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La espina clavada de los “alcaldes del cambio”

Diez años después del éxito de las confluencias, siete regidores hacen un balance en el que abunda la impresión de haber sufrido juego sucio

Los entonces alcaldes Pedro Santisteve (Zaragoza), Manuela Carmena (Madrid), Ada Colau (Barcelona) y Joan Ribó (Valencia), en un viaje a Roma para asistir a una cumbre sobre refugiados en 2016.
Ángel Munárriz

Camino de los “cielos” que Podemos quería asaltar en diciembre de 2015 había una estación intermedia: las municipales del 24 de mayo. ¿Cómo lidiar con aquella cita? Podemos optó por respaldar diversas candidaturas de fuerzas de izquierdas, confluencias a menudo lideradas por figuras salidas de la llamada —con cierta vaguedad— “sociedad civil”. Funcionó.

Salieron “alcaldes del cambio” —así se los llamaba— en Madrid, Barcelona, Zaragoza, La Coruña, Cádiz o Santiago de Compostela, entre otras ciudades. Todos con respaldo de Podemos y otras fuerzas izquierdistas, estatales o locales, grandes o pequeñas. En la variedad estaba el gusto. También se hizo con el bastón de mando Compromís en Valencia, tras un pacto postelectoral con los socialistas y con la marca bendecida por los morados. Peculiaridades distintas adornaban cada caso, pero todos compartían la apariencia de un fenómeno popular, rompedor, un punto inclasificable.

Diez años después, perdido aquel brío de la “nueva política”, no queda ni uno como regidor. Ni ellos, ni nadie de sus formaciones en esos ayuntamientos. EL PAÍS ha entrevistado a los exalcaldes de las siete ciudades citadas. No hay dos balances iguales, pero sí una traza dominante: la espina clavada de haber sido, así lo sienten la mayoría, injustamente tratados, a veces incluso traspasando la línea del juego sucio.

Manuela Carmena (Madrid): “La clave es la gestión”. Tras rechazar dos veces la propuesta de encabezar la candidatura, la primera vez transmitida por su amigo el exfraile Javier Barbero, Carmena (Madrid, 81 años) cambió de opinión al reflexionar sobre el poder, Esperanza Aguirre y Rita Barberá. “¿Por qué las mujeres mayores en política tienen que ser siempre conservadoras?”, se preguntó. Y dio el paso.

Ahora Madrid fue segunda fuerza con el 31,8% del voto y 20 ediles, lo que le dio la alcaldía con el apoyo externo del PSOE. Aunque “seducida” por el proyecto, a Carmena siempre le desagradó el escaso prestigio que tenía entre los suyos “la gestión”, que a su juicio es “la clave de la política” pero era vista “como algo minúsculo” en comparación con las grandes aspiraciones idealistas. Detractora de los partidos, que —afirma— suelen convertir a jóvenes con ideas en “clones” de sus líderes, sus palabras más duras son contra la “mezquindad” de la oposición. ¿Ejemplo? Una denuncia por malversación del PP por la gestión de Bicimad, que quedó en nada pero dio que hablar durante más de un año.

Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid, en marzo de este año en su casa.

Aunque “lo más conocido” de su aportación es Madrid Central, ella destaca los avances en participación ciudadana, sintomáticos de “otra forma de concebir la autoridad”, y se detiene en la vivienda: desahucios evitados con mediación y un cambio normativo —entorpecido por una burocracia lenta, lamenta— para poner inmuebles públicos en alquiler. “Nos fuimos con pocas viviendas nuevas para alquiler, pero muchas preparadas”, reivindica la exalcaldesa de Madrid (3,4 millones de habitantes)

Ya con Más Madrid, fue la más votada en 2019, pero cedió el poder ante la suma del PP, Cs y Vox, que hicieron alcalde a José Luis Martínez-Almeida. Pablo Iglesias, líder de Podemos, había pedido el voto para una escisión, Madrid en Pie, que no logró ningún concejal. “Nos hizo muchísimo daño”, lamenta la jueza.

Ada Colau (Barcelona): “El ‘lawfare’ dio resultado”. “Lo más importante fue que cambiamos la agenda”, afirma Colau (Barcelona, 51 años), que destaca que los gobiernos de Barcelona en Comú, entre 2015 y 2023, colocaron “la vivienda, la sostenibilidad y el feminismo” como “temas centrales”. “Cambiamos el modelo de ciudad como no se hacía desde el 92”, afirma Colau, que reivindica el 30% de vivienda social en nuevas promociones, la mediación antidesahucios, la innovación urbanística de las superillas, las cooperativas de vivienda...

A su sucesor, Jaume Collboni (PSC), lo acusa de permeabilidad a las “presiones” del “lobby inmobiliario”. Ella, en cambio, dice que sufrió sus malas artes. “Nos pusieron un montón de querellas. Aunque fueron archivadas, hicieron ruido”, lamenta la exregidora de Barcelona (1,7 millones de habitantes). E invita a una reflexión: “Tras toda aquella campaña de querellas y fake news, la diferencia en 2023 entre el PSC y nosotros fueron solo unos 200 votos [a favor del PSC]. El lawfare logró sus resultados".

