9999
El edadismo existe y es uno de los prejuicios más arraigados y dañinos en la actualidad. Y quizá el más invisible


Una de las peculiaridades burocráticas más peregrinas de este país es el hecho de que, cuando cumples 70 años, te dan un DNI permanente que no sólo no tienes que volver a renovar, sino que, donde dice “fecha de caducidad”, aparece el flipante año de 9999. O sea que de golpe y porrazo te convierten en un humano con poderes matusalénicos. Deben de pensar que después de los 70 nos autodestruimos, o que nos da una pájara catatónica que nos deja aparcados para siempre en un sillón. Desde luego está claro que creen que de septuagenario para arriba no vas a hacer gran cosa, ni a cometer delitos, ni a moverte. Que no te queda vida, vaya, aunque te la alarguen artificial e infamantemente hasta 9999. Esta medida administrativa discriminatoria y edadista puede provocar penosos incidentes, como el que sufrió hace unos meses Luis Carbó, un ciudadano de 89 años de Castellón de la Plana que quiso regresar a su casa tras pasar unos días de vacaciones con la familia, y que, al intentar coger el avión de Ryanair desde Eindhoven (Países Bajos) a Reus, fue rechazado de muy malos modos en el embarque por la compañía porque en su DNI ponía esa fecha de caducidad tan anormal. Tuvieron que comprar billetes en otro avión, por no hablar del tiempo perdido y del sofocón. Pero hombre, Luis, es que eres muy imprudente, quién te manda viajar a esa espantosa edad en vez de permanecer sentado en tu sofá como una seta bajo una mantita hasta el año 9999.
No cabe duda de que el edadismo existe y es uno de los prejuicios más arraigados y dañinos en la actualidad. Y quizá sea el más invisible, porque no hay suficiente conciencia social. De hecho, la Organización Mundial de la Salud ha dado la voz de alarma contra este prejuicio, que considera que está más extendido que el racismo y el sexismo. A partir de los 70 años, dice la OMS, se te excluye de los ensayos clínicos y te dan muchas menos opciones de tratamiento médico, sobre todo si además eres mujer. Y al parecer, según una guía que sacó nuestro Ministerio de Sanidad sobre este asunto, si ese desprecio y ninguneo general cala en ti y tienes actitudes negativas sobre el envejecimiento, puedes llegar a vivir hasta 7,5 años menos que quienes tienen una actitud positiva (datos sacados de un interesantísimo reportaje de María José Pintor en Público, medio que por fortuna se ocupa mucho del tema). El vertiginoso salto tecnológico que estamos viviendo tampoco ayuda; tradicionalmente, los mayores eran considerados, con razón, una reserva de conocimientos y de sabiduría, personas que podían aconsejar a los jóvenes sobre la vida. Pero ahora muchos viejos (reivindiquemos la palabra) se sienten perdidos e incluso acobardados ante unos cambios técnicos y científicos que no entienden, y demasiados jóvenes creen que las redes y los aparatos lo son todo, y que no manejarse bien en ese terreno es ser idiota. Por primera vez en la historia, los mayores pueden ser mirados con tremendo desdén por algunos adolescentes descerebrados.
Pero alto ahí, ¿quién ha dicho miedo, quién habló de rendirse? Como siempre, la realidad es compleja y contradictoria. Y así, aunque el edadismo campa por el mundo y muerde y ruge, también es verdad que los mayores cada vez somos más y estamos en mejores condiciones físicas, mentales y sociales. En España, por ejemplo, hay 20.000 centenarios y, lo que es aún más relevante, 10 millones de personas mayores de 65 años, un 20% de la población. Y esto está pasando en todas partes. Somos un grupo importante de votantes, de consumidores, de ciudadanos. Tenemos un poder. Por eso también están sucediendo cosas inauditas, como, por ejemplo, que haya exitosas series de televisión como Matlock (Movistar+), cuya protagonista absoluta es una abogada de armas tomar de 76 años, interpretada por la genial Kathy Bates. O que en España tengamos un fenómeno viral como Kandy, Cándida García, la abuelita mochilera, una antigua abogada que, cuando se jubiló a los 65, dedicó su vida a viajar, con la mochila a la espalda y por los albergues juveniles. Ahora tiene 90 años y ha dado varias veces la vuelta al mundo. Desde los 80 ya no va sola, pero sigue sin parar; su último destino fue Uzbekistán. “Los miedos nos impiden realizar nuestros sueños”, dijo Kandy en una entrevista. Pues eso, amigos: ni pena, ni miedo. Ya sabéis, hay que llegar hasta 9999. Feliz verano, mucha hambre de vida y hasta septiembre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
