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Un Erasmus rural adolescente para conectar a chavales de Alcañices con Lituania

Un instituto de Zamora prepara intercambios con alumnos europeos para fomentar la integración

Los alumnos lituanos de intercambio participan en las actividades del IES Aliste, en Alcañices, Zamora.
Juan Navarro

La inicial timidez, o indiferencia, adolescente, compartida entre los anfitriones del instituto de Alcañices (Zamora, 1.000 habitantes) y los visitantes, de Utena (Lituania, 25.000), exige medidas extremas para avivar la conversación.

-Chicos, ¿les podríais explicar qué es una verbena de pueblo?

Entonces, el triunfo de la comunicación. La barrera idiomática cae al recordar las lecciones de inglés, exprimiendo el traductor de Google, gesticulando como en un concurso de mímica y tirando de vídeos para mostrarles a los extranjeros el patrimonio cultural, musical y veraniego de esta comarca rural en las proximidades de Portugal. Los chavales se entienden con los foráneos, se ríen imaginando a los pálidos y discretos lituanos bailando Danza Kuduro en la plaza del pueblo, les recomiendan ir de empalmada a por chocolate con churros y zanjan: “Estarán flipando”. El profesor, Chema Mezquita, vigila, satisfecho: el entendimiento juvenil es el objetivo de un programa de intercambio entre Alcañices y varios países comunitarios para, entre todos, conocer otras realidades rurales y forjar hermandades pese a los miles de kilómetros. Los muchachos llegaron vía avión a Oporto y luego engarzaron con Braganza, donde los recogió el claustro zamorano, porque las pésimas conexiones de Zamora con Madrid les hacía más costoso y largo el viaje.

Los alumnos lituanos de intercambio participan en las actividades del IES Aliste, en Alcañices.

Siete chavales de entre 16 y 17 años han cambiado la gélida Lituania por la incipientemente soleada Zamora, donde también hace fresco pero nada comparado con los países bálticos, pues la capa de hielo tardará aún en desaparecer. En unas semanas, los españoles irán para allá a verlo. Dos profesoras acompañan a la expedición de estudiantes lituanos, algo callados al principio pero que durante la semana se irán soltando y trabando amistades. “A los españoles no les has terminado de preguntar y ya te están respondiendo; a los nuestros hay casi que obligarlos”, se asombra Irena, una de las docentes que pastorean a los dóciles lituanos, aunque se despendolan un poco cuando toman confianza. El responsable del Erasmus prematuro, Chema Mezquita, ha hecho viajar a sus pupilos a Rumanía, Francia, Croacia, Austria, Bélgica o a la vecina Portugal y a cambio han recibido a adolescentes de toda procedencia. Los croatas, recuerdan los muchachos, “eran un poco…”, y no dan más detalles, del mismo modo que proliferan las carcajadas y miradas sibilinas al recordar batallitas con otros europeos.

“Lo que mejor funciona es ponerlos a trabajar a las bravas y que se organicen”, apunta Mezquita, como parte de un programa “completito”. En lo lectivo, participan en un taller literario sobre los incendios de la comarca en 2022, “donde se quemó lo equivalente a la distancia entre Vilnius (Lituania) y Tallin (Estonia)” o una sesión de diseñar un llavero y hacerlo realidad en una impresora 3D. Las aulas revelan los dos perfiles de alumno: aquellos, más callados, que se limitan a ejecutar el encargo, y quienes tiran de su inglés para, más allá del curro, preguntarle al otro por sus vidas. Así los zamoranos descubren que mientras ellos cenan hacia las 10 de la noche y se acuestan a la una de la mañana, en los países bálticos cierran el ojo a las 11 y cenan hacia las ocho.

Los alumnos lituanos de intercambio participan en las actividades del IES Aliste, en Alcañices.

Marta Prieto, de 16 años, se apaña con una nueva compañera que le explica que el programa de impresión 3D ya lo usó “en un proyecto de Química”. Aparte, ella le enseña los recién corregidos deberes de Latín, donde comparte aula con solo cuatro chavales más, ergo aprende al detalle bases muy útiles para cuando llegue a la Universidad de Salamanca, según desea, para estudiar Derecho. “Nos entendemos bien con los de fuera, al principio están algo cortados pero luego se acaban soltando”, sintetiza Prieto, mientras sus amigas estallan de fondo porque algo estarán rememorando. Al rato, más carcajadas porque un lituano confiesa, vía traductor de Google, respecto al programa de la impresora 3D: “No entiendo esta aplicación”. La semana transcurre con sorpresas, como conocer e involucrarse con el folclore local, y así lo celebraba una cumpleañera en las evaluaciones: “Gracias por dejarme llevar vuestro traje tradicional, fue el mejor regalo posible”.

En el exterior se desarrollan otras actividades para que Lituania conozca la comarca de Aliste: visita a una plantación de manzanos, recorrido por Zamora ciudad y su románico, explicación de la iglesia visigótica de San Pedro de la Nave, excursión a Braganza (Portugal) y degustación de productos típicos. Los muchachos aprovechan para explicarles palabras alistanas: “fato” es “tonto” o “pechar” es “cerrar”. Cómo no hablarles del bar-discoteca, el Yoke: “¡In front of convento, al lado del churrero!”. Lo peor, bromean los profesores Maricarmen Blanco y José Ignacio Fínez, es que sus pupilos aprovechan el viaje a Europa “para comer en el McDonald’s o en el Burguer King, que aquí no tienen”.

Los alumnos lituanos de intercambio en la puerta del IES Aliste.

Mezquita insiste en que estos programas se abren para todo el alumnado, sin cribas entre los más o menos brillantes: “Se tiende a llevar solo a quienes tienen las mejores notas pero te pierdes a chavales, quizá con peores resultados, pero que son muy resolutivos. Hace dos años un chico que hablaba muy poquito inglés cogió las riendas y se puso a preparar una tortilla de patata”. Así, sus alumnos han conocido a la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, y hace unos años tres chicas lograron que se cambiara una página oficial de la UE tras quejarse a la Defensora del Pueblo Europeo por su contenido antirrefugiados. No por vivir en un pueblo, destaca Mezquita, deben sentirse inferiores a institutos de ciudades mayores pero de menos ambición que ese Alcañices de grupos reducidos, autobuses desperdigándose por pueblitos de la Raya con Portugal y con un patio con vistas al bosque.

Un alumno lituano y uno alistano juegan al baloncesto en el IES Aliste de Alcañices.

Los 195 centímetros de altura del lituano Karolis destacan entre los nativos. Este pívot de baloncesto en su Utena natal aprovecha un uno contra uno, donde acredita su nivel, para coger carrete y acabar hasta quejándose del entrenador de su equipo. La comitiva se asombra al descubrir otro eslabón de la España aún libre de gastrobares y locales con palabras molonas en inglés escritas con luces de neón: el menú del día, donde no hay sopas nórdicas. De primero, paella, entremeses, crema de verduras con picatostes y todo o ensalada. De segundo, churrasco, filete de ternera, merluza o secreto ibérico. De postre, flan, fruta o arroz con leche. Todo, 14 euros, para estupor de las profesoras. Alguno casi colapsa pero acude en su socorro otro de los lituanos, entusiasmado, para pulir su churrasco y finiquitar el secreto de su compañero con un gruñido universal de felicidad que no necesita intérpretes.

Una de las jóvenes lituanas hace una foto a un plato de paella.


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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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