Ada Colau en Barcelona en 2024. En primer término, un cartel de Barcelona en Comú.

Aunque dimitió como concejal en 2024, la que fue destacada activista de la PAH sigue ligada a Barcelona en Comú como presidenta de su fundación, Sentit Comú. Las especulaciones sobre su futuro son usuales, pero ella asegura que no planea volver a la primera línea y que ha rechazado ser ministra y eurodiputada. “Tendría que ser en una coyuntura donde creyera que puedo ser especialmente útil”, afirma.

Joan Ribó (Valencia): “La izquierda se entiende”. Por un solo concejal, Ribó (Manresa, Barcelona, 77 años) logró la alcaldía en 2015 y la revalidó en 2019, en ambos casos gracias a pactos con otras izquierdas, la más poderosa el PSPV, con el que gobernó en sus dos mandatos. Y también por un solo edil perdió la alcaldía en 2023, a manos del PP. “Nos perjudicó que se votara en clave Pedro Sánchez sí o no", reflexiona el profesor de Química de instituto jubilado y exmilitante comunista, que hace autocrítica: “A algunos proyectos les dimos poca velocidad. El proceso administrativo es lento”. También cree que tardó en percatarse de la dimensión del problema de la vivienda.

Joan Ribó

¿Qué destaca de su etapa? “Que la izquierda se entiende y antepone el interés de la ciudad resolviendo sus discrepancias, mientras el PP y Vox se pelean cada día”, responde Ribó, defensor de la “unidad de la izquierda alternativa”, aunque ahora no ve a Podemos “fácil de integrar”. El exalcalde, que dimitió como concejal en 2024, afirma que no solo hizo a Valencia (826.000 habitantes) “más sostenible”, avance reconocido por su elección como Capital Verde Europea, sino que eso forma parte del conocimiento popular. “Mi imagen yendo en bicicleta se ha fijado”, afirma Ribó, que aporta ahora desde la “segunda fila” de Compromís. ¿Le hacen caso? “El que merezco, no me quejo”. De todos los entrevistados, el que menos subraya la dureza del trato que recibió es Ribó. Dice que su “compañera” en Compromís Mónica Oltra y en Barcelona Ada Colau sufrieron “lawfare”, pero él no. “En campaña me dijeron burradas, pero bueno...”, zanja, quitándole hierro.

Pedro Santisteve (Zaragoza): Faltó “impulso de la calle”. Abogado conocido por su defensa de los presos, Santisteve presume de que Zaragoza en Común (ZeC), la plataforma por la que fue alcalde de 2015 a 2019, se nutriera de figuras de las luchas sociales. Pero, paradojas de la política, ahí residió parte de su problema. Al incorporarse al Gobierno local varios líderes sociales, sus movimientos quedaron “desarbolados”, privando a la acción institucional del “impulso de la calle” para compensar la dura respuesta del “bipartidismo” y la “oligarquía” a su Gobierno, dice Santisteve (Zaragoza, 66 años).

Pablo Iglesias saluda a Pedro Santisteve en 2019.

Aunque admite que “probablemente” su equipo no conocía bien el Ayuntamiento, presume de logros como poner “bajo control las contratas, que hacían lo que querían”, y traer autobuses eléctricos para el transporte público. Y todo ello, recalca, en un ayuntamiento bajo duras exigencias contables. Pero todo aquello no parece que calara. Del 24,6% en 2015, ZeC pasó a menos del 10% en 2019, ya con Podemos presentándose por su cuenta. Y siguió cayendo en 2023, al 5,8%. Santisteve, implicado aún en ZeC pero sin plan de regresar a una papeleta, espera que en el futuro se recupere la unidad de partidos y movimientos de 2015: “Sembramos una semilla, puede volver a ocurrir”.

Xulio Ferreiro (A Coruña): “Campañas feroces”. Magistrado en la Audiencia de Lugo, Ferreiro (A Coruña, 50 años) lideró la candidatura de Marea, cuyo éxito —casi el 31% y primera fuerza— prologó un mandato cargado de problemas, que el exregidor desgrana: imposibilidad de aprobar presupuestos, falta de colaboración del Gobierno y la Xunta (PP), hostilidad mediática... Aunque admite un “alto coste personal y familiar”, se queda con los logros en movilidad, con la renta social —“un colchón para gente que lo pasaba mal”—, las becas comedor, la “participación ciudadana”, citada por todos los alcaldes... Y subraya: "Paramos la operación especulativa en los terrenos del puerto“.

Xulio Ferreiro, en su estreno como alcalde de La Coruña, en 2015.

