La izquierda se rebela contra el discurso de la “meritocracia” del PP
La crítica del Gobierno a parte de la universidad privada muestra el creciente empeño de las fuerzas progresistas por recuperar terreno en el debate sobre la “cultura del esfuerzo”

El hoy defenestrado Íñigo Errejón, que tan dado era a explicar la política con símiles, decía que las palabras son “colinas a conquistar en una guerra”. Si es así, en la colina del “mérito” ondea la enseña del PP. “Igual que se apropió de las ideas de ‘España’ y de ‘libertad’, la derecha también ha tratado de marcar el debate sobre el trabajo levantando la bandera del ‘mérito’ y la ‘cultura del esfuerzo’. Y con resultados. Aunque sin tanto éxito como con España y la libertad, en ciertos ámbitos se ha extendido la idea de que la derecha protege al que se esfuerza y la izquierda al vago”, explica Jaime Aja, profesor de Sociología en la Universidad de Córdoba, que ha investigado sobre la precariedad y los discursos a su alrededor para el ensayo Vidas low cost (Catarata, 2021).
El PP suele anclar su discurso en un término: “meritocracia”. ¿Qué es? Es un ideal: una sociedad en la que cada uno llega hasta donde lo llevan su esfuerzo y su talento. El término, criticado por soslayar la importancia del origen familiar y social tanto en el rendimiento académico como en el logro profesional, es troncal en el PP, sobre todo en Madrid, cuyos gobiernos desde Esperanza Aguirre hasta hoy lo han utilizado para defender su modelo educativo y fiscal. Comparte argumentario Alberto Núñez Feijóo, que en 2022, siendo presidente de la Xunta, vinculó directamente la riqueza con el esfuerzo: “No creo que a los que tienen más se les deba señalar en la calle por haber trabajado más”.
Ya al frente del PP, Feijóo ha acusado al Gobierno de ir contra la “meritocracia” y “la cultura del esfuerzo”. En diciembre, en un acto con empresarios, dijo que es importante que “la sociedad vuelva a ver que vale la pena trabajar”, perspectiva que a su juicio está siendo desincentivada. Vox suele contrastar la “meritocracia” con el modelo de “subsidios” que atribuye a la izquierda. Esa es la disyuntiva que plantean las fuerzas conservadoras: o una sociedad que al premiar el esfuerzo pone a cada uno donde merece, o una que al gratificar el conformismo iguala por abajo.
Ante este despliegue, ¿qué oponen las fuerzas progresistas? “Durante mucho tiempo, apenas han rebatido. Pero hay un cambio de tendencia y le están prestando cada vez más atención”, responde el economista Javier Soria, investigador en el instituto Opportunity Insights de Harvard y codirector del think tank Future Policy Lab.
“Ha sido siempre un tema difícil para la izquierda. Por un lado, si critica la meritocracia se arriesga —es un riesgo injusto, pero real— a parecerse a la caricatura que hacen de ella sus rivales: vaga, aprovechada.... Por otro, es complicado aceptarla sin legitimar la desigualdad”, añade el sociólogo Jaime Aja, que cree que la izquierda debe “evitar el error cometido en el debate sobre la libertad”. “Ridiculizar la idea de meritocracia de Ayuso, igual que la de libertad, solo sirve para hacer que la discusión gire en torno a esa idea”, afirma el sociólogo, que coincide con Soria en inscribir el endurecimiento de los requisitos de apertura de universidades privadas en un intento del Gobierno de cuestionar la idea de “meritocracia” que defiende el PP y abrir paso a una narración alternativa.
Todo el discurso del Ejecutivo sobre la medida confluye en una idea: hay que evitar que el dinero de papá y mamá pese más que el esfuerzo del alumno. Mientras el presidente, Pedro Sánchez, ha contrastado los “títulos sin garantías” de los “chiringuitos educativos” con la apuesta del Gobierno por el “ascensor social”, la vicepresidenta María Jesús Montero ha afirmado que la reforma quiere evitar que “el que tiene dinero en la cuenta corriente pueda estudiar Medicina con mucha menos nota” que una “chica” de clase trabajadora. En ambos casos, se plantea una disyuntiva alternativa a la del PP y Vox: o una sociedad progresista que recompensa el talento de los que menos tienen, o una conservadora que lo asfixia para blindar privilegios heredados. La confrontación está servida.
Reformar o desmentir la “meritocracia”
A primeros de marzo, en un acto del PSOE en Murcia, Sánchez cargó contra los que recortan la educación pública para “defender, como dice la derecha, la meritocracia”. Pero ese no es su discurso habitual. Ni el presidente, ni sus ministros, ni el PSOE suelen rechazar la “meritocracia” en sí, sino el discurso sobre la misma del PP, por considerar que ignora las condiciones de partida. En diciembre, en un acto presidencial, Sánchez afirmó que la “meritocracia” es “fundamental”, aunque para que sea real tiene que aparejar “igualdad de oportunidades”. Esa es la posición más extendida en las filas socialistas. Y en la misma ha redundado esta semana la ministra de Ciencia, Diana Morant, cuando acusó al PP de atentar “contra el mérito” con su “desinversión” en la universidad pública, sin la cual es imposible una “verdadera meritocracia”.

