldama que le llama “sinvergüenza” y apela al líder de la oposición: “A ver si de una vez el señor Feijóo hace lo que tiene que hacer y saca a este Gobierno”. Un surrealista estallido final del confuso globo del caso Leire, inflado de forma asombrosa en poco más de una semana.

Las televisiones disfrutan del banquete, mientras políticos y tertulianos se dan golpes de pecho: bochorno, esperpento, circo… Como si ninguno de ellos hubiese contribuido al espectáculo. Como si entre todos ―unos más y otros menos, pero todos con su particular aportación― no hubiesen alimentado el infame teatrillo.

El Gobierno. Primer bochorno. Los socialistas no se han rebajado a ofrecer algún tipo de explicación sobre las intrigas de esta militante que ocupó relevantes puestos de libre designación en la Administración del Estado. La dirección del partido vive en un clamoroso silencio, y el presidente del Gobierno lleva tiempo huyendo de los micrófonos. Así deja el campo libre a la señalada para asegurar muy seriamente que lo suyo es un trabajo de investigación con vistas a un libro sobre “las cloacas del Estado”. Y, por el medio, Aldama, un personaje que durante años brujuleó alrededor del poder socialista. Algunos ministros se declaran víctimas de una “guerra sucia” sin ofrecer concreciones. Otros reproducen una información falsa —un supuesto comentario de un capitán de la Guardia Civil fantaseando con un atentado contra el presidente— y no se avienen a rectificar.

La oposición. Segundo bochorno. El PP clama indignado contra un Gobierno que propaga bulos cuando lleva meses haciendo de altavoz de infundios: los fabulosos millones del hermano de Pedro Sánchez, el ministro que se veía con prostitutas en Madrid el mismo día que se encontraba en Canarias, la orgía del parador de Teruel que nadie vio… Y repite sin ninguna prueba que “Sánchez lo sabía todo y lo tapó”, dejando en el aire el misterio de a qué se refiere con ese “todo”. Los populares han jaleado a Aldama y tomado como verdad indiscutible cada una de sus acusaciones contra el Gobierno. Sin haberse disculpado nunca por la guerra sucia —esta sí sobradamente comprobada— contra el independentismo catalán y contra Podemos, ahora llaman mafia y organización criminal al Gobierno. Feijóo, ese dirigente que no venía a insultar y que arrastra su propio álbum de imágenes berlanguianas, tacha al presidente de capo.

La Fiscalía. Tercer bochorno. En uno de los más extraños acuerdos judiciales que se recuerdan, la Fiscalía Anticorrupción permitió la salida de Aldama de prisión, adonde lo habían enviado por el fraude de hidrocarburos, ante su promesa de colaborar en otro asunto, el caso Koldo. Hasta hoy no ha aportado más que acusaciones sin probar o directamente patrañas. Donde goza de gran predicamento es en ciertas emisoras y platós. Se hace acompañar por el dueño de Desokupa y protagoniza shows como el de este miércoles.

Los medios. Cuarto bochorno del antes llamado cuarto poder. Cualquier comentario captado en un audio, aunque sea en boca de delincuentes o de comprobados bravucones, es tomado como verdad. Se mutilan conversaciones para extraer frases aisladas y privadas de contexto que alimentan titulares explosivos. Se publican acusaciones de graves delitos sin más fundamento que ignotas declaraciones de fuentes anónimas o de informes policiales que ni siquiera están redactados. Informadores que bebieron de las antiguas cloacas de Interior y publicaron falsedades sobre dirigentes políticos se erigen en los nuevos combatientes contra la cloaca y en héroes del periodismo de investigación.

Y los bochornos que quedan por venir.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.
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