Hormigón, paredes curvas y frescor: así se vive en las casas iglú, o Casas del Ingeniero, pioneras en la industrialización de viviendas
Una barriada de Puerto Real, en Cádiz, acoge un proyecto piloto de cinco casas esféricas construidas hace 70 años para solventar la falta de alojamiento y de materiales


Una enorme salina que desemboca en plena Bahía de Cádiz a la izquierda; un pinar y anodinos chalés dispersos a la derecha. El paisaje de carretera que devuelve la Barriada Jarana, a las afueras de Puerto Real, sería olvidable si no fuese por cuatro casas iglús que emergen lo suficientemente extrañas y descontextualizadas como para preguntarse qué pintan ahí. Las Viviendas Vicam o Casas del Ingeniero, construidas hace ahora 70 años se ganaron sobradamente el mérito de estar protegidas por su valor arquitectónico. Pero su origen como casas industrializadas marcado por la falta de vivienda, sazonado por carestía de materiales e influencias internacionales por la cercana Base de Rota, las trae ahora a la actualidad justo cuando el Gobierno se ha propuesto invertir 1.300 millones de euros para impulsar la construcción industrializada e intentar atajar justo el mismo problema.
“Diría que vivir aquí es entrañable. Es una casa muy fresca, pero la redondez de las paredes te evita poner un armario y tener mucho almacenaje”, explica Lola Ramos, propietaria de la casa iglú de la calle Guitarra, la menos visible de las cinco que se conservan. Los otros tres son propiedad del médico jubilado Luis Castro, que se deshace en más elogios: “Es estupendo, no hace ni frío ni calor, el techo no se cae y dentro pueden vivir hasta cinco o seis personas”. Justo las construcciones de Castro —en una vive él y en las otras dos unidas ahora habita su hijo— son las que llevan décadas despertando la curiosidad de todo el que se fija en ellas, al girar la vista hacia el barrio Jarana desde la autovía que circunda la bahía de Cádiz.

Así fue como el catedrático en Arquitectura y director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla Ramón Pico se animó a indagar sobre las también conocidas como Casas del Ingeniero en 1999 para incluirlas en el catálogo y exposición de arquitectura del Movimiento Moderno que acabó integrado en el listado de la Fundación Docomomo Ibérico. “Entonces no eran muy conocidas, pero las incluimos porque era una referencia bastante interesante de esa época de la nueva industria, del desarrollismo industrial”, explica Pico, en referencia a los inicios en España de la industrialización de la vivienda y al que puede que sea uno de los primeros ejemplos de casas iglú en el país enmarcadas en este movimiento.
Una combinación de necesidad e influencia internacional está detrás de las Viviendas Vicam de Puerto Real. El perito aparejador Francisco Jaén López las patentó el 1 de enero de 1955 como Un procedimiento para la construcción de viviendas semiesféricas, según apunta Sheila Palomares en su investigación Wallace Neff, edificios airform y otras construcciones con forma de iglú realizadas en España y Portugal en la década de 1950. La idea surge además apenas seis años después de que Eduardo Torroja convocase un Concurso Internacional de industrialización de viviendas. Jaén López fue, a la sazón, promotor del proyecto, según aparece en el permiso de obras de abril de 1956 que también firma el arquitecto Fernando Barquín, autor de más de 20.000 viviendas sociales en diversos barrios de Sevilla.

Jaén dejó clara su motivación al solicitar la autorización de construcción: “Dada la escasez y cuantía del material férrico y el afán de resolver el problema de las clases media y obrera, se ha prescindido de dicho material y recurrido a la forma atrevida pero geométrica de la semiesfera”. Así figura en la memoria justificativa que se atesora en el Archivo Municipal de Puerto Real, consultada por el historiador puertorrealeño Manuel Jesús Izco para elaborar el catálogo de bienes protegidos del PGOU de la localidad. “Son netamente de tipo rural, requiriendo por lo tanto terreno barato, ya que el al ser el valor de la vivienda reducida la cuantía del mismo no debe rebasar el 10% de esta”, prosigue el perito en la justificación de unas viviendas que costaron 45.000 pesetas cada una.
Junto a la falta de vivienda y la carestía de materiales en pleno contexto internacional postbélico, Pico apunta otra motivación más para los iglús de Puerto Real: “Hay una influencia muy clara del entorno de la Base de Rota, creada en 1953, en un momento en el que Estado Unidos está construyendo para casas para militares trabajando con sistemas de construcción prefabricadas. Son justo los años en los que ya era conocido el diseño de la Dymaxion House, una casa circular de cubierta esférica desarrollada por el inventor y arquitecto estadounidense Buckminster Fuller. A eso justo se sumó el momento de “euforia colectiva”, como define Pico, tras las guerras mundiales en los que la industria bélica estadounidense se reorienta hacia los sistemas de construcción prefabricada y la iniciativa se extiende por toda Europa como solución rápida alojativa.
La fórmula esférica en hormigón tampoco es casual. “Como espacio, no es nuevo. Es el concepto de hogar, del fuego, el sitio redondo viene desde la Prehistoria”, razona el catedrático de arquitectura. Jaén y Barquín dan más motivos en su permiso de obras: la curvatura favorece la rápida evacuación de las aguas y evita que se cree sombra alguna. El interior era capaz de desplegar, en apenas 50,24 metros cuadrados, un salón, tres dormitorios, una cocina, un cuarto de baño y una segunda planta que se coronaba con un sobrerete de ventilación. “A efectos ambientales funciona muy bien, el comportamiento es óptimo”, apunta Pico sobre una cúpula que se armaba in situ y a la que se adosaban los huecos de ventanas y puertas fabricados en taller.

Ramos apura sus últimos momentos como propietaria de la singular construcción que heredó hace una década —en un proceso del que prefiere no aportar más detalles— para usarla como segunda residencia en la provincia de Cádiz. “Hemos vivido momentos muy bonitos en la casa”, explica la mujer, inmersa en pleno proceso de venta de la propiedad. El futuro nuevo inquilino del iglú se encontrará con una vivienda protegida, después de que la investigación de Pico diese pie a que las Viviendas Vicam se incluyesen en 2009 en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.
La sevillana, que posee documentación original de los primeros pasos de aquellos iglús, desconoce por qué no se siguieron construyendo más construcciones similares en el Barrio Jarana. Tampoco Pico u Izco han encontrado referencia documental de que hizo que Jaén y Barquín no siguiesen adelante con su proyecto. Otra incógnita más es qué sucedió con la quinta casa iglú, abandonada a su suerte a las afueras de la barriada y comida por la maleza. “Esa siempre ha estado vacía”, acierta a apuntar Castro. Lo único claro es que con una singular mezcla de necesidad y utopía aquellos iglús pusieron las primeras piedras de la vivienda industrializada a la que ahora se vuelve a apelar para solventar el problema habitacional español.
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