Kae Tempest: “La identidad es importante, pero aún más la humanidad”
Artista total: compositor, cantante, poeta, novelista, dramaturgo… A la vez minoritario y global —ha actuado por todo el mundo—, cuenta con el acuerdo de la crítica, que compara sus actuaciones con actos religiosos


Artista prodigio del rap y el hip hop, la poesía de Kae Tempest (Londres, 39 años) —en obras como Que se coman el caos o Divisible entre sí mismo (Arrebato)— le catapultó como new generation poet. Su novela Cuando la vida te da un martillo fue un éxito de ventas y en el ensayo Conexión (ambos volúmenes editados por Sexto Piso) expone su ideario. A punto de iniciar la gira europea de su quinto disco, Self Titled, la entrevista es en la sede de la discográfica en un Londres que no parece Londres: una plaza nueva, con cafés y jardines, casi opuesta al Londres de extrarradio que habita los escritos de Kae. Llega con su perro —“es mi alma”—, que se pone a dormir. Y avisa: “Soy ciego de un ojo. Con ese veo el mundo”.
¡Como Tiresias!
No supe que era ciego hasta hace 10 años. Nunca fui al oculista.
En su nuevo disco, Self Titled, hay más celebración que dolor.
No era así de feliz desde la pubertad.
¿Obedece al fin de su transición a hombre trans?
Es una pregunta fuerte para empezar.
Está en sus canciones: “¿Cuántos infiernos debe habitar una persona antes de poder ver su vida?”.
¿Qué sabe usted de la transición? ¿Conoce a alguien que haya pasado por esto?
Dos personas. Creo que es un camino difícil, doloroso —mental y físicamente— y solitario. Lo contrario de un capricho.
Es un proceso largo. Y una belleza culminarlo. Le pregunto porque nunca sé cuánto puede saber el otro. Ni de qué me puede conocer.
Llegué a usted sin saber que era trans, por ‘Hold Your Own’. Me pareció un himno.
‘Hold Your Own’ es una canción de peso. Buscaban que hiciera sentir lo que transmiten mis actuaciones. Estábamos en un lugar ligero: Malibú. Nos habían rechazado muchas y recurrí a ese poema que mi editor de poesía había declinado. Dijeron: “Es esto”.
Su último disco es catártico. “A cuántas personas enfadaré hoy con mi existencia”.
Siempre he encontrado verdad en el trabajo que he hecho. Pero en mi vida privada había tanto que ocultaba… Creo que si eres trans y no eres capaz de afrontarlo, vives sumido en el dolor. Asumí que nunca tendría una vida propia.
¿Qué cambió?
Se me hizo difícil existir. Pensé: el riesgo va a ser perder mi carrera, mis amigos, mi familia…
¿Tenía más miedo que razones para temer?
No lo sé. El entorno nos condiciona a todos, no solo a la gente trans. Ante nuestra vulnerabilidad, desconectamos lo racional. Hoy solo puedo decir que me siento vivo. Y que antes… no estaba realmente en la vida.
¿Y cómo vivía?
El micro era mi escudo. Mi creatividad me permitió acceder a otra vida.
¿Su sufrimiento le ha hecho ver más?
Alguien que ha vivido angustiado es más probable que, cuando otra persona deja caer que tiene un día complicado, sepa ver que se trata de algo más que de haber perdido el tren.

La voluntad de conocer y conocerse está en sus poemas. ¿Es uno mismo o la sociedad lo que dificulta que nos conozcamos?
Es difícil separar a los individuos del mundo que habitan.
Como artista rompe esquemas y le ha costado romper los personales.
Estaba vivo en mi trabajo. Es tan increíble ser capaz de hacer música, tan precioso estar con gente en un estudio de grabación… Llegas a conocerte tan profundamente que la manera en la que la gente se conoce en el mundo me resultaba insatisfactoria. La música es una flecha directa al interior de otra persona. Cuando conocí ese sentimiento me dije: es esto. Yo era la música.