IU, Más Madrid y Podemos comparten con el PSOE la defensa de la “igualdad de oportunidades”, pero difieren de los socialistas al impugnar de raíz la “meritocracia”, que ven como un concepto tramposo. Es un “mito” que induce a una “ilusión igualitaria”, escribe el ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy, en Política y ficción (Atalaya, 2024). O una forma de “individualizar las responsabilidades colectivas”, según IU. “Si la meritocracia te parece un cuento, vota”, titulaba el año pasado Podemos una campaña de movilización. Los portavoces de Más Madrid suelen mofarse de los discursos de Ayuso diciendo que “la meritocracia son los padres”. La vicepresidenta Yolanda Díaz, de Movimiento Sumar, ha aplaudido “el análisis certero” del ensayo colectivo La desigualdad en España (Lengua de Trapo, 2024), que incluye una enmienda total a la “meritocracia”.
Una idea con arraigo
En el plano académico, el ideal “meritocrático” ha sido rebatido. Y con datos. En España, las circunstancias ajenas al esfuerzo explican hasta el 70% de las desigualdades, destacando como causas las herencias y la educación de los padres, según un trabajo del economista Pedro Salas-Rojo, investigador en el Instituto Internacional de Desigualdad de la London School of Economics. En Derribando la meritocracia desde el principio, una tesis premiada por el Consorcio Europeo de Investigación Sociológica, el ahora profesor de la Universidad de Florencia Carlos Gil apunta para el caso español a la misma conclusión que el politólogo Michael J. Sandel y el economista Robert H. Frank para el estadounidense: bajo su apariencia de idea encomiable que garantiza una recompensa acorde a su esfuerzo, la “meritocracia” es una ficción que oculta las verdaderas razones de la desigualdad.
Todo ello no resta tirón político al discurso de la “meritocracia”, que según la evidencia disponible tiene mayor arraigo en sociedades con elevada desigualdad y entre aquellos que más sufren sus consecuencias. Así lo ha acreditado el sociólogo neerlandés Jonathan Mijs en estudios publicados en Socio-Economic Review, de Oxford, y en The Political Quarterly.
“Los sectores que más sufren la desigualdad de oportunidades” son precisamente los más proclives a creer las explicaciones que ignoran las causas sociales de dicha desventaja, explica Soria. ¿Una paradoja? No tanto. Ello es fruto en parte de que, cuanto más bajo es el punto de partida, mayor es la dependencia del propio esfuerzo para ascender, lo que hace más difícil percibir la importancia de otros factores, expone. A ello se suma la facilidad con que el cuestionamiento de la “meritocracia” es percibido como una “crítica al mérito”. Una razón es que el discurso “meritocrático” conecta con un “sentido común” que cuajó durante las décadas, interrumpidas por la Gran Recesión, en que el “ascensor social” sí funcionó, explica el investigador.
Además de la educación, Soria afirma que un discurso riguroso sobre esfuerzo y logro debe abordar la vivienda, “fundamental para la juventud”, un sector de la población donde ve mayor margen para el cuestionamiento de la “meritocracia”. No en vano, los tres grupos más jóvenes son los más escépticos sobre este ideal, según el CIS. También hay un sesgo por edad en la visión de los encuestados sobre las actuales oportunidades en comparación con las que disfrutaron las anteriores generaciones. Las respuestas muestran mayor pesimismo en las cohortes más jóvenes, lo que —a juicio de Soria— muestra una menor confianza en el “ascensor social”, sin el cual la “meritocracia” es difícilmente creíble.
Partidos en la “batalla”
“La derecha española no es meritocrática, es corporativista”, sostiene Manuel Escudero, presidente de Avanza, el laboratorio de ideas del PSOE, partido al que considera “heredero de la tradición meritocrática bien entendida”, que exige que el “ascensor social” funcione y “el talento sea reconocido”. Escudero está convencido de que la izquierda tiene margen en este debate porque en España, a diferencia de EE UU, no ha prosperado el discurso individualista del “self made man”, según el cual cada uno “se hace a sí mismo” y llega adonde llega sin que el origen y la sociedad pinten nada.
Desde Más Madrid, el sociólogo Jorge Moruno, diputado en la Asamblea, lamenta que la izquierda haya pasado “décadas” sin librar esta “batalla”. Aunque “poco a poco se va introduciendo” una propuesta que asocia “esfuerzo e igualdad”, el pasado abandono ha permitido que calen las ideas de sus adversarisos, dice. ¿Resultado? “Los mismos sectores que, a priori, deberían sentirse atraídos por esa crítica [a la meritocracia], se pueden sentir ofendidos porque se da la impresión de que se minusvalora el esfuerzo de sus padres, el suyo y el que le aconsejan a sus hijos”, expone el autor de No tengo tiempo. Geografías de la precariedad (Akal, 2018). El reto, afirma, es reivindicar la igualdad “como una forma más justa y eficaz de valorar el mérito”.
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