En 2019, Marea perdió 4 de sus 10 ediles y cedió el bastón a la socialista Inés Rey. ¿Motivos? “Uf”, resopla. Además de las “campañas feroces” e “injustas”, la “ola de Pedro Sánchez aupó a los socialistas”, como “la ola ciudadanista nos había aupado antes a nosotros”, responde. La crisis general de las mareas, que perdieron a la vez Santiago y Ferrol, tampoco ayudó a Ferreiro, que dejó de ser concejal en 2019 pero sigue militando en Marea, que desde 2023 no tiene concejales en A Coruña (250.000 habitantes). Sin intención de volver a la política institucional —“tampoco nadie me ha propuesto nada”—, hoy es decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de A Coruña.

José María González (Cádiz): “Cumplir la palabra”. Cuenta González (Róterdam, Países Bajos, 49 años) que hay quien aún le pregunta por su chalé en El Puerto de Santa María, un viejo bulo que el alcalde de Cádiz (111.000 habitantes) de 2015 a 2023 no logra disipar. Como hace dos años que volvió a dar clases de Geografía e Historia en Puerto Real y vive la política más de lejos, el mosqueo por el infundio se ha ido enfriando, pero aún se le tensa la voz al cargar contra la “prensa manipuladora”.

José María González 'Kichi' recibe la felicitación de Teresa Rodríguez, ambos entonces de la corriente anticapitalista de Podemos, tras la toma de posesión de aquel como alcalde de Cádiz en 2015 por la candidatura de Por Cádiz Sí Se Puede.

Delegado sindical de Ustea en 2015, González era un referente local de Podemos antes de aquel 24-M, lo que allanó su camino a la cabeza de la lista de Por Cádiz Sí Se Puede. Segunda fuerza más votada con el 28%, formó gobierno junto a la marca de IU. Entre sus “principales errores”, sobresale no haber creado un “mecanismo de participación ciudadana útil”. Pero en su balance sobresalen los motivos de satisfacción. “Con astucia, logramos llevar algunas ideas teóricas a la práctica”, explica Kichi, que cita la remunicipalización de servicios, como el de limpieza de playas, y el frenazo a la “sangría de desahucios”, otra política común en el balance de los entrevistados. “Y también que a la gente se le dejara de cortar la luz y el agua por no poder pagar”, recalca el exalcalde, que presume de haber gobernado con rigor contable pese a la deuda disparada, una constante algo paradójica en el discurso de un ramillete de exalcaldes tenidos por radicales.

De los tres que repitieron mandato, González, Colau y Ribó, solo el primero no aspiró a una segunda reelección. “Dijimos dos mandatos. Es importante cumplir la palabra”, sentencia González, otro que descarta —sin dudas aparentes— volver la política institucional . Sin Kichi, la candidatura Adelante Izquierda Gaditana cayó en 2023 al tercer puesto, perdiendo el liderazgo progresista ante el PSOE. El PP sacó mayoría absoluta.

Martiño Noriega (Santiago de Compostela): “Llegamos antes de tiempo”. Cuando lideró Compostela Aberta (CA), primera fuerza con el 34,6% en 2015, Noriega (A Coruña, 50 años) ya había sido alcalde de Teo (20.000 habitantes), donde se hizo un nombre por la remunicipalización del agua. Aunque aquella batalla fue dura, no era nada —cuenta— comparada con lo que le esperaba en la capital gallega, con cinco veces más habitantes.

“No soy muy autocrítico”, dice con una risilla. “Pero no porque no cometiéramos errores —aclara—, sino porque el ataque sufrido fue tan brutal que les quito importancia. El primer ensayo de guerra sucia mediática, política y económica se hizo contra los ayuntamientos del cambio”. Noriega señala a El Correo Gallego, que “traspasó todos los límites”.

Martiño Noriega, tras convertirse en el candidato más votado en las elecciones locales de Santiago de Compostela en 2015.

El exregidor defiende que sus medidas han condicionado la política de los alcaldes posteriores, del PSOE y del BNG, ahora en la alcaldía en coalición con CA, ya por debajo del 10% y en dos concejales, cuando llegó a tener nueve. “Hace 10 años pedíamos una tasa turística y nos llamaban turismófobos. Ahora acaba de aprobarse. Y también conseguimos normalizar algunas cosas. Cuando yo no iba a arrodillarme el Día del Apóstol [por convición laicista], se armaba un circo. ¡Era un problemón! Ahora la alcaldesa [Goretti Sanmartín] tampoco va y no pasa nada". “A lo mejor —reflexiona— llegamos antes de tiempo a algunos debates”.

Entre las medidas que lo enorgullecen, cita la renta social —entre las primeras de España, junto a A Coruña— y la recuperación del servicio de grúa. “Con el agua, no dio tiempo. Cuatro años es poco”, afirma Noriega, médico de familia en un centro de salud, que aún milita en CA y es portavoz de la formación soberanista Anova.

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Sobre la firma

Ángel Munárriz
Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1980) es periodista de la sección de Nacional de EL PAÍS. Empezó su trayectoria en El Correo de Andalucía y ha pasado por medios como Público e Infolibre, donde fue director de investigación. Colabora en el programa Hora 25, de la SER, y es autor de 'Iglesia SA', un ensayo sobre dinero y poder.
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