¿Y en casa?
¿Quiere saber por qué me llevó tanto tiempo hacer la transición?… Si puedo salir de mí y hablar de la comunidad trans, quiero insistir en que es muy complicado. Cualquiera que quiera vivir siendo sincero consigo mismo corre riesgos. Da igual que sea una persona en una relación en la que sabe que no debería permanecer o alguien con otro problema. Siempre hay un riesgo en esforzarte en verte como eres. En un determinado momento —y qué bonito fue, doy gracias a Dios—, fui capaz de darme cuenta de que había llegado el momento de vivir de verdad.
¿Qué le llevó a eso?
El mundo ahí fuera es peligroso. Pero, a la vez, es importante ser sincero por si alguien, al que nunca conoceré, lee esto. Puede que a una persona trans esto le sirva. Yo llegué a ese momento porque estaba enfermando. Nos esforzamos hasta que, en determinado momento, el cuerpo habla.
Cita constantemente a Blake y su búsqueda de la verdad entendida como belleza y amor.
Es la manera de estar realmente vivo.
Todo lo que hace, teatro, poesía, ensayo, novela…, habla de su dificultad para elegir.
Creo que las personas somos muchas cosas. Nunca le encontré sentido a definirte. Soy trans, pero soy más cosas. Estamos en transición.
Todos nosotros.
Somos temporales. Vivir es cambiar. Nunca me sentí poeta. La primera vez que actué lo hice porque pagaban. Con tres actuaciones cubría el alquiler y podía dedicarme a escribir mis mierdas.
Sufrió ataques de pánico.
Lo trabajé en terapia y ahora cuando llego al escenario siento que nos conocemos bien, el escenario y yo.
En sus libros da las gracias a todos los frikis que hacen el mundo soportable. ¿No somos todos extraños para alguien?
Todos somos capaces de ser muchas cosas. Otra cosa es atreverse a serlo. Para gente como yo puede ser físicamente peligroso ser quienes somos. Lo ha sido en la historia y lo sigue siendo. Yo escribo para los que no encajan.
Y “para los que se han esforzado mucho en encajar”.
Para esos, también.
¿Cómo se llega a esa plenitud sin rencor?
Mi motivación para continuar en el mundo es el amor. Creo que la identidad es importante, pero aún más la humanidad. A esa reserva acudimos cuando tocamos música, cuando compartimos, cuando conseguimos expresarnos. Conozco esa reserva. Por eso sé que, te pase lo que te pase, hay algo más profundo.
Ha escrito del amor como misión.
Conozco mucha gente que no es como yo, pero los siento. Me recuerdan que muchas cosas escapan a nuestra mirada. Lo que me ha hecho aprender eso ha sido la música. Y la poesía.
¿Se llama realmente Tempest?
No, me llamo Calvert. Mi familia era judía y era peligroso mantener el apellido que tenían. Mi abuelo vio un camión que ponía John Tempest y lo cambió.
¿Fue educado en la religión judía?
No. En ninguna.
¿Tuvo una infancia feliz?
Se complicó en la pubertad. Pero mucho de lo que disfruto se remonta a entonces. Éramos una familia mezcla: mi padre y mi madre tenían hijos anteriores. Donde crecí siempre había alguien en la calle tocando música.
¿Por qué?
Creo que por la inmigración jamaicana.
¿Es su primer recuerdo musical?
En mi vida, cuando no había nada más, había música. Mis primeros recuerdos son cintas que rebobinaba para aprender las letras. Sentía que la letra era la puerta a la música. La voz es mi instrumento. Mi madre escuchaba a Tina Turner y a Annie Lennox. A mi padre le gustaba la música country, el soul y el jazz. Es un hombre muy interesante. Mi hermana escuchaba a Mariah Carey, y mi hermano mayor, grunge: Nirvana, Soundgarden. En la calle descubrí el hip hop y me enamoré, ¡el letrista lo era todo!
