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Destino Rototom Sunsplash: el festival reggae de Benicàssim que recrea los felices veranos de pueblo

En plena canícula estival, este rincón del Mediterráneo se transforma en un microcosmos de tolerancia, alegría y calma. La 30ª del evento, del 16 al 23 de agosto, excederá lo musical para tejer unas vacaciones que evocan infancia, libertad y comunidad

Rototom Sunsplash Benicàssim

“¿De qué os conocéis? ¿Habéis hecho la carrera juntos?”, preguntaba Alberto García, del dúo navarro de reggae-dub Iseo & Dodosound, a dos seguidores en el festival internacional reggae Rototom Sunsplash de 2024. “No. Somos amigos de Rototom”, respondieron. Esa misma frase —“amigos de Rototom”— la recuerda el músico en un vídeo conmemorativo por la 30ª edición de un festival que se replica verano tras verano, cuando el certamen de música jamaicana más grande de Europa —por sus ocho jornadas de celebración, del 16 al 23 de agosto este 2025, y sus más de 220.000 asistentes— aterriza en Benicàssim, en pleno Mediterráneo castellonense. Esta ciudad es la sede del festival desde 2010, tras emigrar desde los Alpes italianos, donde se fundó a principios de los años noventa, exportando una idiosincrasia —en la que la música se funde con un proyecto de transformación social— que se mantiene intacta tres décadas después.

En esta edición de aniversario, Rototom Sunsplash recreará, un año más, bajo el optimista lema Celebrating life (celebrando la vida, en español) y su atmósfera pausada e intercultural, los felices veranos de pueblo, esos que huelen a infancia, amigos, reencuentros, libertad, convivencia intergeneracional y calle. Se transformará también en destino vacacional, alentado por su duración, su ubicación entre playa y montaña y su oferta cultural. Este lugar ofrece de todo para viajeros que buscan disfrutar de su tiempo de ocio y descanso, y también para quienes veranean en familia: los menores de 12 años pueden disfrutar de ocho días de festival al precio simbólico de 10 euros (pago único), que se destina a entidades sociales, y el público adolescente dispone de descuentos del 50% en los abonos.

Plataforma para personas de movilidad reducida durante el Rototom Sunsplash de 2024.

El festival de reggae volverá también al ambiente global que lo caracteriza: es punto de encuentro para público de cualquier edad —en 2024 lo visitaron 16.000 menores de edad y 11.000 mayores de 65 años— y de hasta 113 nacionalidades, según datos oficiales. Lograr atraer a perfiles tan diversos responde, según el director del evento, Filippo Giunta, a la suma de factores culturales y musicales, pero también de valores y filosofía de vida que confluyen en este. “Hay un sentido de identidad y pertenencia a una comunidad entre el público del Rototom, que hace que personas de todos los rincones del planeta se desplacen hasta Benicàssim durante una semana para disfrutar de esta experiencia, que sienten propia”, explica.

Los valores de paz, libertad y respeto que promueve el universo sonoro del reggae son el nexo de Rototom. Y todo ello se proyecta tanto en el cartel artístico, que entre sus 200 conciertos hará un guiño especial al 80º aniversario de la leyenda del género, Bob Marley, a través de la presencia de sus hijos Julian y Ky-Mani Marley, o de su mítica banda The Wailers; como en la agenda extramusical o el propio funcionamiento de la cita, movida por su compromiso ambiental. El festival es libre de plástico, con una sólida política de residuo cero y el primero en medir su huella de carbono.

Estatua de Bob Marley en el recinto del festival, uno de los símbolos del Rototom.

El propio recinto —a los pies del parque natural Desert de les Palmes y en plena costa del Azahar— recuerda a un pueblo. A una aldea global que, aunque efímera, deja poso y anima al reencuentro. Bajo una cuidada escenografía diseñada de forma artesanal por un equipo artístico propio, que guían los colores verde, amarillo y rojo, emblema de la cultura rastafari, y el icónico león símbolo del festival, emerge la plaza central —que vigila la escultura de Marley— y desde la que enraízan las calles y ramblas sobre las que transcurre la vida, día y noche.

El estilo de vida de Rototom Sunsplash podría equipararse al de cualquier pueblo en verano de la geografía española. Pero el mestizaje visible entre el público, su estilismo y los cantos Nyahbinghi que suenan en House of Rastafari; el color que proyecta y se respira en todo el recinto; o el olor a pescado y carbón de los puestos de comida jamaicana, son capaces de teletransportar al visitante hasta cualquier rincón de la isla caribeña cuna del reggae.

El mercadillo del Rototom, con el perfil del Desert de les Palmes de fondo.

