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Imbermind: música electrónica adulta y a contracorriente

Cuatro músicos consolidados se han juntado en este proyecto que busca repensar la música electrónica contemporánea y el pop más clásico sin presiones comerciales. Lo que nació como un divertimento se ha convertido en una aventura a la que no se le adivina final.

Raúl Novoa

Un ganador de un Oscar, un profesor de Matemáticas, un DJ mundialmente conocido y un afinador de pianos. Podrían parecer los personajes de una serie televisiva al estilo de The Big Bang Theory, pero son los miembros del grupo Imbermind. Nico Casal, Álvaro Monreal, Edu Imbernón y Luis Clemente, respectivamente, no son cerebritos como los de la comedia, pero cuentan con una amplia trayectoria en la música. Imbernón, el impulsor de esta aventura, ya había pinchado en festivales como el Coachella o Tomorrowland cuando decidió montar una banda que se pudiese trasladar a los clubes de electrónica. Llamó a los elegidos.

Empezaron haciendo un tema junto a Peter Murphy —mítico vocalista de la banda pospunk Bauhaus— y una remezcla oficial de Depeche Mode. Eso les sirvió para saber que su idea podía funcionar. ¿La clave? Su polifonía. Casal es compositor de bandas sonoras desde hace más de una década, Monreal ha cantado en grupos de indie y Clemente es multiinstrumentista y productor. Cada uno aporta su especialidad sin perder la armonía.

Cuando empezaron a componer, tenían claro lo importante que era hacerlo en persona, sin videollamadas mediante. La entrevista también será en persona, en la casa de Luis Clemente en Valencia, donde ensayan. En el tren desde Madrid, coincidimos con Nico Casal. Casualidades de la vida, le ha tocado el asiento pegado al nuestro. El único gallego del grupo ha sido parte del equipo de Stutterer, ganador del Oscar a mejor cortometraje en 2016, y también ha compuesto la banda sonora de proyectos como Yo, adicto o Te estoy amando locamente. Sin embargo, al pianista se le nota la ilusión en sus ojos al empezar a hablar de su nuevo grupo. “Nos conocimos viviendo juntos, en un ambiente relajado y componiendo en casa de Edu. Hacerlo juntos ha sido clave”. Paella, siesta y a trabajar, en ese orden.

En la estación de Valencia, Álvaro Monreal, voz de la banda e ingeniero acústico, nos espera en su coche. Ambos se funden en un abrazo de esos que duran varios segundos. De camino debemos hacer una parada para recoger los 140 vinilos de su primer disco, Never Ending. En la portada, diseñada por Ausias Pérez, dos manos se juntan para dibujar una flecha. “Buscábamos que todas las canciones parecieran la última. Es la subida constante que indica la flecha”, apunta Monreal sobre el concepto. “Y que la música te retase como oyente, que emocione. Si algo no nos ponía la piel de gallina, lo descartábamos”, añade Casal.

En casa de Clemente, los cuatro corren como niños para ver los nuevos vinilos. Todos miden más de 1,80 metros y visten de negro. Ninguno destaca sobre el resto. Podrían parecer una boyband de hombres que rondan los 40. “El álbum narra cómo nos hemos conocido a través de la música. Los temas son de los que hemos ido divagando en una mesa”, explica el anfitrión, también productor y DJ, mientras rompe el plástico protector. “Hemos disfrutado muchísimo componiendo”, reconoce. “O te cierras en algo específico o buscas un trazo general. Escogemos lo segundo para explorar y salir de la zona de confort”, explica Clemente. De sus diferencias nacen sus aprendizajes.

Deciden hacer el resto de la entrevista en el estudio. Mantienen una pose relajada sobre los sofás, que solo encorvan para acentuar ciertos puntos en sus respuestas. “Hicimos un álbum para nosotros, pero con identidad. Nos imaginábamos fuegos artificiales en cada tema”, explica Edu Imbernón. “Es ese éxtasis constante en una fiesta”, añade Monreal. Y ese punto, casi cinematográfico, lo consiguen sus canciones. Con ese tanto de épica existe una constante motivadora que te empuja siempre hacia delante.