Trabajó en una tienda de discos.
De los 14 a los 21. Con dos personas preciosas, Lawrence y Nicole. Ella lo sabía todo sobre rhythm and blues, una música que yo no soportaba. Ahí aprendí lo importante que es escuchar. Cuando alguien entraba y pedía Koffee Brown —que es música romántica pegajosa en plan dos personas hablando sobre cuánto quieren follar—, mis intereses no podían estar más alejados. Pero ver que gente tan hermosa pedía eso me enseñó que no sabía nada cuando creía que lo sabía todo. Fue una educación musical crucial.
Mientras actuaba en bares de Carnaby Street estudiaba arte dramático.
Mucha gente de mi escuela elegía música espiritual. Aprendían para cantar en la iglesia. Yo llegaba de un mundo cerrado. Pero el góspel negro lo llenaba todo de brillo. No sabía nada de ese mundo y en lugar de rechazarlo lo escuché. Lo que te llega no es la habilidad técnica. Es otra cosa.
La gratitud y la denuncia de la sociedad de consumo conviven en sus letras.
El dinero nos está matando. Todo está a la venta.

¿Se lo aplica a sí mismo?
Lo que escribo es un diálogo entre una parte de mí que necesita ayuda y otra que intenta ofrecerla. Es tu mejor lado hablando con el más perdido.
En ‘Know Yourself’ (conócete a ti mismo) habla de la dificultad de encontrar la paz de la mano de Blake y Jung.
Están conmigo. Son mis amigos. Trabajo con ellos.
Llegó a Jung por azar: ni estudiando ni en terapia.
Encontré El libro rojo en una biblioteca. Libros transformadores me han llegado por azar. Como si me buscaran. No he leído comentarios académicos sobre Jung. Posiblemente no podría digerirlos. Pero ese libro me llegó profundamente.
Cuando hizo teatro le dio la vuelta a Filoctetes en la obra Paradise.
Al soldado Filoctetes, herido por una serpiente y abandonado por el hedor que producía su herida, solo le queda la traición. Muchas personas son así. Yo he vivido ahí. Estás en la cueva con tu herida. Cuando leí la versión de Sófocles, sentí que conocía a ese hombre. Por eso intenté traducirlo a una situación contemporánea. Por compartir. Por conectar.
Hizo que los marineros fueran mujeres.
Si una mujer interpreta a un mando militar, enseguida vemos atributos como la rigidez o la dureza asociados a la vida militar. No lo veríamos si fueran interpretados por hombres porque hemos perdido la capacidad de leer atributos de los géneros fuera de los propios géneros.
¿La confrontación es siempre necesaria?
No siempre se debe evitar. Ahora, si uno empieza una discusión pensando que parte de una perspectiva mejor que el otro, no va a alcanzar ningún lugar que lo beneficie. Somos diferentes. Hemos vivido experiencias diferentes. Hemos conocido diferentes ideas del amor, diferentes dolores. Y todas esas experiencias han despertado, en nosotros, nuestras creencias. Con otro cuerpo, habiendo nacido en otro sitio, yo pensaría diferente.
¿Por qué nos aferramos a nuestras creencias?
Porque no conseguimos escuchar las de los otros. Las creencias han sido lo que ha sentenciado a muerte a más personas. No digo que no sea importante retar las ideologías violentas, pero entiendo que si vienes de un lugar que ha ignorado lo que significa ser humano, entonces… ¿qué esperas? Claro que somos opuestos. Pero por debajo de esa oposición… hay una capa de humanidad.
¿Sus padres viven?
Los dos. Por suerte.
¿Qué opinan de su trabajo?
Mi madre está orgullosa. No es muy expresiva, pero cuando fue al teatro a ver mi versión de Filoctetes sin decirme nada se metió en el bolso muchos programas para dárselos a sus amigas. Le importa un pito la tragedia griega. Es una persona muy práctica. Él es el poeta, mi padre. Combina tres saberes. Era obrero, trabajaba como yesero.