Las verbenas reggae del festival están distribuidas en siete escenarios —incluido el exterior de la playa del Gurugú—, que también proyectan hip hop, dancehall, dub o cumbia. Y una red de espacios temáticos van nutriendo de propuestas extramusicales y planes en familia la programación desde primera hora de la tarde y como previa a los conciertos. En el recinto, también hay mercadillo y gastronomía internacional instalada sobre un macrorestaurante a cielo abierto con terrazas y más de 30 propuestas que aúnan platos jamaicanos, etíopes, cocina asiática y la oferta más local. Además, se puede visitar una galería de arte al aire libre con obras que se crean en directo y salen a la venta con fines sociales o acudir a los jardines habilitados para el descanso.

Las zonas verdes y de descanso del recinto del festival.

Arropado por un pequeño pinar y el aclamado arenero está Magicomundo, que se transforma en un espacio vivo y abierto para el público con juegos libres y creativos, talleres (para construir robots con materiales reciclados o seres fantásticos de barro), sesiones de reggae en familia, cuentacuentos y danza. Muy cerca, Rototom Circus exhibe shows acrobáticos hilados bajo el lenguaje universal del circo. El público adolescente tiene también su propio espacio: Teen Yard, con seis horas diarias de cultura joven, sesiones de baile urbano —este año con fin solidario para apoyar a la escuela de baile Camps Breakerz en Gaza—, zonas de parkour y baloncesto, talleres de fútbol y beat box.

El espacio Reggae University es un templo de la cultura jamaicana donde los propios artistas del cartel interactúan con el público. También hay un área dedicada a la ciencia (Discovery Lab); zonas para practicar yoga y aprender sobre agroecología (Pachamama); o Jamkunda, una zona para adentrarse en la cultura africana a través de sus concurridas sesiones de baile afromoderno, que consiguen “que durante ocho días, el público pueda disfrutar en un mismo recinto de todo lo que apetece hacer en vacaciones”, indican desde la organización.

Durante el festival, el tiempo pasa despacio entre conciertos, charlas o talleres, a pesar de la intensidad de la agenda. No hay prisa. Los saludos y abrazos se suceden entre quienes vuelven a verse año tras año. El día arranca con calma y con desayunos compartidos en la zona de acampada anexa al festival, también con parcelas reservadas a público familiar, más sombreadas y alejadas del ruido. “Es un recinto sumamente tranquilo y sin aglomeraciones, a pesar de la cantidad de gente que viene”, señala la organización. Esas mismas zonas para niños se extienden por las explanadas de los conciertos. Un signo más de las normas de respeto y convivencia que guían, de forma espontánea, todo cuanto ocurre de puertas para adentro es que ni siquiera el trasiego nocturno de gente desplazándose de un escenario a otro vulnera esos espacios reservados, ni interrumpe el sueño de los pequeños.

El arenero del Magicomundo dedicado a público infantil que asiste al Rototom Sunsplash.

El Rototom es una “ventana al mundo”, concluye Giunta. Un espacio donde el ritmo del reggae sirve de idioma común y cose una experiencia tan cercana e inolvidable como los añorados veranos de pueblo.

Más allá del festival: playa, montaña y turismo modernista

Sunbeach, el escenario playero de Rototom.

Instalado en un entorno privilegiado, el Rototom permite combinar la experiencia musical con escapadas a la naturaleza o chapuzones en la playa. Al arenal más cercano, el del Voramar, se llega tras apenas media hora de paseo, atravesando la céntrica calle Santo Tomás de Benicàssim. Otra opción es ir en bus. A la playa del Gurugú, en Castellón, también se puede ir en transporte público. Allí está el chiringuito oficial del festival y donde se instala el único escenario externo de la cita, la SunBeach, con sesiones diarias de DJs gratuitas.

Si lo que se busca es un poco de aire fresco y senderismo para las mañanas prefestivaleras, el parque natural de Desert de les Palmes —cuyo skyline puede disfrutarse, con atardecer incluido, desde el mismo festival— ofrece rutas entre pinos y vistas panorámicas sobre la costa.

Benicàssim, con las villas modernistas de su paseo marítimo, suma otro atractivo. Además, el festival ha exportado hasta el teatro municipal de la localidad su Foro Social, un espacio de reflexión colectiva por el que han pasado premios Nobel como Rigoberta Menchu, y que en esta edición ha programado seis sesiones con acceso gratuito para abordar desde la crisis humanitaria en Gaza con la directora ejecutiva de UNRWA España, Raquel Martí, hasta la emergencia climática junto a la líder indígena y ministra de Brasil Sônia Guajajara.

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