Alarma
Todo lo malo que hayamos sido capaces de pensar alguna vez, se va cumpliendo sin remedio

Nos sobran motivos para el miedo. Como vivimos cercados por la mentira y el silencio, al temor por la suerte de Teresa Romero se suma el de los aún desconocidos desastres que los recortes en sanidad provocarán mañana, y hasta la posibilidad de que, en el colmo del cinismo, el Gobierno aproveche la ocasión para liquidar lo poco que queda de cooperación y ayuda al desarrollo. Todo lo malo que hayamos sido capaces de pensar alguna vez se va cumpliendo sin remedio. Por eso quiero llamar hoy su atención sobre el TTIP, siglas que probablemente desconocen aunque pesan como una amenaza silenciosa sobre su futuro. EE UU y la UE negocian desde hace año y medio el Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión en una opacidad casi absoluta. Lo poco que han declarado sobre sus intenciones —que pretenden eliminar las barreras reguladoras que limitan los beneficios potenciales de las multinacionales a ambos lados del Atlántico— es ya temible. Los acuerdos que se están negociando en secreto pueden ser mucho más peligrosos que el ébola. Si lo que temen las organizaciones de la sociedad civil que han dado la voz de alarma llegara a cumplirse, las multinacionales tendrían derecho a cuestionar las decisiones que tomen Estados soberanos y a ser indemnizadas cuando éstas les perjudiquen. Para colmo, el tribunal que dirimiría estos conflictos no sería público, sino privado. Tres abogados con intereses en la disputa fijarían la sentencia y la multa correspondiente, sin derecho a recurrir por parte del Estado sancionado. A partir de ahí, la soberanía democrática será una cáscara hueca y el sometimiento de la política a los poderes económicos, la norma de nuestra vida. Recuerden estas siglas: TTIP. Porque lo peor que hayan temido al leer esta columna se cumplirá mañana si no somos capaces de evitarlo.
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