Estudió Derecho.
No por curiosidad ni por prosperar. Lo hizo porque quería justicia. Sufrió un juicio injusto que caldeó su venganza. Es un hombre creativo: dibuja, sopla vidrio…
¿Tiene, como usted, TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad)?
Sin duda. Era tan disléxico que le pegaban cada día en el colegio. Amo a ese hombre. Una de las cosas más bonitas de mi transición, que fue difícil para mi familia, fue que en el documental que hizo la BBC hablé de escuchar cómo mi padre se afeitaba. Llegó Navidad y él vino a casa y me trajo una cajita. La desenvolví y ahí estaba su maquinilla de afeitar. ¿Sabe lo que es eso? El gesto de tratar de entender es mucho más poderoso que las palabras.
¿Por eso estamos teniendo esta conversación?
Para sus lectores. Sé que es difícil que alguien a quien quieres, porque lo has visto crecer, se convierta en otra persona.
¿Es la misma persona?
En su versión verdadera y feliz. No digo que uno sea feliz por hacer una transición, pero si necesita hacerlo, deja de sufrir. Si alguien tiene un hermano trans, o un padre o un hijo, no puede sentir que lo ha perdido. Ha perdido la actuación que hería a esa persona. La persona se ha salvado y ha abierto la puerta a una conexión más profunda y verdadera.
¿Hubiera sido más feliz si hubiera iniciado su transición antes?
Fui niño. Mi nombre era Kevin. Hasta que para ir al instituto me hicieron crecer el pelo. Soy jodidamente trans. Yo era gordo, llevaba un parche en el ojo…, era bien raro. Seguro que lo del pelo fue una manera de protegerme contra el bullying… Hoy amo a los chavales que son frikis.
Jung escribió que no es posible despertar la conciencia sin dolor.
El dolor no asegura el despertar. Uno puede hundirse y no llegar a ningún sitio. Por eso es importante ser paciente con los demás: no sabemos lo que la gente ha sufrido.
Es crítico con la sociedad, pero también con Londres, el Reino Unido y Europa.
Mi país se cae a pedazos. Los negocios funcionan, la vida de la gente no. Escribo desde mi experiencia, pero los poemas tienen que ser ventanas, no vistas.
Declinó aceptar la Orden del Imperio Británico.
¿Cómo puedo aceptar ser parte del Imperio Británico? No hablo para juzgar a nadie, pero la idea de ir al palacio era cómica.
¿A Buckingham?
Bueno, he ido. A veces invitan a poetas. Tienen leones blancos de porcelana. Ante la reina pensé: esta dama anciana atrapada en este lugar donde no puede ni quitarse los guantes…
¿Sintió amor usted que lo siente por todo el mundo?
Sí. Vi a una persona. Estudiando arte dramático un profesor nos entrenaba a sentir empatía radical. Nos pedía imaginar a alguien que no nos gustara. Yo pensaba en un político muy conservador. Tenías que imaginarlo con problemas, con hijos drogadictos, con una mujer que lo engañaba… Buscábamos el ser humano detrás de eso. Todos sufrimos. Todos cometemos errores estúpidos.
¿Cómo vivir con más empatía, menos avaricia y más respeto?
Cada día intentaré cuidar a la gente con la que tropiezo. Ese es mi compromiso. Y no voy a poder cumplir ni eso. Pero lo voy a intentar. Ese intento tiene efectos. Es fácil ver, desde lejos, los ciclos que atravesamos como sociedad. ¿Cómo podemos estar aquí de nuevo? ¿No es eso lo que pasó antes de la Segunda Guerra Mundial? Pero… ¿eres capaz de vislumbrar también patrones dañinos en tu propio comportamiento? Para el individuo es casi imposible sin una vida dedicada a la práctica espiritual. ¿Cómo será para la sociedad? ¿Por qué suponemos que es más fácil actuar bien como sociedad que individualmente?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.