Al comentar lo bien que se llevan entre ellos, Casal lo compara a una relación: “Es como cuando estás enamorado y parece que conoces a la persona desde hace más tiempo”. Precisamente, ‘Thousand Miles’, su canción más conocida, que sonó en el festival de Monegros remezclada por Andrés Campo —uno de los DJ más versátiles de la electrónica española actual—, trata sobre una amistad que supera distancias y adversidades. ¿Les pasa que desearían haberse conocido antes? “No”, ríe Imbernón y contagia al resto. “Tenía que ocurrir así. Conocer la industria es algo muy importante”. “Y la gestión de expectativas. No es lo mismo con 20 que con 40 años”, remata Clemente.

Imbermind carece de cualquier fin político o reivindicativo como grupo. En la búsqueda de la emoción del oyente es donde convergen todos sus intereses. “La gente en un concierto se olvida de todo y consigue abstraerse de lo malo”, apunta Monreal. Su canción, ‘Imbernation’, refleja esta intención: imaginan un lugar utópico sin necesidad de dioses, oro o armas. Un espacio emocional en el que sentirse acompañado. “Queremos estar en las emociones de la vida, buenas y malas”, añade Casal.

“Estamos haciendo el camino largo de la industria musical”, deja claro Imbernón. “Es algo con lo que hacerse mayor, que pueda ser la banda sonora de muchas vidas”, aporta.

Imbermind es un proyecto ambicioso que no quiere renunciar a la independencia. “Queremos manejar el proceso. Hemos trabajado con multinacionales y hay partes positivas, pero a veces no te dejan cancha en la toma de decisiones”, opina Clemente. “Si empiezas con ellos, te debes a lo que quieran de ti. A nosotros nos gusta fluir en nuestro proyecto”, recalca.

No solo confluyen en la idea de introducir a las bandas en la música de club, también en que todos tienen estudios musicales. En un mundo en el que la inteligencia artificial y los programas de producción facilitan la composición de canciones, reivindican conocer las bases. Y eso que son todos productores. “Me da miedo que a la larga cada vez haya menos gente que cultive esas habilidades. Los programas están bien, ayudan, pero hay que conocer el origen”, defiende Imbernón. “Una canción es un mensaje de una persona a otra. Si eso lo hace un ordenador, nunca lo percibirás igual”, añade Monreal. E Imbernón se atreve con una predicción: “Estamos cerca de un punto de sobreevolución tecnológica. Después habrá una involución”.

“Que haya músicos en el escenario es muy importante, aunque existan secuencias lanzadas”, piensa Casal con respecto a la propuesta en directo de la banda. Hasta el momento, solo han dado un concierto en el Florida Park de Madrid el pasado mes de junio y otro en el Brunch Electronik de Barcelona, en agosto. Acaban de anunciar que estarán en el festival Lollapalooza de Buenos Aires el 14 de marzo del próximo año. “Llevo años pinchando y temía estar nervioso y que se me resbalase un dedo con el piano”, revela entre risas Imbernón. ¿Y cómo fue? “Genial. Parecía que tocábamos juntos desde hacía años”, le apoya su compañero Clemente.

No buscan un tema que los catapulte al éxito, este es un proyecto de cocción lenta. “No componemos pensando en gustar a la gente”, confirma Clemente. Quieren hacer las cosas, como dice Nico, “con sentidiño”. Todos son conscientes de la industria en la que se mueven, de cómo ha cambiado. “Está muy saturada. Hay mucha música nueva todos los días, mucha información y muchos estímulos”. ¿Y hacia dónde se ven en un futuro? “Quiero ser como Depeche Mode y tocar todos juntos con 60 años”, se ilusiona Imbernón. “Estamos destinados a estar juntos, aunque lleguen tiempos difíciles, nuestro vínculo no se romperá”, cantan en ‘Thousand Miles’. Veremos, con el tiempo, si su relación es, como anuncia el título de su disco, de las de nunca acabar.

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Sobre la firma

Raúl Novoa
Periodista gallego que colabora en ICON, EL PAÍS SEMANAL, EL PAÍS Audio, EL PAÍS Gastro, El Comidista y Proyecto Tendencias. Escribe también para Euronews, Tapas, CAP 74024, El Salto y elDiario.es, donde trabajó dos años. Autor de 'Radiografía del Lobby del Mercado Eléctrico' con el Corporate Europe Observatory y ganador del premio VI Nacho Mirás.
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